5.12.17

Sobre la búsqueda de significado

Por Wolfgang Giegerich, 1981.

Pasajes tomados de CEP III, ‘Soul-Violence’,
“The rescued child, or the misappropriation of time. On the search for meaning”,
pp. 45-48 y pp. 72-73.

Traducción: Alejandro Bica.


[pp. 45-48]

Me gustaría recordar un aspecto esencial del pensamiento psicológico ilustrándolo con un ejemplo práctico familiar.  Una paciente soñó que estaba siendo perseguida por perros. Huía en pánico. Cuando despertó, su corazón aún latía violentamente.

¿Cómo interpretó ella su sueño? Comentó que tuvo un mal sueño, aunque no del todo negativo, porque los perros no podían alcanzarla. Aparentemente, vio a los perros y a la persecución como algo negativo, y la huída como prospectiva. Incluso en el estado de vigilia, miró al sueño desde la perspectiva de una sola figura del sueño, concretamente, desde el yo onírico, identificándose de manera inconsciente con él y con sus valores. De alguna manera, estando despierta continuó la huída que había comenzado el yo onírico en el sueño: largándose de esta situación. 

El pensamiento psicológico percibe el sueño de una manera muy diferente. No identifica simplemente al soñador con el yo onírico y con sus intereses. Por lo tanto, tampoco necesita adoptar las prioridades máximas del yo onírico. Ve al sueño desde un punto de vista imparcial, un enfoque que permite reflexionar sobre el curso de los acontecimientos como un todo y no sólo considerar al yo onírico, sino también a los perros, como perteneciendo al soñador. En primer lugar plantea la cuestión de por qué existe tal persecución. ¿No será quizás que las cosas no son tan simples como parecen, es decir, que el ser perseguido sea la causa de la huída, sino justamente al revés, que el escapar que muestra el sueño es la razón para la persecución por parte de los perros? Quizás la paciente siempre ha sido una fugitiva en la manera en como vivió su vida y lo que ella evitó intenta imponerse sobre ella en la forma de los perros perseguidores. El final del sueño, escapar e irse lejos, es quizás su verdadero principio, y el principio del sueño, la persecución, quizás sea meramente una consecuencia, algo que viene detrás de la huída. Lo que para ello, para el yo onírico, parece ser una situación de absoluta angustia, resulta ser para ella, para la soñadora (y para la consciencia psicológica en general) una necesidad, algo que marca un punto de inflexión en la aflicción del fugitivo que sufre. Por lo tanto, el pensamiento psicológico equivale a una inversión en la manera común de ver las cosas y ofrece ese tipo de distancia desde el yo onírico que llamamos consciencia.

La creencia en la necesidad de “significado”

Hoy en día, cuando la gente habla acerca de las experiencias de significado y trascendencia, sobre los problemas con los que tropieza en la búsqueda de significado y las maneras de conseguir significado, la suposición automática es que el significado es necesario. La vaciedad contemporánea tiene que ser superada. La falta de significado se enfoca desde la perspectiva de una demanda que necesita ser cumplida, al igual que la amenaza ecológica, que es considerada como un problema factual que necesita ser solventado. Este enfoque, en el estilo de una crítica social y cultural, es por lo tanto tomado por el problema mismo, quedando atrapado en el tipo de consciencia que busca matar al dragón, esto es, en la misma consciencia que, llamándola “actitud patriarcal”, uno culpa por el malestar.

Sin embargo también es posible considerar el problema del significado como si fuese un sueño o una fantasía arquetipal y así reconocerlo como un problema psicológico. El sueño podría tener el siguiente texto: “Estamos amenazados por la falta de significado y estamos intentando escapar de ello por medio de una experiencia de significado y trascendencia”. Ahora bien, con tal texto de sueño, la situación podría ser una situación muy diferente, al menos para una lectura psicológica. La búsqueda de significado ya no sería más la meta incuestionable y la falta de significado no sería meramente una aflicción, sino quizás nuestra necesidad. Entonces el significado y el deseo de encontrar significado se volverían realmente cuestionables. Podríamos tener que considerar, en analogía a los sueños de los pacientes, si no podría ser posible que el anhelo de una experiencia de significado sea la razón de la pérdida de significado, mientras que el pensamiento ordinario opina que la búsqueda de significado resulta de la pérdida de significado. Quizás aquí, también, nos hemos identificado con una sola figura del sueño, con el yo-del-sueño que huye o con el nosotros-del-sueño huyendo, y así juzgamos, incluso cuando despertamos, de manera bastante inadvertida, desde la perspectiva de esta figura y no desde la perspectiva de la consciencia psicológica. […] La tarea psicológica no consiste en una búsqueda de remedios, sino en hacer consciente el tipo de fantasía arquetipal que siempre subyace ya a nuestros enfoques automáticos, valores y objetivos, y a la inversa las nuevas perspectivas arquetipales que nos impresionan en las imágenes del sueño, en la patología, y en otras experiencias. Lo que importa terapéuticamente no es como salir de una situación angustiosa, sino, por el contrario, como conseguir entrar propiamente en ella, para que ya no seamos simplemente sus víctimas pasivas sino permitirnos ser atrapados y transformados por ella.

En nuestro siglo, y en particular durante las dos últimas décadas (2) [Nota 2. Este artículo fue escrito en 1981.] las doctrinas y los métodos que prometen significado han crecido como hongos. Alguna gente toma la práctica de Meditación Trascendental o Zen, otros usan drogas, otros aún toman la Biblia, una vez más junto con la esperanza cristiana; algunos se exaltan con pinturas fascinantes a partir de lo inconsciente o se ensordecen con el ruido de las discotecas; algunos quieren gritar sus ansiedades e inhibiciones en terapias de gritos o liberarse de sus tensiones interiores mediante el trabajo corporal—ciertamente muchas voces, pero un sólo coro que grita: al diablo con la vaciedad y la falta de significado, al diablo con todo lo que nos angustia, nos limita y abruma.

Hay motivo para la suposición de que la emergencia de cada vez más formas de técnicas y enfoques psicoterapéuticos y de la popularidad del estudio de la psicología y la psicoterapia está, entre otras cosas, también impulsada por un motivo altamente dudoso de enorme dinámica, concretamente, un miedo pánico por parte del colectivo entero a la Nada, la oscuridad, la pérdida de centro, la muerte de Dios, la patología, la pérdida de significado—un miedo que da lugar a un fuerte deseo correspondiente de redención a través de una búsqueda de significado y de experiencias subjetivas.

La búsqueda de significado, la convicción de que es necesario experimentar el significado, y el discurso explícito del significado y de la falta de significado, de ninguna manera es una cuestión habitual y un universal humano. Por el contrario, en la historia de la humanidad como un todo, el interés por el significado per se, en abstracto (que para nosotros parece la cosa más natural del mundo), es algo bastante exótico y extraño; hasta donde puedo ver emerge en la historia en el siglo XIX y XX. 

[pp. 72-73]

Ciertamente es posible escapar a la pobreza de símbolos, a la pérdida de fe, a la vaciedad, y a la retirada del significado, mediante algún tipo de Sinngebung (conferir significado), es decir, mediante la búsqueda que persigue metódicamente una experiencia de significado, por ejemplo sometiéndose a un “análisis de individuación”, en el cual incluso aquellos productos más inocentes, nuestros sueños, son lanzados al codicioso ego para que pueda vaciarlos y consumirlos a fin de producir un sentimiento de significado en sí mismo mediante ello. Pero también existe la posibilidad de tener una experiencia de significado auténtica, no buscada metódicamente, la experiencia de aquello que se ha acercado a nosotros hace largo tiempo: el nihilismo, el instinto de muerte de Freud, la muerte de Dios, la decadencia de Occidente, la catástrofe del régimen nazi, la fría esterilidad de un mundo interpretado científicamente, la filosofía y el teatro del absurdo, la destrucción del medio ambiente, la guerra nuclear, y, por supuesto, la psicopatología.

La falta de significado no es un hecho empírico, como si la vida de repente por alguna razón perdiera objetivamente el significado que solía tener antes. Más bien, la vida en sí misma es lo que siempre fue. Lo que ha cambiado es sólo nuestra concepción de ella. El significado y la falta de significado no son hechos empíricos, sino fantasías o perspectivas arquetipales a partir de las cuales los hechos de la vida pueden ser vistos y experimentados emocionalmente. Pues bien, si el significado y la falta de significado no poseen verdad empírico-objetiva, sino sólo (¿sólo?) psicológica, entonces todas las ideas y fenómenos de decadencia y retorno mencionados arriba tienen que ser entendidos como expresiones de un tipo de fantasía obsesiva en la cual, en analogía al perro del sueño mencionado antes, algo nuevo está intentando entrar en la consciencia del “hombre moderno” a fin de trasformarla radicalmente.

Por siniestro y extraño que pudiera parecer, la falta de significado es como un huésped que golpea nuestra puerta pidiendo refugio. Quizás incluso necesitamos el desencanto a través de la falta de significado y la vaciedad espiritual como algo necesario (not-wendig) que pueda sacarnos (wenden) de la situación angustiosa (Not) del punto de inflexión en la historia (Zeitenwende), hacia el tiempo re-apropiado, de-vuelto, el tiempo de la muerte y de las mascaras, y así al mismo tiempo volver hacia una manera de vivir la vida bajo la protección de la fatal necesidad del ser (Ananke), como el sucesor de la idea del “significado de la vida”. Entonces la cuestión ya no sería más si “la vida” tiene significado (esto es, un significado egocéntrico, para nosotros) sino cuál es el significado o el sentido (el contenido particular apreciado) de eventos individuales concretos o de imágenes de sueños en su cadidad. Quizás la experiencia de la falta de significado es una iniciación en el conocimiento desilusionante y liberador de que ya no somos niños divinos ni lo tenemos que ser, sino que somos mortales: “hijos de la muerte” (1 Sam. 26:16) nacidos de la muerte del niño. Y quizás la pérdida del centro simplemente significa un derrumbe del totalitarismo ontológico del cristianismo. Quizás podría abrir a una visión lejana de una psicología sin ego y sin sí mismo, sin significado y salvación—una psicología desprovista de todo este lastre teológico.