11.5.19

La esfera de lo personal y lo privado como el nuevo "campo de batalla"

Wolfgang Giegerich.

Pasaje tomado de ‘Neurosis. The Logic of a Metaphysical Illness’, pp. 144-155. Traducción Alejandro Bica.


[…] debemos familiarizarnos con lo que significa e implica “individuo solitario” visto desde dentro.

Empiezo […] a partir de la afirmación de Jung de que “la lucha de la luz contra la oscuridad ha movido su campo de batalla al interior” del individuo. Aquí debemos entender que “el interior” no había sido un espacio ya existente y disponible como un receptáculo posible para lo que Jung llamó la lucha de la luz contra la oscuridad, sino que solo se originó a través de ese mismo movimiento hacia “ello”. “El interior es”, de la misma forma que el “individuo solitario”, un producto de la historia. No existió en todas las épocas. Fue creado. Expondré tres aspectos de lo que implica lógicamente la creación y la emergencia histórica del interior.

1. Lo que ocurrió junto con la invención del concepto de individuo solitario y de la posibilidad de enfocarse principalmente en este último (que es lo que practican como su plan de negocio la mayoría de las formas de psicología moderna como psicologías decididamente personalistas) fue que […] una esfera de lo privado y lo meramente subjetivo se estableció por primera vez al lado del, y en adición al, mundo público. Es una esfera que, en un segundo paso, pudo ser construida concretísticamente y positivizada como “el interior” en el hombre. Esto significa que ahora el mundo o la vida como un todo se han diseccionado en dos esferas.

Aquí es crucial mantenerse fiel al argumento psicológico, el argumento de una psicología con alma, de acuerdo al cual lo significativo psicológicamente es solo lo que he llamado las cuestiones esenciales o últimas, las verdades del alma, y el nivel lógico. Mi tesis de que haya ocurrido una división en las dos esferas solo tiene sentido cuando usamos como criterio cuestiones esenciales.

Porque si no aplicamos este criterio, se volvería claro que una esfera privada debe haber existido siempre, incluso si en los primeros tiempos quizás solo de manera rudimentaria. Algo debió ocurrir siempre dentro de la gente desde los comienzos de la existencia de los humanos, y en tanto que estaba “adentro”, inevitablemente también era privado. (Ya en los animales más evolucionados es de asumir que emocionalmente algo está ocurriendo dentro de ellos.) En tiempos posteriores, encontramos, ya objetificada, la distinción entre templos públicos y vida de culto, por un lado, y, por ejemplo, altares familiares, por el otro lado. Jung se refirió a esta última posibilidad cuando retóricamente preguntó a la audiencia de un seminario que daba, “¿Tienen ustedes alguna esquina en algún lugar de su casa en la que realicen ritos, como podemos ver en India? Allí incluso las casas más simples tienen como mínimo una esquina con una cortina donde los miembros del hogar pueden realizar la vida simbólica, donde pueden hacer sus nuevos votos o meditaciones” (CW 18 § 626). En la Roma antigua, también, ciertas familias importantes tenían fuera del culto oficial romano su propio culto privado dedicado a los dioses particulares de la familia. Es más importante, con respecto al tema de la privacidad, que cada casa (familia) tenía su Lar Familiaris, que era honrado con rezos, ofrendas y sacrificios y pudo originalmente haber sido un espíritu del muerto, el espíritu del ancestro primordial de la familia. De manera similar, los Penates eran dioses que pertenecían a la casa y eran adorados en el hogar. Incluso más privado, concretamente en la dirección de “lo personal”, es lo que los cristianos enseñaron ya 2000 años atrás, “Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento [closet], y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; …” (Mateo 6:6). Muchos otros ejemplos de otros tiempos y culturas podrían ser listados.

Acerca de tales formas de religión privada podemos decir que la diferencia entre público-oficial y privado era meramente una diferencia de extensión, por decirlo así, una diferencia cuantitativa. No era una diferencia cualitativa, ni lógica. La lógica de la religión o de la devoción como tal, el concepto de “lo esencial”, era uno y el mismo en ambas áreas. Lo que ocurría en el culto en el altar familiar es, por decirlo así, un círculo pequeño pero concéntrico dentro del círculo más grande de la vida de culto oficial. Hay una continuidad en espíritu desde la religión pública a la devoción privada, así como esta última es en aspectos lógicos una continuación y adaptación del culto oficial a las necesidades de la esfera privada. Incluso la oración de los cristianos en “su aposento” solo equivale a la apropiación muy personal y a la intensificación interior del credo público.

Pero lo que vemos en la modernidad es que el concepto de “lo esencial” en sí mismo está afectado, en sí mismo partido. Tenemos dos esferas igualmente importantes (“esenciales”), pero el significado de “esencial” en cada una es totalmente diferente. Tenemos ahora el dominio público, la esfera de la política, la economía, las altas finanzas, la industria, la ciencia, la tecnología. Todo esto es absolutamente esencial en términos prácticos, es el campo de batalla en donde está la acción real, y en donde se determina el bienestar de cada uno de nosotros así como de cada sociedad o nación, sin duda, si pensamos en el calentamiento global, la desertificación, y una multitud de otros problemas muy serios, el bienestar del mundo natural y del Planeta Tierra a gran escala. Y, qua ciencia, la esfera pública decide acerca de lo que es verdad. Pero psicológicamente esta esfera tiene ahora el estatus de lo meramente externo y está condenada como el dominio de la ego-consciencia racionalista. Como tal se la considera como no teniendo significancia anímica alguna. (101) Es psicológicamente precisamente lo no esencial.

“El interior” del hombre, por contraste, es la esfera de lo meramente subjetivo y privado, y por lo tanto en términos prácticos principalmente (no totalmente (102)) irrelevante. Sobre todo, es lógicamente absolutamente irrelevante, en tanto que depende completamente de cada individuo lo que él quiera considerar como verdad y esencial. “Dejad que cada hombre busque el cielo a su manera”, dijo Federico el Grande, y solo lo pudo decir porque ya en su tiempo la religión había perdido su significación absoluta; había dejado de ser una cuestión de verdad y de Razón universal, y en su lugar se había vuelto una cuestión de meras opiniones y preferencias personales, de gustos: fundamentalmente beliebig, completamente dependiente del individuo, su asunto privado. En última instancia, en asuntos religiosos e ideológicos, ahora todo vale. La religión puede ser tomada en serio por los individuos, incluso pueden ser fanáticos. Pero objetivamente ya no es nada serio. De todas maneras, esta área no esencial de lo privado es ahora el “campo de batalla” en donde se decidía lo que previamente eran las cuestiones esenciales (metafísicas o religiosas), las cuestiones acerca de lo que eran “las preocupaciones fundamentales”, donde toma lugar la “vida simbólica” (Jung) o, por ejemplo como pasa en el ateísmo, donde es sistemáticamente negada, o incluso simplemente ignorada u omitida.

Ahora vemos que la división no simplemente e inocentemente creó dos dominios uno al lado del otro. Más bien, es una disociación lógica, es decir, una escisión que se da también en, o que se refleja dentro de, cada uno de los dos dominios mismos: porque es la disociación del mismo concepto de “lo esencial”. El dominio público representa lo no esencial que es en realidad absolutamente Esencial, y el dominio privado representa lo “metafísicamente” Esencial que es en realidad no esencial e irrelevante. Esta auto-contradicción dual realmente existente indica que aquí estamos tratando con una neurosis estructural. Las disociaciones paralelas se pueden encontrar en la coexistencia entre lo así llamado “mundo de la vida” natural (Lebenswelt, Husserl) y los mundos teoréticos, intelectuales de la ciencia moderna y de la filosofía así como en la división entre tiempo libre y trabajo, entretenimiento/pasatiempo y asuntos serios. […]

2. De acuerdo con Jung, “toda la animación [animatedness] primordial de la naturaleza” fue lógicamente arrancada (o extraída) de la naturaleza (de los seres naturales individuales: planetas, árboles, ríos, etc.) y “tragada en nosotros mismos”. Si bien estoy de acuerdo con la tendencia básica de la observación de Jung —no es nada más que la idea de la sublación fundamental e irrevocable del previo locus del alma durante las eras del mito y la metafísica—, pienso que las cosas son un poco más complicadas. Se trata (como mínimo) de un proceso de dos pasos. Lo que realmente le había pasado a “la animación primordial de la naturaleza” no fue de ninguna manera que fuese tragada en nosotros mismos. Fue más bien que se condensó y colapsó en la idea objetiva del Único Dios Superior monoteísta ahí arriba en el cielo y, por ejemplo, en el concepto objetivo filosófico de Ser. Así que cuando Jung habla de la “animación [animatedness]” que de acuerdo con él ha sido arrancada del mundo y metida en la persona, esto representa, hablando estrictamente, una subdetermianción [underdetermination]. No es la animación y numinosidad del mundo lo que fue tragado en el interior. Estos pertenecen a la inocencia de un estatus de consciencia pre-filosófico, es decir, mitológico. El proceso de abstracción o extracción que nos concierne aquí le ocurrió mucho antes ya al sucesor de “la naturaleza animada” (104), a la naturaleza ya reflejada como la “Creación” de Dios. O, para ser preciso tampoco le ocurrió a la naturaleza ya reflejada, sino a su terreno divino y Creador. En otras palabra, le ocurrió a la realidad metafísica conceptual, de la primera modernidad abstracta, al summun bonum, al concepto del Dios absoluto del cristianismo, al concepto metafísico del “ser más elevado”. (105) Y como resultado de este proceso de extracción ahora existía un extracto separado de la “naturaleza animada” ya sublada, es decir, el mundo metafísico. Y este extracto es el carácter lógico desencarnado, completamente abstracto, de “Lo Absoluto” como tal, es decir, absolutidad como una autoritatividad disponible [disposable] libremente flotante que podía para la gente a veces pegarse contingentemente a contenidos arbitrarios (en sí mismos vacíos, irrelevantes) e inflarlos (equiparlos con importancia absoluta y necesidad incuestionable). Esto es lo que hace posible las ideologías, el fundamentalismo, pero sobre todo también las obsesiones, compulsiones, fobias y otros síntomas neuróticos.

3. Debido al proceso expuesto bajo el punto 1, la esfera pública y oficial perdió su carácter de ser el lugar (“campo de batalla”) de las decisiones últimas y por lo tanto fue vaciada de cualquier importancia “metafísica”; simultáneamente, debido al punto 2, las realidades previas individuales de los anteriores campos de batalla de la naturaleza y de la metafísica (dríadas, deidades, espíritus, etc., por un lado, las Ideas platónicas, Dios, el Ser absoluto, la Razón divina, etc., por el otro lado) se habían vuelto lógicamente subladas y por lo tanto fueron reducidas a temas de interés puramente histórico-cultural y etnológico, o a temas de atractivo folclórico-turístico para el entretenimiento en el tiempo libre de la gente. Lógicamente los dioses y espíritus se convirtieron en meras “ideas humanas”, “contenidos de la consciencia” en las mentes de la gente primitiva pre-científica e ingenua durante eras pasadas, en “lo que ellos pensaban y creían”. Como tales son en el fondo meras curiosidades. Pueden, de todas maneras, también servir como accesorios desechables convenientes que, más allá de su valor de entretenimiento o de interés científico-histórico, puedan ser utilizados como ladrillos de construcción en ideologías y cultos modernos, pensemos simplemente en las religiones de brujería pagana moderna, o en gente intentando practicar chamanismo americo-indio o viviendo como druidas celtas, etc. Pero, otra posibilidad, más seria, si esas ideas emergen del pozo nocturno de la memoria histórica en el interior del individuo, (106) representan también elementos preparados para ser inflados, si la ocasión lo requiere, por la absolutidad ahora libremente flotante y a convertirse en lo que Jung llamó “imágenes numinosas arquetipales”. O, en el caso del cristianismo y de otras “religiones altas”, sus ideas aún son posibles hoy, pero solo como convicciones totalmente privadas en el interior de uno, en la mente y el sentimiento subjetivo de uno, y no como verdades objetivas.

La esfera reducida y fundamentalmente irrelevantizada de lo personal y lo privado es —o mejor, da la impresión de ser— la sucesora de la esfera del mito y la metafísica, y ahora en la modernidad provee (de nuevo debo decir: parece proveer) el ámbito exclusivo que la vida esencial tiene a su disposición para mostrarse a sí misma, y es el horizonte completo y la circunferencia última dentro de la cual tiene que desplegarse ella misma. Esto tiene la consecuencia de que el hombre se ha convertido en homo psychologicus y tiene ahora en todos los aspectos esenciales, es decir, en cuanto a lo que concierne a la “importancia” y el significado, una relación psicológica con él mismo y una interpretación de él mismo, y psicologiza incluso su experiencia del mundo, su relación entera con el mundo, mientras que con respecto a la verdad auto-evidente tiene una relación científico-técnica consigo mismo y el mundo.

Respecto al aspecto de este encauzamiento de “lo esencial” hacia la esfera de lo personal y privado, podríamos decir, en un lenguaje aún mitologizante, que el “Spirit Mercurius” está ahora encerrado en la botella de lo privado y subjetivo. La vida esencial o “metafísica” que una vez, en tiempos arcaicos, estaba liberada, dispersa, diseminada, en todo el amplio mundo (el cosmos) alrededor nuestro —y más tarde, en tiempos de la metafísica, en toda la expansión del Ser como tal, en la Creación y en el logos— para representarse ahí afuera y regresar a hablar al alma y al corazón desde ahí, está ahora embutida en el pequeño espacio del interior de la persona. Esto tiene la consecuencia de que el material que tiene disponible para expresarse a sí misma (para decirlo en términos de la lógica de la existencia) (108) ya no puede ser los planetas y los espíritus en los árboles y ríos, Cielo y Tierra, paraíso e infierno, Dios y su obra de salvación en la historia, ni tampoco puede ser “lo universal, lo particular y lo individual”, ni sujeto, predicado y cópula. No, la materia para expresar lo que es absolutamente esencial ha de ser mamá y papá y mi relación con ellos, mi ego, el desarrollo de mi infancia, mis emociones y deseos, mis experiencias traumáticas y mis reacciones a ellas, mis conflictos, mi culpa y mi dolor, mi importancia e identidad, “yo y mi jefe”, “hombre y mujer” —nota bene: todo esto no meramente como ejemplos y representaciones individuales finitas de la lógica de la existencia, entre muchas otras, sino como su absoluto locus y realidad inmediata. Ellas tienen que ser ahora “Lo Absoluto”, ser de absoluta importancia. […] (109) […]

Cuando dije que la esfera reducida de lo personal y lo privado es la sucesora de la esfera del mito y la metafísica y ahora provee el ámbito exclusivo que la vida esencial tiene a su disposición para mostrarse a sí misma, ya añadí entre paréntesis que solo parece ser de esta manera. Es inherente en la lógica de la neurosis dar esa impresión a nosotros. En otras palabras, la idea de que la esfera de lo interior se ha convertido en el nuevo campo de batalla pertenece a la apariencia psicológica ilusoria. Es ella misma una interpretación neurótica de la situación moderna, la situación del homo psychologicus. No debemos dejarnos engañar por la apariencia creada por la relación con el mundo neurótica, totalmente psicologizada. Precisamente no es en “el interior” del hombre donde la verdad del alma se expresa a sí misma predominantemente. El interior no es el sucesor moderno del cosmos, ese cosmos que era el lugar en el cual en el tiempo del mito y, en diferentes manera, de la metafísica la verdad interior de la lógica del ser-en-el-mundo humano se articulaba a sí misma.

La introspección no es el camino a seguir —fuera de los estrechos límites de los intereses de la auto-reflexión crítica de uno (que incluye el propósito de superar los complejos neuróticos de uno). Lo que ocurre y se presenta a sí mismo en el interior, especialmente en la neurosis, no tiene de manera general relación con el mundo ni referencia al ser, no tiene significancia “religiosa”, “metafísica” o de alma, no es un acceso al significado y no trata de la verdad verdaderamente válida, sino que es desde su base privado, carente de mundo, separado de lo Universal. Contradigo a la idea de Jung de que la neurosis es “el intento de la naturaleza de curarlo [al hombre que está enfermo]” (CW 10 § 361) o incluso un intento (incluso si es de manera incompleta o no es exitoso) de curar un problema colectivo (cf. CW 7 § 438 y § 4). Es un “juego” en el cual el alma individual aislada se ocupa de sí misma solo consigo misma. Un ego-trip. De todas maneras un ego-trip del alma (¡no de la ego-personalidad!). […]

Pero todo esto significa, también, que el homo psychologicus, es decir, ese hombre que se define a sí mismo en términos de “el interior” y busca el significado ahí, permanece dando su espalda al verdadero campo de batalla en el que “la lucha de la luz contra la oscuridad” se pelea hoy en día, esa arena en la cual las decisiones esenciales de hoy son decididas.


Notas

101. En tiempos anteriores, la vida de culto, por un lado, y la política y otras áreas de la vida práctica, por el otro lado, estaban intrínsecamente entrelazadas.

102. Puede influenciar en la opinión pública y los patrones de votación, puede ser transformada en ideologías y en sistemas de creencias que influyan a otros, incluso a las masas.

104. Con la ayuda de un pasaje de Chaucer expuse un aspecto parcial de este cambio de una naturaleza animada a su sucesor en el Capítulo 8 […] de The Flight Into the Unconscious […] [‘El error básico de la psicología de la oposición entre "individual" y "colectivo": reflexiones sobre el Magnum Opus del Alma hoy’]

105. Cuando Jung dice que, “las estrellas han caído del cielo y nuestros símbolos más elevados han palidecido” él usa, ciertamente, un lenguaje que evoca a una situación politeísta pagana, pero esta imagen es sin embargo meramente su metáfora paganizante y mitologizante para un proceso que en realidad le ocurrió al “cielo” como tal, es decir, a la esfera metafísica y cristiano-religiosa como un todo, y por lo tanto a su símbolo más alto: Dios.

106. Jung lo postuló (a veces de una manera mistificadora) como “el inconsciente colectivo”.

108. Este “expresarse a sí misma” podría ser visto como una analogía espontánea de lo que Dora Kalff estableció como un método psicoterapéutico, concretamente la terapia de la caja de arena. El cosmos podría entonces ser comparado a la “arena” de la caja de arena y todas las cosas en el cosmos a las “figuritas” usadas para crear una imagen específica de la caja de arena.

109. Las imágenes arquetipales que ocurren en los sueños y otras experiencias interiores no son comparables con respecto a la “importancia absoluta” y “la realidad inmediata” con “mamá” y “papá”, “mi trauma infantil” y todas las otras cosas que se vuelven el material del hombre psicológico para expresar sus mayores intereses. Las imágenes arquetipales pertenecen solo a la retórica del alma. Como tales, por supuesto, se les puede dar la máxima importancia a través del ego.