31.5.09

El Ser, la esencia, el concepto

Jean Hyppolite (Logique et existence)

Introducción de Jean Hyppolite a La lógica de la enciclopedia de Hegel. 1930. Editorial Leviatán.


El ser, la esencia, el concepto constituyen las tres pulsaciones del logos, tres círculos que reproducen, en un nivel diferente, el mismo tema fundamental. El germen, la célula inicial, es el ser, la nada, el devenir. El ser se determina sólo por la nada; él mismo es la nada en sí, como ella aparecerá al nivel de la esencia, porque la esencia es la negación interna de toda la esfera del ser. La nada era la negación en la figura del ser. La nada es algo inmediato como el ser; la transición del ser a la nada, como de la nada al ser no es más que un pasaje, el devenir, un presentimiento de lo que será el verdadero tránsito, la mediación. La esfera de la esencia que es la primera negación del ser –después de la negación de ella misma– es el campo de la reflexión, de la escisión; el ser se opone él mismo a sí mismo; se niega como ser y se pone como esencia, pero la esencia es la apariencia; es en la apariencia, es decir, en el ser negado donde se pone la esencia y sólo allí. El desdoblamiento de la esencia y de la apariencia es la apariencia íntegra, de modo que la esencia es ella misma una apariencia ontológica. La reflexión se niega a sí misma; el ser como concepción del ser, esencia del ser, no es distinto del ser mismo, la posibilidad ontológica de la realidad. Por esta causa la tercera esfera, la del concepto, retorna el mismo tema en el elemento de la mediación, de la comprensión de sí. El ser inmediato pasa y deviene, su concepción cae fuera de él, la esencia es la reflexión del ser, su apariencia y su inteligibilidad, pero esta inteligibilidad, esta concepción, son a la vez separadas e inseparables de la apariencia. La esencia, como reflexión opuesta a la inmediatez, es la contracción no resuelta. Así pues, la reflexión reinstaura la inmediatez primera del ser, en tanto que esta inmediatez se había reflejado en la esencia. Se concibe lo inmediato, él mismo; la realidad efectiva no está sólo ahí como en la inmediatez del ser; ella no es sólo comprendida por su esencia como en la esencia y la reflexión; ella misma es su sentido, y ese sentido es su ser. El ser se ha reflejado en sí mismo, y en esta reflexión aparece como sentido. La lógica subjetiva, o la lógica del concepto, es la lógica del sentido, pero ese sentido no es un sujeto opuesto al objeto. El ser es su autoconsciencia, su sentido, y esta autoconsciencia, a su vez es el ser mismo, la idea absoluta esparcida en la naturaleza y en la historia. En el logos el ser se piensa; no funda su inteligibilidad detrás de sí, sino en sí mismo; se piensa en tanto que se encuentra. Los tres momentos del logos están contenidos en ese término alemán: Selbstbewusstsein (autoconsciencia), el ser, la apariencia, el sí.

La lógica del ser corresponde a la estética transcendental. Es la lógica de lo sensible en tanto que lo sensible se conserva en el logos. "La filosofía de la intelección concebida de lo que es en ella la realidad del ser sensible", y ella puede hacerlo porque el sentido es sensible; está ahí en la palabra "para no estar ahí más de lo que inmediatamente está ahí". La Lógica de la esencia corresponde a la analítica transcendental; es el entendimiento del ser. Pero la lógica de la esencia no es sólo la lógica de la ciencia del mundo fenoménico; es aún la lógica de esta metafísica que hace de la esencia la condición de la existencia. Las categorías, en efecto, son tanto las categorías de la experiencia como las categorías de lo absoluto. En fin, la lógica del concepto corresponde a la dialéctica transcendental, esta idea que Kant ha considerado sólo como reguladora, pues no quiso reconocerla como metafísica, del antiguo dogmatismo, la metafísica del mundo inteligible, y no tomó explícitamente conciencia de que la lógica transcendental era ya en sí lógica especulativa, que la logicidad del ser reemplazaba al ser de lo lógico. Con la lógica del concepto, la categoría del sentido deviene la verdad de las categorías del ser y de la esencia.

La lógica del ser es la lógica de lo inmediato. Ella expresa esta aparición y desaparición de lo sensible que describe el primer capítulo de la Fenomenología. El ser de lo sensible es su aniquilamiento; él desaparece. Sin embargo, revive en su aniquilamiento. El ser se proyecta en la nada y la nada en el ser. El devenir es permanente. Lo inmediato no se concibe en él mismo; la mediación existe también allí, pero está ahí inmediatamente como devenir. El ser se niega y se conserva en su negación, mas al nivel de lo inmediato la contradicción y la identidad no están ahí como contradicción e identidad. El ser deviene otro ser. Este derrumbamiento de lo sensible es la condición de su inteligibilidad, de su propia interiorización; se puede decir que el devenir de lo sensible es en sí su esencialidad, aunque ella no existe ahí como tal. Por esta causa las determinaciones en esta esfera de lo inmediato se excluyen o se identifican inmediatamente. El ser está ahí, no está más ahí; él deviene, y el devenir es el cambio inestable del ser y de la nada. El ser no cambia en sí mismo; no se relaciona, consigo mismo en su otro; no se refleja. La contradicción y la identidad están ahí inmediatamente como ellas existen en la naturaleza junto con el movimiento.

La oposición del ser y la nada, desde la primera síntesis concreta, el devenir, constituyen la base de toda la lógica. Mas los tres términos son inseparables. Se puede decir aun que es el ser el que se divide en ser y nada y se muestra entonces como devenir. La lógica hegeliana no parte de los términos extraños, a los que ella combinaría, sino de la mediación. Explícitamente, la lógica del ser se conoce por la oposición del ser y de la nada, implícitamente, como lo revelará la continuación; esta oposición es también la del ser y del pensamiento del ser, del ser y de la cuestión del ser. El ser es en sí mismo su propia cuestión. Pero según su forma inmediata, por ejemplo en la naturaleza, el puro devenir es la mediación existente. Puesto que el ser para él se interioriza y se comprende. El olvido y la memoria tienen una significación ontológica. Sólo la esfera del ser deberá negarse por completo como esfera de lo inmediato para que aparezca la esencia.

El devenir inestable reinstaura una positividad. La existencia es el ser devenido. Mezcla del ser y de la nada, él es esencialmente finito, pero su finitud presupone la infinitud. La infinitud existe ahí también inmediatamente; es la mala infinitud, la serie indefinida de algo y de su otro. La cualidad y la cantidad son las categorías fundamentales de esta existencia, y la lógica del ser es una lógica descriptiva y una lógica de la pura cantidad. La cualidad es la determinación inmediata que forma uno con el ser; la cantidad indica un retorno a la indeterminación primera. Su síntesis, la medida, es la transición del ser a la esencia. Ella es el comienzo de la relación consigo en lo inmediato. El cambio cualitativo, lo indefinido del quantum, "siempre en sí parecido a lo que acrece o se niega", es la exterioridad en sí misma. Esta exterioridad en sí misma reconduce a la determinación intrínseca y cualitativa. Ella no es más que una oscilación alrededor de una medida. "Toda cosa tiene su medida". Este es, dice Hegel, uno de los más altos pensamientos de la filosofía griega. En esta lógica de lo inmediato, que es la sombra o la verdad de lo sensible, según la consideración adoptada, lo infinito se presenta en su oposición inmediata a lo finito. Sin embargo, la progresión indefinida, lo que es sin fin, es la diferencia inmediata que no se refleja como identidad, como relación consigo; la medida es ya la esencia en lo inmediato. Ella es el retorno inmediato a sí en la exterioridad.

Decir que lo absoluto es el ser, es expresar que es en sí; es la esfera perfecta de que hablaba Parménides, pero este en sí, determinado como ser, ¿es en sí para quién? El ser es en sí, se relaciona sólo consigo; esos juicios superan ya a este ser inmediato; la esencia misma de la relación consigo es una superación del ser. El ser no es aún en sí para sí. Las primeras filosofías de la naturaleza son una expresión ingenua de este pensamiento del ser, y Parménides dice este pensamiento del ser.

La esencia es el ser que devienen en sí para sí. Este ser era en sí idéntico a sí mismo en su opuesto, la nada; pasaba, mas se reencontraba siempre a sí mismo; el ser en el imperecedero devenir, pero ese retorno en sí no se cumplía en el nivel del ser inmediato. El se no se reflejaba; no se podía decir que se reencontraba a sí mismo, pues ese sí mismo supone una reflexión, un absoluto del ser.

La lógica de la esencia presenta esta reflexión. El ser no pasa ya inmediatamente fuera de sí; pasa en sí mismo; se refleja. La lógica de la esencia corresponde al conocimiento, a la elaboración de lo sensible, pero ahí es sólo una correspondencia. La reflexión no es la reflexión exterior del ser en un sujeto cognoscente; ella es la reflexión interior del ser mismo. Al contrario, es el logos el que permite comprender el conocimiento y el momento ontológico de la conciencia. El ser se interioriza al esencializarse; él se interioriza como en el conocimiento la memoria interioriza la intuición sensible. El pasado es esencia.

La esencia es la negación –la primera– del ser, y del ser en su totalidad tal como él se presenta en la esfera anterior. Las determinaciones del ser se reproducirían en ese nivel, pero como determinaciones reflexivas. El ser inmediato negado en su totalidad, al devenir su propia nada es la esencia, la inteligibilidad del ser, su en sí para sí, pero aún en el elemento de lo en sí es también la apariencia, ¿porqué, qué es la apariencia de algo sino el ser negado? Hablar de apariencia allí donde se habla de ser, es todavía hablar del ser, pues la apariencia es en cierto sentido, aunque es asimismo negar en ella el ser, ya que es necesario decir con claridad que la apariencia no es, puesto que sólo es apariencia. Estos del aspectos de la lógica de la esencia, o sea: el ser inmediato se niega y por lo tanto se pone detrás de sí, en el fundamento, como esencia, y el ser inmediato que se niega ha devenido la apariencia, son uno solo y el mismo movimiento, y tal es la contradicción de la esencia o de la reflexión; ella es esencia y apariencia a la vez; es negación del ser como inmediato, y en esta negación, posición del ser como esencia. Toda la lógica de la esencia es la lógica de la apariencia; el ser ha devenido íntegramente aparecer, y se puede también decir, "no es más que apariencia", y "todo es en la apariencia".

La distinción de lo esencial y de lo inesencial no es en el nivel de la esencia más que una reminiscencia de lo inmediato, pues no hay dos seres; por lo demás esta distinción es arbitraria; depende de un tercer término, y es relativa a una reflexión exterior, pero la esencia es la reflexión interior del ser que se aparece en sí mismo: "La apariencia es lo mismo que la reflexión". Esta reflexión como tal es la identidad, la diferencia, la contradicción. Esas esencialidades son constitutivas de la reflexión. El ser que aparece es idéntico a sí mismo en su diferencia, que es la diferencia esencial, es decir, la diferencia de sí a sí; es diferente de sí en su identidad y se contradice. La esencia es, además, la contradicción no resuelta, puesto que ella es por completo a la vez negación del ser, y negación de esta negación, negatividad, pero aún abstracta, reducida al conflicto dialéctico puro. El movimiento de la lógica de la esencia es un doble movimiento en uno solo; es el movimiento por el cual el ser se niega, se hace apariencia, y el movimiento mediante el que negándose se pone, se torna la esencia en la apariencia.

La esencia es el retroceso del ser a su nada, el fundamento, y el surgimiento del fundamento en la apariencia. Por tal motivo, sus tres momentos son: la reflexión que conduce al fundamento, el fenómeno que es el ser negado y fundado, la realidad que es la unidad del fundamento y el fenómeno, de la esencia y de la apariencia. La esencia es la división del ser en sí mismo, el secreto del ser y la iniciación en ese secreto, mas ese secreto es su inteligibilidad, su concepción. El secreto del ser es la posibilidad misma del ser, pero esta posibilidad separada del ser es un espejismo ontológico que permite creer en una metafísica, en una sustancia distinta de sus accidentes, en una causa distinta de sus efectos, en una posibilidad ontológica distinta de la realidad óntica. El ser para comprenderse, ponerse, se aliena a sí mismo. La esencia es el momento dialéctico de esta alienación del ser; se podría decir que es la conciencia infeliz de la ontología.

El ser inmediato se hunde en la esencia como en sus condiciones de inteligibilidad, si bien esas condiciones no forman más que una con la manifestación misma. La manifestación en su totalidad es la esencia. La inteligibilidad se halla por completo en el desarrollo de la manifestación dentro de la categoría de la realidad efectiva. En la realidad efectiva no hay un contenido absoluto (la sustancia) cuya forma sería la manifestación (mysterium magnum revelans se ipsum, el misterio magno se revela a sí mismo), el revelans se ipsum es todo, y es el mysterium magnum mismo: "Lo absoluto, en tanto que ese movimiento de explicitación que se relaciona con él mismo como modo que es su absoluta identidad consigo mismo, es la manifestación no de un interior, no de otro, sino manifestación absoluta, pero manifestación en sí y para sí; es por ello la realidad efectiva (Wirklichkeit). El prefacio de la Fenomenología del espíritu decía: "La manifestación es el movimiento de nacer y perecer que él mimo no hace ni perece, pero que es en sí y constituye la realidad efectiva y el movimiento de la vida de la verdad".

Esta realidad efectiva en la necesidad concebida, y el análisis que Hegel da de las relaciones de lo posible, de lo real y lo necesario, es quizás la más esclarecedora de todas las dialécticas de la esencia. La realidad efectiva no tiene su fundamento en una posibilidad que estaría más allá de ella; ella es en sí misma su propia posibilidad. Ciertamente el ser se funda, pero se funda sobre sí, porque es posible, mas es posible porque él es. Este azar trascendental de que habla Kant en la Crítica del Juicio, y que era el reencuentro de la contingencia y de la necesidad condicional, es para Hegel la necesidad absoluta, porque la realidad no se refiere a nada más, y por tanto ella se funda, se concibe. El logos no es la posibilidad de lo existente fuera de lo existente; es la concepción de lo existente, y lo existente como otro está incluido en su propia concepción. Lo posible, que sólo es posible, es imposible; se contradice; por eso es posible, porque es, así como es porque es posible. La realidad efectiva como totalidad es verdaderamente la síntesis dialéctica de la posibilidad y de la realidad; por esta causa ella es la necesidad comprendida.

Pero la necesidad comprendida no es la necesidad que se comprende a sí misma. Ella es concebida aunque no se reconoce. La esencia es en efecto el ser-en-sí-y-para-sí, pero aún en sí. Su comprensión no es su propia comprensión. La esencia ha reintroducido la inmediatez del ser, porque ella no es ya esencia sino concepto.

En la esencia aparece el ser-en-sí, pero esta apariencia es su aparición, su posición. No es el ser el que aparece, es él mismo que se aparece, y por tanto se reconoce. El movimiento de su posición de sí, he aquí lo que Hegel llama el concepto que podríamos traducir por el sentido. La lógica del concepto retoma en su etapa todas las determinaciones del ser y de la esencia, pero ella las retoma para mostrar cómo ellas se constituyen en sí mismas, cómo se ponen y se engendran. Esta génesis del sentido estaba implícita en las esferas anteriores; ella es la Lógica, porque la Lógica es la constitución del ser como sentido, la comprensión, no como referencia a una cosa comprendida distintamente del movimiento de comprender, si bien ese movimiento mismo como génesis inteligible de la cosa (y la cosa misma es sólo ese movimiento). La Lógica es la forma absoluta que es su objeto para sí misma, tal un poema cuyo objeto sería la poesía y contendría por ello mismo intrínsecamente la particularidad de todo poema, pero ese "contener" no tiene nada de especial; el sentido universal contiene intrínsecamente todo su sentido particular. Sólo que ese sentido no era aún para sí en las otras partes de la Lógica; Estaba allí inmediatamente en el devenir del ser; era el fundamento detrás de la apariencia, como esencia; él mismo se sabe ahora como sentido de todos los sentidos. Hegel dice de esta lógica del concepto o del sentido que ella es la lógica subjetiva, mas se trata del sujeto o del sí que es inmanente a todo objeto, y no de una subjetividad distinta del ser. La prueba de ello es la dialéctica del ser y del sentido que reconduce este fin a la Lógica a su comienzo. El ser se muestra a través de la esencia como sentido, aunque el sentido es también ser; o más bien el ser ya retornado al sentido; es un sentido perdido; es un sentido olvidado, como el sentido es la interioridad de recuerdo retomado en el ser. El olvido es el recuerdo correspondiente en el campo del conocimiento en esta distinción dialéctica del ser y del sentido, con la condición de no condensar el recuerdo en un en sí (esto sería la esencia), sino de ver en él el movimiento de la concepción, la génesis comprensiva que constituye el pasado. La reminiscencia no se reenvía a la esencia primera, sino que la esencia es constituida por el acto originario de la reminiscencia. El sentido es la esencia que se comprende a sí misma al ponerse como esencia. La esencia es con relación al sentido lo que el ser era con relación a la esencia. El ser era esencia en sí, la esencia es sentido en sí; ella es como un segundo ser detrás del primero, pero cuando no se hace ya abstracción de su posición, cuando se la comprende como poniéndose a sí mima, constituyéndose en sí misma, ella no es ya una esencia, sino sentido.

El círculo ser-sentido, sentido-ser, pasando por la reflexión, no es clausura de los sentidos sino el comienzo. Por el contrario, es la separación indefinida del ser y del sentido que sería el límite.

El concepto es ante todo el medio del sentido en general, el medio de toda génesis comprensiva. El concepto es sentido universal que sigue siendo siempre universal en todo sentido particular, superándose a sí mismo, como en la palabra, y esa superación está ahí determinación de si es el juicio que re-produce en el nivel del concepto la escisión de la esencia, la aparición de lo particular en lo universal, y de lo universal en lo particular. La determinación recibida en lo universal es sentido, pero la relación inmediata sólo se desarrolla por la mediación, por el razonamiento que explicita las relaciones de lo particular y de lo universal. Desde entonces el sentido se desarrolla como tal, y es su razón de ser; su ser de sentido es objeto y objetividad. La mediación es el objeto mismo, y el objeto es mediación. Esta unidad es lo que Hegel llama la idea absoluta, el sentido que es, y el ser que es sentido. El sentido no es sólo objeto en sí mismo; es también objeto suprimido. La idea absoluta es por tanto como sentido el logos, así como sentido perdido, inmediatez, la naturaleza.

La lógica del concepto corresponde al gran giro que representa en la historia de la filosofía la lógica trascendental. Kant la ha llamado en una carta su ontología, y se trata, en efecto, de una nueva ontología puesto que reemplaza a la logicidad del ser en un mundo de la esencia, en el ser de lo lógico. La lógica especulativa de Hegel, que empuja a su fin la reducción de lo antropológico comenzando con lo trascendental, es la profundización de esta dimensión del sentido. El ser es su propia comprensión de sí, su propio sentido, y el logos es el ser que se pone a sí mismo como sentido; pero es el ser que se pone como sentido, lo que significa que el sentido no es extraño al ser, no está fuera o más allá de él. Por eso el sentido comprende también el sin sentido, el anti-logos; él es en sí tanto como para sí, aunque su en sí es para sí, y su para sí es en sí. La dimensión del sentido no es sólo sentido; ella es la génesis absoluta del sentido en general, y se basta a sí misma. La inmanencia es completa.