5.4.19

Psicología psicológica

Wolfgang Giegerich,
1979.

Pasajes tomados de 'The neurosis of psychology', "The leap after the throw: on 'catching up with' projections and on the origin of psychology". Traducción: Alejandro Bica.


Obviamente, hay dos tipos diferentes de afirmaciones en el área de la psicología: se pueden hacer afirmaciones sobre fenómenos psíquicos individuales (o, respectivamente, verificar, desaprobar, desmentir, complementar o corregir afirmaciones ya existentes); pero también se puede enfocar en la totalidad de la psicología, ese elemento en el cual flotan 'fatídicamente' todas las afirmaciones psicológicas debido a su ascendencia, el espíritu general que las permea y que les da su significancia.
p. 70.

Aún no tenemos una psicología real. Nuestra psicología actual, aunque (y porque) es lo opuesto a la física, ha estado mucho tiempo, y lo ha estado de manera fundamental, al servicio de la física; de hecho, en el fondo es en sí misma una física de las ideas y estados interiores. (n.1. Uso “física” aquí como una etiqueta práctica para toda una mentalidad. Más que basarme en la física como una ciencia especializada en el sentido estricto, tengo en mente la física como ciencia y modelo fundamental para todas las ciencias modernas. También tengo en mente esa física que está en el centro de la “visión del mundo moderno (Weltanschauung)”, que tiene su raíz en la metafísica occidental y que tiene, en tanto que física, una relación esencial con la meta-física. —Mis observaciones subsiguientes no son un ataque a la física misma, sino que apuntan exclusivamente a nuestra psicología fisicalizada.)
p. 81.

La física misma proviene, después de todo, del alma.
p. 81.

La psicología no es simplemente psicología; además debe ser psicología psicológica. Por lo tanto, no es suficiente para la psicología tener que ofrecer, como lo hace la física, hipótesis y enseñanzas sobre sus objetos de estudio (sentimientos, ideas, sueños, etc.). Esto sería solo “el lanzamiento”. Para que se convierta en algo psicológico, se exige algo más. La psicología existe solo si y en tanto que alcanza su propia concepción saltando en ella, porque es su naturaleza estar siempre al principio por delante de sí misma y por lo tanto ser un movimiento dinámico y de tensión interna. El lanzamiento (teorización), también, es movimiento; cada nuevo descubrimiento nos lleva más allá del conocimiento familiar. Pero el lanzamiento es, en contraste al salto, un movimiento en el cual algo retiene su forma fija, estática: este algo es la ciencia misma como sujeto teórico. El lanzamiento solo, sin el salto, aún permanece en la dimensión del "mundo de la física".
p. 87.

Lo que convierte a la proyección en un asunto psicológico problemático es que el movimiento se termina con el lanzamiento. Porque el lanzamiento significa que el sujeto está en frente del objeto arrojado y se vuelve su observador (desde fuera). En consecuencia, la proyección es vista como percepción; uno se adhiere a lo que ve, a los “hechos”, los cuales, sin embargo, en el caso de la proyección precisamente no son hechos sino distorsiones. Así es fácil ver por qué se sugiere a sí misma la demanda de que las proyecciones deberían ser retiradas. Por contraste, si el lanzamiento es desde el arranque entendido en términos del salto, entonces la proyección arroja en el mundo “no lo que los ojos pueden ver, sino lo que abre los ojos” (Kena Upanishad), no algo a ver, sino una luz. La confusión de la luz brillante con lo que es visto bajo esta luz es la esencia del literalismo psicológico, del pensamiento en términos de “geometría-física” en psicología. La psicología comienza cuando, por su parte, entra en esta luz, empezando a ver por medio de ella y de esta manera desaparece en ella en vez de esperar a verla a la manera en que se ve una cosa.
p. 89.

La psicología convencional no está interesada en su propio mirar, solamente está interesada en lo que es visto empíricamente. Solo pro-yecta, ent-wirft, diseña (p. ej. teorías sobre fenómenos psíquicos), pero no alcanza y se expone a su propia teoría lanzada o pro-yectada. En vez de saltar, p. ej. hacia la teoría de los arquetipos para que pudiese estar subordinada y expuesta a su propia teoría, es decir, en vez de tomar los arquetipos como la luz en la cual y por medio de la cual verse a sí misma, los deja en su forma inicial ("pro-yectada") donde tienen que ser objetificados o sustancializados en hechos empíricos a ser percibidos en frente de nosotros o incluso —con una intensificación máxima de lo empírico-físico en algo cuasi-metafísico— en “arquetipos-en-sí-mismos” transempíricos; con el resultado de que la psicología en última instancia permanece “física”. Creyendo que tiene que probar arquetipos y p. ej., cuando trabaja con sueños, demostrar las imágenes arquetipales en ellos, nos expulsa a las gradas y nos mantiene, como meros observadores, fuera de ellos. El acto de saltar le conferiría a la psicología la adentridad [innes] en las imágenes. La psicología comenzaría a ver arquetipalmente en lugar de ver “los arquetipos” o las imágenes arquetipales. La psicología admitiría expresamente dentro de sí misma la representación de los arquetipos; en lugar de simplemente tratar con imágenes, mitos, fantasías como sus temas y practicar la imaginación activa como su método, se volvería en sí misma imaginativa ("fantástica") y poética. En tanto que teoría del alma, se hundiría en el alma productora de imágenes y alcanzaría e integraría la concepción de que la psicología es en sí misma una expresión del alma (la vida del alma). Lo psíquico sería igual a lo psicológico. La psicología tendría realmente el estatus especial que le atribuye Jung, el estatus que consiste en el hecho de que su objeto es el sujeto observador mismo. Habría saltado hacia atrás del rango de las ciencias hacia el libre juego de la imaginación misma, del cual las ciencias, también, han surgido como una idea particular.
pp. 89-90.

El idea de una psicología que es en sí misma poética o incluso especulativa crea temor. Pero entonces olvidamos que especulación deriva de speculum, espejo, y que es el único elemento en el cual, si acaso, la consciencia y la verdadera crítica pueden ocurrir. Porque sin el espejo de lo especulativo solo vemos el objeto visible, pero no advertimos la luz en la cual vemos, y así también perdemos la oportunidad de descubrir en lo que vemos nuestro propio mirar o perspectiva. ¿Por qué el ver a la Gorgona Medusa no fue fatal, únicamente, para aquel que la vio en un espejo? Porque la imagen reflejada, después de todo, ya no podía mostrar a la Gorgona amable e inofensiva que era. Sino que el espejo, al distinguir la imagen de la cosa positivo-fáctica y abrir el espacio intermedio de la diferencia psicológica, podía representar el objeto visto como lo que es visto por nosotros y así llamar la atención explícitamente a la colaboración de nuestro modo de mirar. La lección del mito es que el efecto petrificante de la Gorgona no yace en ella como objeto empírico, sino en el modo de mirar empírico, sin reflejar, sin diferencia. Y el que ve de esta manera, ve a la Gorgona por todas partes, al igual que a la inversa Fausto, impregnado por una poción de amor, tenía que ver a Helena en cada mujer. Ya tiene a la Gorgona dentro suyo y mira con su mirada petrificante al mundo.
El salto después del lanzamiento cambia el foco de atención desde los objetos o contenidos a la perspectiva con la cual los vemos.
p. 91.

La grandeza y profundidad de una psicología no yace en sus respuestas, sino en el espíritu de sus preguntas. Su grandeza no está en el hecho de que por medio de los contenidos de sus enseñanzas nos pueda ofrecer, p. ej., arquetipos, individuación, totalidad, el significado de la vida, de hecho quizás incluso Dios, sino si llega a sus propias ideas psicológicas con la razón del corazón, la profundidad y fluidez de la mente, un arraigo en la imaginación “cosmogónica", una apertura fundamental para lo que pueda mostrarse y el espacio intermedio del alma como su concesión anticipada.
¿De qué sirve hablar de totalidad si el estilo mental de hablar no está en sí mismo caracterizado por la totalidad? La psicología debe dejar de predicar la totalidad como parte de su ideología y en su lugar comenzar a ver incluso a lo singular y unilateral de un modo holístico. La totalidad no debe ser buscada como un objeto ante nosotros (simbolismo del mandala, etc.); debe ser el espíritu de nuestra visión psicológica. ¿De qué sirve la concepción magnífica del unus mundus si solo queda como una teoría sobre el mundo, un contenido del pensamiento que podemos admirar con reverencia, la cual, sin embargo, no es “alcanzada”, es decir, la cual no vuelve a casa de manera subversiva a nuestro pensamiento y ser apartándonos de nuestro encajonamiento en la mentalidad científica y colocándonos directamente en lo abierto? ¿De qué sirve todo ese hablar sobre creatividad si este hablar simplemente repite una y otra vez como un loro, sin creatividad, lo que se puede leer en Freud, Jung, Neumann, etc.? Un ejemplo brillante para demostrar lo contrario es el propio Freud cuando se dirigió al fenómeno más insignificante, los lapsus de la vida cotidiana, de una manera creativa. Esto muestra que no se necesita estar conectado a un inconsciente creativo especial. La profundidad creativa está en todas partes; cualquier cosa puede convertirse en el origen de la creatividad si se la ve de manera originaria.
La psicología debe ella misma volverse creativa nuevamente; no debe versar sobre psicodinámica, sino ser ella misma psicodinámica, movimiento viviente del alma, como lo había sido originalmente con Freud así como con Jung. El último escribió en reacción al intento por parte de ciertos junguianos de dar definiciones precisas para algunos de sus conceptos, “A partir de tales discusiones vemos lo que se espera de mí una vez que me haya vuelto póstumo. Entonces todo lo que una vez fue fuego y viento será embotellado en espíritu y reducido a panaceas muertas” (Letters 2, p. 417 […]).
Si eso con lo que está tratando la psicología es fuego, entonces la psicología será incendiada y consumida por sus propios contenidos. El fuego es contenido y contenedor, sujeto y actividad al mismo tiempo. Un león es algo que, además de su ser, también devora; el fuego, en contraste, es en sí mismo el proceso de consumir, y nada más. De este modo, la imagen del fuego se convierte en un puente para la comprensión del ser psicológico, y al mismo tiempo del verdadero movimiento psicológico. En él, como el movimiento ontológico que ya hemos caracterizado, lo que se mueve no puede distinguirse del movimiento, el sujeto no puede distinguirse de su estado. Si realmente ocurre la psicología, entonces el asunto no está en movimiento como algo dado (p. ej., como el desarrollo de un ser humano existente), sino como movimiento; y no está en el tiempo (¡Por supuesto tampoco en la (o en el tipo que sea de) atemporalidad!), sino como tiempo, concretamente, como imaginación (Ver Martin Heidegger, Sein und Zeit).
Este es un movimiento como el que encontramos en la obra poética o también en un círculo. En cuanto a las obras poéticas, no estoy pensado tanto en las obras cuyo contenido es una historia emocionante y llena de acontecimientos, sino en tales obras tranquilas como, p. ej., Nachsommer (“Indian Summer”, 1857) de Adalbert Stifter, en la cual, a través de 800 páginas o más, no pasa casi nada, y sin embargo es en verdad un increíble movimiento interno. En cuanto al círculo, no estoy pensando en un carrusel, porque se mueve en un círculo, a través de una trayectoria circular existente. En vez de este movimiento (físico) derivado tengo en mente el movimiento original, de esa línea circular, que está en reposo y que como tal es un movimiento interno, en otras palabras, un concepto de movimiento que ha sido transmutado por el movimiento mismo. Cada imagen lírica, cada imagen de sueño está en movimiento en este sentido, incluso si se trata de una imagen de calma o incluso de rigidez.
Me parece que la cuestión de si una verdadera psicología es posible o no [...] depende de si podemos dar paso a este tipo de movimiento. Y a la inversa, el surgimiento de tal movimiento depende de la condición de que no debe ser el movimiento de la persona, sino que se le permita ser el movimiento de la psicología, es decir, movimiento ontológico, imaginal, un movimiento en el cual la persona está abarcada. Jung dijo: “No hay evolución lineal; solo hay una circunvalación del sí mismo. Un desarrollo unidireccional existe, a lo sumo, solo al comienzo; después todo apunta al centro” (MDR, pp. 196s. […]). Con esta idea Jung alcanzó originalmente su concepción proyectada de individuación como una auto-evolución. Ya no se concibe como un movimiento dirigido hacia una meta. Es la simple circunvalación “intensional” que tiene su meta no afuera y por delante de sí misma, sino ya adentro suyo (“verdadera interioridad") y está por lo tanto abierta a las más diversas experiencias […].
Pero el pensamiento y la práctica de la psicología convencional no va más allá de esa idea de un desarrollo unidireccional, lineal, es decir, un movimiento externo y derivado concebido en analogía a la locomoción. Cuando busca la individuación, piensa en términos de procesos, metas-dirigidas, maduración, desarrollo de la personalidad, auto-evolución, búsqueda, y no piensa todo esto con imaginación, sino literalmente. Aquí se nos prescribe un objetivo, una meta por la que deberíamos luchar y que se espera que se convierta en un contenido de nuestra experiencia. De esta manera, permanecemos en la esfera del “debería” y “tendría”; pero un estado que debería ser, en realidad nunca será una realidad presente. “El lanzamiento” es todo lo que hay. El salto que debería alcanzar la individuación no tiene lugar. Por supuesto, mientras que la individuación sea vista como una tarea para la persona y no para la psicología, permaneceremos con la idea de evolución lineal. Porque una circunvalación por parte de la ego-personalidad como la que aquí se sugiere no solo sería imposible, sino que también sería completamente monótona. Es precisamente por esta razón que se necesita el salto, el salto que lleva fuera del mundo personal hacia el Espacio Interior de la psicología, de lo imaginal.
pp. 91-94.