4.5.12

Sobre "el alma"

Fragmento de ¿Qué es el Alma?, p. 23, (Spring Journal Books, New Orleans, Lousiana).
Por Wolfgang Giegerich, 2012.

Traducción: Luis R. Álvarez


"No estamos proponiendo u ontologizando al alma como una hipóstasis […] No la concebimos como un objeto, como una cosa, un ser natural o una esencia, una sustancia metafísica, una entidad, "el fantasma en la máquina". No está construida por nosotros como un sujeto ni como un agente o director invisible detrás del escenario. Ni tampoco es vista como un componente o como un compartimento del hombre y como teniendo un sustrato (tal como el cuerpo, o el organismo humano). Ni siquiera decimos, "hay tal cosa como el alma", "el alma existe". El uso del artículo definido (nuestro hablar de "el alma"), por lo tanto, no debe tomarse literalmente. Esto parece implicar que se propone una existencia factual del alma y que se construye como una sustancia. Debemos, por lo tanto, tener siempre en mente que el hablar acerca de "el alma" es un lenguaje figurado, simplemente parte de la retórica de la psicología. Es una manera de hablar mitologizante, casi personificante. Cuando la usamos, siempre tenemos que imaginar comillas alrededor de la expresión. Esto significa que cuando usamos esta expresión somos requeridos a pensar, tenemos que usarla pensativamente, en otras palabras, no debemos caer en la fuerza seductora (Jung: "el poder sugestivo" CW 7 § 269) de la personificación mitológica. Si la tomásemos literalmente y la clavásemos a lo que dice, la expresión "el alma" sería incorrecta, incluso ilegítima. Aún así, la usamos porque estamos hablando, nos estamos expresando, en lenguaje, y porque el uso de sustantivos conforma la estructura de nuestro lenguaje. Nuestro lenguaje procede de la idea de que hay un sujeto del cual algo se afirma en el predicado. Sería demasiado engorroso expresarse siempre correctamente aquí (de forma psico-políticamente correcta), porque llevaría a un uso anti-idiomático del lenguaje o a necesarias calificaciones constantes y alertas. La corrección política siempre quiere resolver los problemas que encuentra externa y mecánicamente, sustituyendo por nombres "correctos" aquellos "malos". Un intercambio de etiquetas. La psicología, por contraste, debe poner el peso de la "corrección" en la mente, teniendo que proveer el significado adecuado para los mismos antiguos nombres que usa, siguiendo así la manera en que el lenguaje mismo siempre ha puesto vino nuevo (nuevo significado) en odres viejas (antiguas palabras)."