12.2.10

La fuerza del "pensamiento": Berkeley, Heidegger & Giegerich

Por Enrique Eskenazi.
Barcelona, 11 de febrero 2010


En un pasaje de su profunda, compleja y voluminosa obra sobre Nietzsche (1), Martín Heidegger hace la siguiente observación (mi traducción):

“¿Cómo puede un pensamiento (una idea) poseer fuerza determinativa? “¡Ideas!” ¿Cómo cosas tan volátiles van a ser centro de gravedad? Por el contrario, ¿no es acaso determinante para el hombre justamente lo que se agolpa a su alrededor, sus circunstancias -por ejemplo, su alimento? Recordad la famosa sentencia de Feuerbach: “El hombre es lo que come”. ¿Y, junto con el alimento, la localidad? Recordad las enseñanzas de los sociólogos clásicos ingleses y franceses respecto al milieu- que significa tanto la atmósfera general como el orden social. ¡Pero los “pensamientos” no, ni con la mejor voluntad!

A todo ésto Nietzsche respondería que es precisamente una cuestión de ideas, puesto que éstas determinan al hombre aún más que aquellas otras cosas; ellas solas le determinan con respecto a esos mismos alimentos, con respecto a su localidad, a su atmósfera y su orden social. En el “pensamiento” se hace la decisión respecto a si los hombre y las mujeres adoptarán y mantendrán precisamente estas circunstancias o si elegirán otras; si aún interpretarán las circunstancias escogidas de este modo o de este otro; si bajo este o aquel conjunto de condiciones pueden o no hacerse cargo de tales circunstancias. El hecho de que tales decisiones con frecuencia se desplomen en la irreflexión (carencia de pensamiento) no testimonia contra el dominio del pensamiento, sino a favor suyo. Tomado por sí mismo, el milieu no explica nada; no hay milieu en sí mismo. En este sentido Nietzsche escribe (en La Voluntad de Poder, 70; de los años 1885-86): “Contra la doctrina de la influencia del milieu y de las causas extrínsecas: la fuerza interior es infinitamente superior”. La más intrínseca de las “fuerzas interiores” son las ideas.” (ps. 22-23)

O, dicho de una manera aún más clara: la más interna de las fuerzas internas es el pensamiento, la idea. Naturalmente, no se trata aquí de “mis pensamientos” o “tus pensamientos”, “mis ideas” o “tus ideas”, sino de LA IDEA (el Concepto viviente, diría Hegel) que se abre camino, aún a través de la pobreza o incluso ausencia de pensamientos-no sólo en el ser humano, o en la realidad colectiva, sino y sobre todo en el mundo mismo. Es a esta idea a lo que Wolfgang Giegerich llama “la vida lógica del alma”.

De ahí que en su obra fundamental, lamentablemente no traducida al castellano, “The Soul's Logical Life” (La Vida Lógica del Alma), Giegerich escriba (mi traducción), jugando con una afirmación del gran filósofo del siglo XVIII, el obispo Berkeley:

“El lema del obispo Berkeley que encabeza todo este capítulo, “el alma piensa siempre” tiene naturalmente un significado específico en el contexto de la filosofía de Berkeley. Pero aquí quiero de algún modo transplantar el enunciado desde su propio contexto nativo al ámbito que nos ocupa... Lo que puedan haber significado “alma” y “piensa” para Berkeley y en el contexto más amplio del pensamiento del siglo XVIII, no es lo que aquí nos interesa. Tomando este dicho tal como suena, no debiéramos leerlo como una descripción del acto empírico o una conducta realizada por alguna cosa llamada “alma”. Debiéramos leerlo filosóficamente, como un “enunciado especulativo” en el sentido de Hegel. Si alma siempre piensa, esto nos dice que su misma naturaleza es el pensamiento (pensar). Pensar no es una ocupación ocasional entre otras varias. El alma existe en tanto que pensamiento... No puede separarse la existencia del alma de su pensamiento, en otras palabras: no puede comenzarse con la idea de un alma que primero de todo existe y que luego también piensa ocasionalmente.
Aquí topamos con un problema que tiene mala prensa especialmente en el pensamiento psicológico. Tanto dentro como fuera de la psicología, en nuestro tiempo es muy raro el conocimiento de lo que sean el pensamiento y la experiencia efectiva del pensamiento real. Sin embargo (o precisamente por esto) la mayor parte de la gente siente que ya sabe lo que es pensamiento. Lo confunden con su propia idea abstracta y muerta de ello, lo juzgan sobre la base de las meras actividades de su ego en sus raros esfuerzos por pensar. En estos prejuicios el pensamiento se ve como lo opuesto de “sentir” e “imaginar”, así como de “cuerpo” e “instinto” y se lo despacha como perteneciente a la “torre de marfil”. Hay que dejar estos prejuicios, ya que sería una ilusión esperar disiparlos. Sería más difícil explicar a tales gentes lo que el pensamiento es, que explicarle a un ciego lo que es “rojo” o “azul”, o a un psicópata lo que es la mala conciencia: estos últimos al menos saben que no saben.
Los junguianos tienen además una dificultad adicional: tienden a entender el pensamiento como una de las cuatro “funciones” de orientación en el sentido escindido y positivizante de la tipología de Jung -una terrible reducción y dilución. Puede bastar aquí con apuntar a la dimensión en la que debe buscarse el pensamiento, afirmando que es el pensamiento lo que le da la verdad que tienen a un templo griego, a la música de Bach o de Mozart, a las grandes obras de la literatura y la pintura. Nunca puede acentuarse lo suficiente: el pensamiento no es una “función”, aun cuando lo que Jung llamó “función pensamiento” sea por supuesto un momento en el pensamiento explícito y desarrollado. El pensamiento es la quintaesencia de las cuatro funciones y está más allá de ellas. Es la ruptura del nivel de las funciones psicológicas particulares hacia el nivel enteramente diferente de la lógica o del Concepto... El pensamiento es lo que requirit totum hominem (2), presupone “al hombre entero” que aún no está escindido en talentos y facultades separadas. (El pensamiento) es las funciones positivizadas subladas-sublimadas (sentimiento sublado-sublimado/ imaginación sublada-sublimada/ deseo sublado-sublimado/ instinto sublado-sublimado o superado, etc.). Básicamente, el pensamiento es la apertura del alma (o del "hombre entero”) a lo que es, la capacidad de expresar y responder a la verdad de la era (3)... Lo que pensamiento quiere decir en este contexto no es por tanto pensamiento abstracto, sino pensamiento viviente, mejor aún: movimiento lógico, vida lógica.”

© E. Eskenazi

Notas

(1) M. Heidegger, Nietzsche, translated by David Farrell Krell, ed. Haper Collins, 1991
(2) Formulación alquímica citada frecuentemente por Jung: (el Arte) requiere la totalidad del hombre.
(3) De acuerdo con Hegel, “La filosofía es su propia era comprendida en pensamiento” (Prefacio a Filosofía del Derecho)