2.2.10

El Arte

Algunos fragmentos extraídos de Antropología Filosófica, Introducción a una filosofía de la cultura. Ernst Cassirer. 1944.

“El poeta lírico no es un hombre que se entrega al juego de los sentimientos; el simple ser arrastrado por las emociones es sentimentalismo pero no arte.”

“Si la obra de arte no fuera más que el capricho y la locura de un artista, no poseería comunicabilidad universal. La imaginación del artista no inventa arbitrariamente las formas de las cosas. Nos muestra estas formas en su verdadera figura, haciéndolas visibles y recognoscibles. Escoge un determinado aspecto de la realidad, pero este proceso de selección es, al mismo tiempo, de objetivación. Una vez que hemos entrado en su perspectiva, nos vemos obligados a mirar el mundo con sus ojos. Parece como si jamás hubiéramos visto el mundo con esta luz peculiar y, sin embargo, estamos convencidos de que esta luz es algo más que una vislumbre momentánea; por virtud de la obra de arte se ha convertido en duradera y permanente. Una vez que la realidad nos ha sido revelada en esta forma particular, seguimos viéndola en tal forma. Es difícil, por lo tanto, mantener una distinción neta entre las artes objetivas y las subjetivas, entre las representativas y expresivas. Los frisos del Partenón o una misa de Bach, la madona de la Sixtina de Miguel Ángel o un poema de Leopardi, una sonata de Beethoven o una novela de Dostoievski no son ni puramente representativos ni meramente expresivos. Son simbólicos, en un sentido nuevo y más profundo. Las obras de los grandes poetas líricos —un Goethe, un Hölderlin, un Wordsworth, un Shelley— no nos ofrecen disjecta membra poetae, fragmentos dispersos e incoherentes de la vida del poeta. No son, sencillamente, un brote momentáneo de un sentimiento apasionado sino que revelan una unidad y continuidad profundas. Por otra parte, los grandes escritores trágicos y cómicos —Eurípides y Shakespeare, Cervantes y Molière— no nos entretienen con escenas desgajadas del espectáculo de la vida; en sí mismas estas escenas no son más que sombras fugitivas. Pero he aquí que, de pronto, comenzamos a ver tras esas sombras y a encararnos con una nueva realidad. A través de sus caracteres y de sus acciones el poeta cómico y el trágico nos revelan su visión de la vida humana en conjunto, su grandeza y flaqueza, su sublimidad y lo que tiene de grotesco.”

“Lo mismo que el proceso del lenguaje, el proceso artístico es dialógico y dialéctico. No se abandona al espectador a un papel puramente pasivo. No podemos comprender una obra de arte sin, en cierto grado, repetir y reconstruir el proceso creador que le ha dado vida.”

“El verdadero poema no es la obra del artista individual: es el universo mismo, la obra única del arte que se está perfeccionando constantemente a sí misma.”

“Si el arte es goce no es goce de las cosas sino de las formas. La delicia por las formas es diferente de las delicias por las cosas o de las impresiones sensibles. Las formas no pueden ser sencillamente impresas en nuestra mente sino que tenemos que producirlas para sentir su belleza.”

“El ojo del artista no es sencillamente un ojo que reacciona ante las impresiones sensibles o que las reproduce; su actividad no se halla limitada a recibir o registrar las impresiones de las cosas exteriores o a combinar estas impresiones en formas nuevas y arbitrarias. Un gran pintor o un gran músico no se caracteriza por su sensibilidad a los colores o a los sonidos sino por su poder para extraer de este material estático una vida dinámica de formas.”

“Mediante la hipnosis podemos forzar a un hombre a realizar ciertas acciones o imponerle algún sentimiento, pero la belleza, en su sentido genuino y específico, no puede ser impresa en nuestro espíritu de este modo, pues para sentirla tenemos que cooperar con el artista. No basta con simpatizar con sus sentimientos sino que hay que entrar en su actividad creadora. Si el artista lograra adormecer los poderes activos de nuestra personalidad paralizaría nuestro sentido de la belleza.”

“El goce artístico no se origina en un proceso menguado o laxo sino en una intensificación de todas nuestras energías. La diversión que nos proporciona el juego es todo lo contrario de la actitud que es el requisito previo necesario de la contemplación en el juicio estético. El arte exige plena concentración. Tan pronto como la abandonamos y dejamos paso al mero juego de sentimientos y asociaciones agradables hemos perdido de vista la obra de arte como tal.”