6.12.17

La ruptura de la historia y el Comisario de Distrito

Por Wolfgang Giegerich, 1985. 

Pasajes tomados de CEP III,
‘Soul-Violence’, “La alquimia de la historia”,
pp. 405-406 y pp. 408-412.

Traducción: Alejandro Bica.


[pp. 405-406]

Cuando Jung, en África, le preguntó una vez a un laibon, un viejo chamán, acerca de sus sueños, el último respondió “con lagrimas en sus ojos, ‘En los viejos tiempos los laibons tenían sueños, y sabían si iba a haber una guerra o enfermedad o si iba a llover o si la manada debería ser conducida’. Su abuelo, también, aún soñaba. Pero desde que los blancos estaban en África, dijo, ya no soñamos más. ¡Ya no hace falta soñar porque ahora los ingleses lo sabían todo!” (MDR, p. 265.) 

Jung añadió el comentario de que el chamán, que antiguamente había negociado con los dioses o con el destino y aconsejado a su pueblo, había perdido su raison d’être: La autoridad del chamán había sido reemplaza por la del Comisario de Distrito. 

Jung no describe esta experiencia meramente como una curiosidad africana. Nos cuenta acerca de ella porque nuestra propia consciencia, también, tiene un Comisario de Distrito sobre ella y se encuentra en el rol del africano cuya dignidad metafísica se había vuelto nula. […] El ser como un todo ha sido movido hacia un nivel fundamentalmente diferente. El marco de consciencia tradicional se ha roto, y la consciencia se ve forzada hacia una dimensión entera, completamente nueva.

[pp. 408-412]

El antiguo […] chamán representaba un sistema en el cual cada individuo tenía su lugar ontológicamente en el significado, el cual lo respaldaba y satisfacía plenamente porque él participaba en los mitos, símbolos y ritos de su comunidad. Representaba un modo-de-ser en el cual el universo era un cosmos, la tierra una madre santa, en el cual las plantas, los animales, los ríos y montañas, incluso las herramientas que él producía estaban habitadas por espíritus, hadas, ninfas, dioses y gnomos, y por lo tanto poseían dignidad metafísica inalienable. Pero desde que el Comisario de Distrito entró en escena como jefe colonial, el sistema entero de la iniciación individual, de un significado experimentado personalmente y de la saciedad óntica de cada momento con su riqueza mítica se volvió una cosa del pasado. Como persona individual aún puede tener sus propios sueños personales y sus experiencias simbólicas, y probablemente puede caminar en vez de conducir un coche, o tejer sus propias telas, puede hacerse su propia comida, y puede ser un aficionado al bricolaje, en vez de comprar productos hechos industrialmente. Pero con toda esta abstinencia suya, y con su imitación, en un espíritu de obvia conservación de lo que está obsoleto, ha perdido sin embargo su autoridad metafísica, al menos en cuanto a lo que respecta a su determinación más alta. Todos los objetos individuales del mundo, tierra, cielo, manantiales y fuego, sol y luna, viento y montañas, se han vuelto vacíos de significado y banales. Han sido despojados de una vez y por todas de su misterio y de su numinosidad. 

El lugar de la decisión y del significado cumplido está ahora en un nivel supraordinario. El Comisario de Distrito toma sus decisiones de acuerdo a los principios administrativos de un imperio moderno, sin tener en cuenta el mundo del chamán y los miembros de su tribu, y actuando más allá del horizonte de una persona individual. De la misma manera, nuestras autopistas y el tráfico aéreo pasan fundamental e “implacablemente” sobre las cabezas de los peatones y de las personas que van a caballo, las ondas de radio y televisión sobre las conversaciones personales, y la producción industrial sobre los objetos hechos a mano del pasado. El ser presente del mundo ha sido sublado y se ha ido más allá de su ser anterior, al igual que el poder de la colonia imperialista ha ido más allá de las tribus nativas, en línea con el dicho alquímico de Pseudo-Demócrito: La naturaleza se regocija en la naturaleza, la naturaleza conquista a la naturaleza, la naturaleza gobierna sobre la naturaleza. El individuo, la persona óntica, está por lo tanto aliviada de su responsabilidad metafísica última, y por lo tanto redimida, pero esta es precisamente la razón por la cuál ella está también arrojada libremente a la indiferencia del “tiempo libre”. Todos llevamos dentro nuestro un chamán africano en la jubilación metafísica, que, en todos los aspectos esenciales, no tiene función y que, si es honesto, en cuanto a lo que se refiere al significado de la vida, sólo le queda el recuerdo nostálgico de lo que ha perdido irrevocablemente, algo que, por un lado, sólo puede mantener dentro de la morgue de un museo literal, y por el otro, en la morgue de un museo imaginario, interminable, llamado la consciencia histórica. Jung da en el clavo cuando dijo que el chamán particular africano con quién había tenido la conversación ya no tenía de ninguna manera una personalidad imponente, sino que era “sólo un viejo señor un tanto llorón. No obstante, o quizás precisamente por esta razón, era la encarnación viviente de la desintegración en propagación subterránea de un mundo obsoleto para siempre irrevocable. (Ibíd.) […]

El fundamento metafísico se ha colapsado bajo el estatus de hombre del individuo óntico, y […] el nuevo nivel de la existencia humana está ahora localizado en la planta de abajo, en ese nivel donde rige el Comisario de Distrito […] como la verdad presente del tiempo. La consciencia individual simplemente no es la verdad correlativa de una realidad que está caracterizada por la resolución del mundo previamente experimentado, por estructuras atómicas y sub-celulares, bits de datos y probabilidades estadísticas, por los medios de comunicación pasando sobre las cabezas de los individuos, y por una economía global que ya no es más transparente. Sólo una existencia humana constituida de manera fundamentalmente diferente puede estar a la altura del sprititus rector que rige hoy en día. Sólo si el […] chamán confiesa con lágrimas en sus ojos que ha pedido su raison d’être metafísica en cuanto a lo que se refiere a su individualidad óntica, […] y si muestra convincentemente […] el hundimiento absoluto de la persona individual y de la numinosidad óntica y de la riqueza imaginal del mundo, sólo entonces puede ser iniciado en la nueva lógica de su humanidad [human-ness] y reconectar con el flujo de los eventos y con el locus en donde ocurren las decisiones reales. Ese nuevo nivel podría ser el del hombre como tal, el del anthropos arquetipal, que deja radicalmente atrás su individualidad personal, óntica. Con nuestra individualidad y como las personalidades empíricas que somos, ya no somos el sujeto y los destinatarios de los eventos. Lo que hoy está teniendo lugar (física atómica, telecomunicaciones, actividad aeroespacial, procesamiento de datos, tecnología genética, aviación, etc.) no es algo para lo cual el individuo, científicos “responsables”, y técnicos, puedan asumir la responsabilidad, ni está dirigido a la persona individual como su “punto de contacto” natural. Incluso si el curso de los eventos sólo puede ocurrir a través del medio de los individuos, el sujeto “metafísico” real del curso de los eventos es algo distinto, algo mucho más abarcador, porque la individualidad se ha vuelto obsoleta en cuanto a la sustancia metafísica y como mucho es sólo el sirviente del sujeto real, sólo el “hijo” del Comisario de Distrito.  

El terrible problema del imperialismo y de la explotación, que es el lado oscuro de la salvación, la libertad, y el estado constitucional, no puede ser adecuadamente atendido si tratamos de resolverlo “ahí afuera”, en el nivel óntico-político por medio de una lucha anti-imperialista. Esta defensa meramente solidifica el problema en la literalidad. Antes que nada debemos experimentar el imperialismo como algo que no sólo se le hizo a otros, africanos, indios, aborígenes australianos, al proletariado europeo, sino como algo que antes y principalmente nos ha sucedido a nosotros mismos en el nivel profundo de nuestro ser. Tenemos que experimentar que todos somos y hemos sido durante mucho tiempo en nosotros mismos […] el chamán aliviado de su raison d’être, y no sólo la “consciencia-dominante-colonial” de la ciencia y la tecnología. Tenemos que sufrir psicológicamente el imperialismo, en nosotros mismos—sufrir, es decir, ¡permitirle ser!—y permitirnos, antes de cualquier condena o aprobación, y antes de intentar cualquier cambio o mejora, ser agarrados incondicionalmente por ello como la verdad real que ha estado gobernando hace rato sobre nosotros, pero que hemos suprimido hasta ahora. Es demasiado tarde para resistir (entendido ontológicamente) al imperialismo; ha estado gobernando hace mucho en nosotros y sobre nosotros, y por lo tanto ya incluso en esa consciencia que quiere oponerse a ello, de modo que la resistencia sólo lo perpetuaría. Sería ingenuo pensar que nosotros mismos podríamos deshacernos de ello simplemente mediante una lucha anti-imperialista. Es realmente una realidad y no sólo una idea ociosa porque está equivocada. No podemos deshacernos de las realidades; sólo podemos someternos expresamente a ellas y así quizás modificar su influencia, o incluso trasformarla en algo favorable.

La forma inferior y fea (en el sentido sintomático) del imperialismo es la forma preliminar no reconocida en la cual está escondido […] el nuevo reinado del Ser. El imperialismo contiene una llamada para nosotros, la llamada a soltar, a liberar esta nueva realidad en su verdad a fin de que pueda ser lo que es. El imperialismo, el cual de hecho es objetable, es el estímulo para dejar que esta realidad entre en nuestro ser y para reconocerla plenamente como nuestro ser (y no, por ejemplo, como nuestra culpa moral): para honrarla—en vez de, como explotadores y opresores, actuarla literalmente ahí afuera externamente sobre los otros, o a la inversa, como revolucionarios, enfrentarla externamente en los otros, donde ambos casos son una defensa contra ello. El imperialismo no es nuestra culpa, es […] nuestro maestro. Puesto que la invalidación y la superación de la individualidad óntica (el chamán) y de la riqueza óntica del mundo están significadas por las reglas coloniales (la “constitución imperialista” del mundo científico-técnico-industrial), el imperialismo es de hecho el arribo no comprendido de la dimensión principalmente más abarcadora de lo ontológico. 

El curso de la historia nos fuerza a reconocer el nivel ontológico (45) como el nuevo fundamento de nuestra existencia y a sufrir la inevitable explosión o caída de la consciencia desde su punto de apoyo firme en lo óntico hacia la dimensión profunda de lo ontológico. [Nota 45. (Nota añadida en 2007) En este artículo [1985] aún opero con al distinción entre lo óntico y lo ontológico. En mis trabajos posteriores uso, para básicamente la misma diferencia, los términos semántico vs. sintáctico, empírico-factual vs. lógico (o psicológico, en contraposición a psique).] Nos fuerza, hablando figurativamente, a abandonar nuestra fijación en las “cosas” individuales en el “espacio”, cosas que pueden ser demostradas y circunscriptas, y no para descansar contenidos con una “menor expansión de consciencia” en el sentido de descubrir nuevas habitaciones o pisos en nuestra casa del alma. Más bien nos insta a volvernos conscientes de la espacialidad del espacio, de algo que incluso contiene dentro de sí mismo esta casa entera y todas sus habitaciones ya descubiertas y aún por ser descubiertas, de algo como la atmósfera en la cual vivimos como algo dado por supuesto sin tomar nota expresamente de ella. Y esta tarea no es sólo volverse consciente de ello, sino también trasladar nuestro ser desde el nivel de aquellas cosas que están siempre en un espacio al nivel de la espacialidad misma.

Es revelador que a pesar de la investigación exhaustiva, de décadas de duración, y de un gigantesco esfuerzo diario, aún no se ha hecho posible explicar y predecir el clima de forma fiable, un fenómeno que, después de todo, está ahí para que todos lo vean. Probablemente, sea debido a una diferencia fundamental de la mentalidad que quiere estudiar el clima. Probablemente una consciencia que quiera hacerle justicia al clima debería tener que avanzar al modo-de-ser de la “atmósfera” y tener que aprender a pensar en un estilo “atmosférico”. Es probable que una consciencia orientada hacia la observación de hechos individuales y su generalización sea por principio incapaz de llegar a una realidad tal como el “clima” en su campo de visión.