17.3.09

La casa de Hades

James Hillman, "El sueño y el inframundo", 1979 (Paidós).
Fragmentos tomados por Alejandro Bica.


“Cuando pensamos en la Casa de Hades, debemos recordar que los mitos nos cuentan que en el inframundo no existe el tiempo, no hay deterioro, ni progreso, ni ningún tipo de cambio. Dado que el tiempo no tiene relación con el inframundo, no podemos concebir este último como un ‘después’ de la vida, exceptuando los pensamientos a posteriori en la vida. La Casa de Hades es un ámbito psicológico actual, no un reino escatológico posterior. No es un lugar lejano donde se juzgan nuestras acciones, sino un lugar para juzgar, ahora y en nuestro interior, la reflexión inhibidora subyacente a nuestras acciones.” (51-52)

“Hades es la causa final, el propósito, el telos de cada alma y proceso anímico. […] Todos los fenómenos psíquicos tienen un aspecto Hades. […] Todos los procesos del alma, todo en la psique, se mueve hacia Hades. […] Moviéndose de las relaciones visibles a las invisibles y muriendo a la vida.” (52)

“Hades es invisible y sin embargo está absolutamente presente.” (53)

“¿Cuál es el propósito de este acontecimiento para mi alma, para mi muerte?” (54)

˝El inframundo es inverso al mundo diurno y, por lo tanto, su comportamiento será reverso, perverso. Los que es mierda desde la perspectiva del mundo diurno se convierte en alimento para el alma cuando estamos del revés.” (65)

“Este mundo es fluido, o polvoriento, ardiente, fangoso o etéreo, con lo cual no hay nada firme donde sujetarse. […] Impalpable, que se nos escapa entre los dedos o se quema al tocarlo.” (67)

“Lo que uno sabe de la vida puede no ser relevante para lo que hay debajo de ella. Lo que uno sabe y ha hecho en la vida puede ser tan irrelevante para el inframundo como las ropas con que nos adaptamos a la vida y la desnudez que está oculta, ya que en el inframundo todo nos es arrancado, y la vida se queda con los pies en la cabeza. Somos más que las expectativas basadas en nuestra experiencia vital, junto con la sabiduría que de ella obtuvimos”. (70)

“(Frag. 27) [Heráclito]: «Cuando los hombres mueren, ahí les está aguardado lo que ni esperan ni mucho menos imaginan». […] La esperanza específica que es abandonada al entrar en la perspectiva del inframundo es la fantasía de las expectativas de la vida cotidiana y de las ilusiones de carne y hueso. «En Hades las almas son ‘incurables’», dijo Platón. No cabe esperar ningún cambio, pues tal esperanza sería esperar la cosa equivocada.” (70-71)

“El Hades dentro de Dionysos afirma que hay un significado invisible en los actos sexuales, un significado para el alma en la procesión fálica, que toda nuestra fuerza vital, incluidos los deseos polimórficos de la psique, se refieren al inframundo de las imágenes. Las cosas en la vida, no importa cuán llenas de vida estén, no sólo son naturales. Dionysos también es un ‘downer’. Tal vez nos creamos que estamos viviendo la vida solamente al nivel de la vida, pero no podemos rehuir el significado psíquico de lo que estamos haciendo. El alma se hace en la derrota del mundo. Lo que tiene sentido para la vida, en ese mismo momento lo tiene para el alma.” (72-73)

“El reino de los muertos no está tan muerto como creemos. Hades también puede raptar y capturar la psique mediante fantasías sexuales. Aunque no tengan thymos, cuerpo ni voz, en las sombras hay una libido oculta.” (73)

“El inframundo es psique. Cuando empleamos la palabra ‘inframundo’, nos estamos refiriendo a una perspectiva completamente psíquica, donde el modo de ser de uno ha sido desustancializado por entero, su vida natural eliminada. […] La perspectiva del inframundo altera radicalmente nuestra experiencia de la vida, que deja de tener importancia en sus propios términos y pasa a tenerla sólo en términos de la psique.” (75)

“La intervención de Hades pone al mundo del revés. El punto de vista de la vida se termina; los fenómenos son vistos no solamente a través de los ojos de […] la vida humana y el amor, sino a través de Tánatos, sus frías e inamovibles profundidades alienadas de la vida. Al poner las cosas del revés, de esta manera estamos participando en el rapto de Hades. […] Este rapto amenaza el sistema psicológico intocado que toma su fuerza de la vida, ateniéndose a las relaciones humanas y a los modos naturales de la hija de Deméter. El rapto hace que el alma de Perséfone pase de ser la hija de Deméter a ser la esposa de Hades; del ser natural de la generación, que se le da a una hija por maternar la vida, al ser psíquico del matrimonio con lo que es extraño, diferente, y no es dado. La experiencia del inframundo es abrumadora. […] Se nos presenta como una violación, arrastrándole a uno fuera de la vida y hacia el reino que los himnos órficos a Plutón describen como ‘vacío de día’.” (79-80)

“Es a la vez una perdida que nos vacía (Hades) y un enriquecimiento (Plutón).” (80)

“Penetrar en los Infiernos es ‘abandonar la placentera luz solar’.” (80)

“Somos llevados a rastras hasta el carro de Hades sólo si somos sorprendidos en los verdes campos de Deméter, bien inocentes y jugando seductoramente con los compañeros entre las flores. Este mundo debe abrirse. Cuando se abre el suelo bajo nuestros pies, sentimos el abismo de la desesperación.” (81)

“Una parte nuestra no es arrastrada hacia abajo, sino que siempre vive ahí.” (81)

“«Penetrar en el inframundo» se refiere a la transición desde el punto de vista material hasta el psíquico. Tres dimensiones se convierten en dos a medida que se desmorona la perspectiva de la naturaleza, la carne y la materia, dejando una existencia de imágenes, eidola, inmateriales y espectrales.” (83)

“Penetrar en el inframundo es como entrar en el modo reflexivo, reflejar […], mediante la reflexión.” (85)

“El paso de la percepción física tridimensional a la reflexión psíquica bidimensional se vive de entrada como una pérdida: sin thymos anhelamos, nos lamentamos, paralizados, repetitivos. […] La pérdida es característica de las experiencias en el inframundo, desde el duelo hasta el sueño, con su peculiar sensación de incompletitud, como si hubiera algo más que no se nos dio, algo encubierto en ello, una parte perdida. Una vida que es vivida en íntima relación con la psique tiene, sin lugar a dudas, un continuo sentimiento de pérdida. Sería noble creer que éste es el permanente sacrificio que el alma requiere, pero no se siente como algo tan noble, y en cambio experimentamos la humillante inferioridad de la incertidumbre y un deterioro del potencial.” (85-86)

“Sin embargo, la pérdida no lo es todo, ya que la dimensión que se percibe como pérdida es, de hecho, la dimensión del vacío.” (86)

“Estamos experimentando una dimensión diferente, y el precio para ser admitidos es la pérdida del punto de vista material.” (86)

“Destrucción, disolución, descomposición, separación, desintegración.” (48)

“Los procesos alquímicos de putrefacción y ennegrecimiento, terribles heridas y llagas purulentas, carnicerías rituales de animales o su contagio y envenenamiento, así como otras imágenes impactantes, apuntan hacia algo material que está perdiendo su sustancia e impulso, hacia donde el impulso físico o el instinto animal están descendiendo al inframundo. […] Opus contra naturam.” (87)

“Nuestro ser del inframundo es negro. […] Nuestro ser negro lleva a cabo todas las acciones igual que lo hacemos en nuestra vida, pero su vida no sólo es nuestra sombra. Desde la perspectiva psíquica del inframundo, sólo la sombra tiene sustancia, sólo lo que está en la sombra importa de verdad, eternamente. […] La sombra es la sustancia misma del alma, esa oscuridad interior que nos atrae hacia abajo, alejándonos de la vida y manteniéndonos en relación inexorable con el inframundo.” (89)

“Estamos siendo observados desde el interior de nuestras acciones por la sombra del cuerpo, el cual es el testigo más cercano.” (91)

“Cada acercamiento al inframundo se hace a través del Estigia y debemos enfrentarnos al obstáculo que representa la frialdad de su odio. Ello es inevitable y debemos dejarnos de sentimentalismos. Cada paso acertado en este mundo nocturnal mata lo que encuentra. Nos topamos con densidades, resistencias tenaces que penetramos mediante el insight, un insight que nos conmociona y trae consigo una sensación de muerte. Algo donde habíamos basado nuestra vida y a lo que nos habíamos aferrado, ahora podemos verlo en profundidad.” (197)

“Cuando una imagen onírica es humedecida, empieza la disoluto, y se va convirtiendo en más psíquica. […] Se va haciendo alma. […] Humedecer […] se refiere al placer que siente el alma al morir, al hundirse lejos de fijaciones en problemas literales. […] El inframundo diferencia por lo menos cinco ríos: Estigia, el gélido; Piriflégeton, el llameante; Cocito, el lastimero y melancólico; Aqueronte, el depresivo y negro. […] La emoción se sitúa normalmente en el alma seca del ego a medida que se va disolviendo, y no en las aguas, que a menudo simplemente están ahí, indiferentes, desapasionadas, receptivas.” (211-212)

“El corazón tiene una frialdad, un espacio reservado, como el refrigerador que preserva, mantiene, protege, aísla e interrumpe la animación y la circulación; una congelación alquímica de la sustancia. La crueldad y el desprecio vil acompañan una sensación íntima de profundidad extrema. Tal vez en mi hielo se halle mi princesa de cuento de hadas, a quien la psicología del ego quiere devolver a la vida con un beso; por el contrario, quizás esté comprometida con su gélida inmovilidad, profundizando hacia el Noveno Círculo, por debajo de todo lo que se mueve; un desapego y una estabilidad que recuerdan el frío cuerpo de la muerte.” (234)

“Si le seguimos hasta el mundo nocturno, nuestra consciencia será vespertina, una conciencia que se adentre en la noche, su terror y su bálsamo, o una conciencia como Perséfone, con esa excitación que se siente al perseguir imágenes hasta sus profundidades para aparearlas con la inteligencia de Hades.” (262)

“La perspectiva de la profundidad, sin nada más fiable bajo nuestros pies que la profundidad misma.” (273)