5.2.12

La huida al inconsciente. Un análisis psicológico del proyecto de psicología de C.G. Jung

Por Wolfgang Giegerich, 2000.

Traducción de Enrique Eskenazi.
Agradezco al autor su amable permiso para traducir y publicar este artículo.


Ahora, al final del siglo de la psicología y en el umbral de un futuro que ya no será psicológico, es tiempo de reconsiderar el proyecto de psicología de C. G. Jung, no parafraseando lo que Jung enseñó, sino a modo de reconstrucción. Coloco esta conversación bajo el lema de un dicho que a Jung le complacía citar: "Si en verdad sabes lo que haces, bendito seas; pero si no lo sabes, maldito seas".

Comienzo con un texto en que Jung, ya anciano, describe el momento significativo en el tiempo posterior a la publicación de su primer libro importante, "Transformaciones y Símbolos de la Libido" (1912) y después de su separación de Freud, en el que puede decirse que comenzó su "psicología del inconsciente" (1). El texto dice:

"Aproximadamente en ese tiempo experimenté un momento de inusual claridad en el que pude ver el camino que había hecho hasta entonces. Pensé: "Ahora posees una llave para la mitología y estás en posición de abrir todas las puertas de la psique humana inconsciente". Pero entonces algo susurró dentro mío: "¿Por qué abrir todas las puertas?" Y enseguida surgió la cuestión de qué había logrado yo, después de todo. Había explicado los mitos de pueblos del pasado; había escrito un libro acerca del héroe, acerca del mito en el que hombre siempre había vivido. "Pero ¿en qué mito vive el hombre hoy?"—"En el mito cristiano", podría ser la respuesta.—"¿Vives en él?" preguntó algo en mí.—"Para ser honesto, la respuesta es ¡no! No es el mito en el que vivo"—"¿Entonces ya no tenemos ningún mito?"—"No, evidentemente ya no tenemos ningún mito".—"¿Pero entonces cuál es tu mito? ¿El mito en el que vives?" En este punto las cosas se pusieron incómodas, y dejé de pensar. Había alcanzado un límite" (MDR, p.171) (2).

El primer pensamiento de Jung es, "Ahora posees una llave para la mitología y estás en posición de abrir todas las puertas de la psique humana inconsciente". Jung se siente, por así decirlo, en la posición de un San Pedro psicológico. Pero entonces algo susurró en él: "¿Por qué abrir todas las puertas?". En verdad, una pregunta sorprendente. Abrir todas las puertas—¿no es eso de lo que se trata en la ciencia, particularmente en el psicoanálisis? La voz interior susurrante es crucial. Convoca a Jung a su destino, a su propia concepción del inconsciente, y probablemente por esto Jung experimentó este momento como uno de "inusual claridad". Antes, aún había intentado refugiarse tras los bastidores de la estructura teórica de Freud. Pero ahora iba a tener que "coserse su propia ropa" (ver OC 91 § 27).

Su voz interior tienta a Jung para que abandone el poder de las llaves. Aspira a un alejamiento, un contenerse. En lugar de un curso de pensamiento sin limitaciones, sugiere dejar al menos alguna puerta sin abrir.

Las reflexiones iniciadas por el susurro interior culminan en el doble resultado, "'No, evidentemente ya no tenemos ningún mito'—'¿Pero entonces cuál es tu mito? ¿El mito en que vives?'". Uno supondría normalmente que una vez que se ha aclarado que no tenemos ningún mito, sería imposible preguntar "¿Pero entonces cuál es tu mito?". Acabamos de aprender que no hay mito. Empero, como muestra el "Pero entonces", las dos frases van juntas. Son las dos mitades de un todo, es decir, de la experiencia moderna del presente. Un momento, un ahora, se despliega como el doble movimiento de una negación radical del pasado Y un anhelo por, de hecho una insistencia en, un futuro nuevo, y así se vacía. El presente, tal como lo experimenta la consciencia moderna, ES una disociación. Todos los pensadores importantes del s. XIX y XX intentaron de diversas maneras barrer con la tradición, y también Jung. Hace una ruptura clara con "el mito en el que el hombre siempre ha vivido". Para la consciencia moderna, el presente (cada nuevo presente) es una situación absolutamente excepcional. Así en otra parte Jung afirma: "Esto distingue nuestro tiempo de todos los demás" (OC 10 § 161): "Esta situación es nueva. Todas las eras antes de nosotros..." (OC 9i § 50, mi trad.). La idea de la situación excepcional es la palanca para elevar psicológicamente la existencia humana fuera de su actual implicación en la tradición existente, históricamente adquirida, y para dividir el ahora. Ahora hemos llegado a un punto cero, hacemos borrón y cuenta nueva.

Pero el borrón y cuenta nueva creados al declarar obsoletos el mito y toda la tradición religiosa-metafísica que se extiende hasta el pasado es la pista—y la condición previa—de la insistencia en "mi mito, el mito en el que vivo". Aquí han de distinguirse dos aspectos. El primero es el cambio de Jung del mito como fenómeno social a un mito del individuo privado. Originalmente Jung había preguntado por el mito en el cual vive el hombre, o nosotros. Después de que este mito ha sido declarado como inexistente hoy, se preocupa sólo por su propio mito privado. El Jung posterior sabía que el mito, esto es, el mito real en tanto que fenómeno histórico, "es preeminentemente un fenómeno social; está narrado por muchos y es escuchado por muchos" (3). Nuestro texto rechaza definitivamente este mito y a la vez establece la idea de un mito personal. Se rechaza, junto con toda la tradición del pasado, el sentido de la esfera pública como lugar del significado y del individuo como parte integral de un pueblo o comunidad, y en su lugar ahora el foco está exclusivamente sobre el individuo atómico. Es obvio que este giro existencialista fue esencial para la emergencia de una psicología tal como Jung la desarrolló.

El segundo aspecto es que la palabra 'mito' en "No, ya no tenemos ningún mito" y en "¿Pero entonces cuál es tu mito?" es una equivocación. Se refiere a dos fenómenos fundamentalmente diferentes, como ya muestran la dimensión social/pública de uno y la dimensión privada del otro. Una noción de mito es el mito en el que el hombre siempre ha vivido, el mito de la tradición religiosa que siempre precede a la propia existencia personal. Se nace en él. La otra noción de mito, decisivamente moderna, es el mito que es totalmente nuevo; no es, sino que tiene que buscarse; es un programa para el futuro. E incluso en su definición el desenmascaramiento del mito en el primer sentido se ve limpiado de cualquier resto de tradición pública existente. La fuerza propulsora detrás del corte limpio con la tradición y la insistencia en el propio mito personal, es la necesidad moderna de un comienzo inmediato desde cero, son orígenes desnudos, abstractos, por ejemplo en el caso de Jung, con Urerfahrung (experiencia original), Urbild (imagen primordial) y arquetipo, que más tarde será imaginado como el verdadero origen, desconocido previamente, incluso del antiguo fenómeno del mito.

Normalmente una equivocación es puntuada como una falacia. Pero aquí esta falacia tiene método. Más que un error personal por parte del autor, es un elemento integral de la idea presentada. Así como el ahora está disociado, también la idea moderna de "mito" se establece como la disociación entre dos extremos alrededor de un medio vacío, los extremos del mito del pasado que ya no es más, y el mito buscado que todavía no es.

La mentalidad que aquí prevalece es fundamentalmente diferente del pensamiento pre-moderno. La alquimia, por ejemplo, comienza en el medio concreto. Para ella la prima materia, el comienzo, es la massa confusa a mano tal como existe y resulta de la historia que la produjo. Y el origen a buscar, el Mercurius, yace dentro de la misma massa confusa, no fuera en un extremo por detrás o anterior a ella.

Nuestro texto concluye con la afirmación "En este punto las cosas se pusieron incómodas y dejé de pensar. Había alcanzado un límite". Ahora Jung había llegado adonde la pregunta susurrada desde el comienzo quería ponerlo: "¿Por qué abrir todas las puertas?". El límite cierra la puerta a un pensamiento implacable que podría recorrer todo el camino. Ahora era claro que el mito u origen puro que Jung buscaba tenía que encontrarse en este lado del límite, en tanto que el límite de Jung no era un Rubicón a ser cruzado, ni un tabú a ser roto por un iniciado. A lo largo de su vida Jung respetó "la barrera a lo largo del mundo mental" y condenó con vehemencia a aquellos que creyó que habían ido más allá de ella. El límite obligó a Jung a invertir la dirección normal de la exploración, no yendo ya más hacia adelante, sino hacia atrás: introspección en lugar de pensar sin limitaciones.

¿Qué era este límite? Nuestro texto nos deja saberlo. Consistía en parar de pensar. El límite es la imagen objetificada en la cual se congela la actitud subjetiva de contenerse de pensar. Y "lo inconsciente", tal como Jung lo concibió, es el límite hipostasiado, el "detenerse de pensar" reificado. Al comienzo de la terapia, cuando un paciente buscaba su ayuda, a Jung le gustaba decir que él tampoco conocía la respuesta al problema del paciente y sugería que no se pensara sobre ello, sino que en su lugar se observaran los sueños del paciente. Este movimiento exhibe en un nivel de conducta literal lo que también era el principio constitutivo de la estructura lógica de la psicología del inconsciente: un sacrificium intellectus.

Contemporáneo de Jung, aunque 16 años mayor, Husserl fue capaz de desarrollar su fenomenología pura sólo "poniendo en paréntesis" la realidad. No fue la realidad lo que Jung puso entre paréntesis, y por tanto la suya tampoco podía ser una fenomenología pura. Jung enfrentó los monstruos demasiado reales en lo inconsciente. Lo que puso entre paréntesis con su sacrificio del intelecto fue otra cosa: el ego trascendental (4). Este poner entre paréntesis de Jung resultó en que redujo la mente al yo empírico, a la mentalidad cotidiana de la personalidad nº 1. Como yo empírico por supuesto que Jung continuó pensando. El ego trascendental, el único que posiblemente habría estado a la altura de los contenidos metafísicos sustanciales del "mito", y por tanto el único destinatario real de ellos, era expulsado y extraditado más allá del límite que nunca se debía transgredir. En verdad, el límite es la división entre los egos empírico y trascendental. Lo que volvió fundamentalmente inconsciente al inconsciente fue verse desprovisto de un destinatario adecuado en la consciencia.

El movimiento descrito en nuestro texto tiene cinco momentos: 1) el claro corte con la tradición y la situación histórica actual, 2) el anhelo de un comienzo puro, un arché absoluto, 3) la insistencia en este origen puro como mito, es decir, de un significado "superior" (Como aparte, quiero acentuar que en contraste radical con el inconsciente instintivo de deseo de Freud y, más tarde, el inconsciente lingüístico de Lacan, el inconsciente de Jung era cognitivo, epistémico, un inconsciente de significados y conocimiento); 4) el rechazo de lo social y público y la restricción al individuo abstracto, y 5) el sacrificium intellectus. Juntos constituyen lo que sería la "huida al inconsciente" de Jung. Con esta frase aludo a una formulación del pensador pre-moderno Hegel. Aproximadamente 90 años antes de Jung, Hegel había llegado a darse cuenta de que en su tiempo todos los intentos por rescatar la religión arraigándola, por ejemplo, en la ética (Kant), el sentimiento (Schleiermacher), el arte y la estética (Schelling, Hölderlin, y el mismo joven Hegel) necesariamente habían fallado. En vista de este hecho, sugirió que el único camino que quedaba para justificar la sustancia de la religión ante la consciencia era que la religión debía huir hacia, o refugiarse en, la filosofía ("in die Philosophie sich flüchten"). Como destacó Jaenschke, esta "huída hacia el concepto" era una felix fuga, una huida feliz, no una escapada. Era un movimiento hacia adelante, un avance tanto para la mente como para la religión, porque esta fuga requeriría un cuidadoso trabajo en la sofisticación de la mente y su capacidad de pensamiento conceptual para que, en tanto que pensamiento, más que mente imaginativa, pudiera por primera vez volverse adecuado a los contenidos sustanciales que había abrigado en la religión; y de tal modo que la religión, inversamente, llegaría a una forma superior de sí misma, la forma de su transparencia.

Jung, como pensador moderno, tenía que moverse en la dirección opuesta. Tenía que forzar el mito o el significado subterráneamente, fuera del pensamiento consciente, porque bajo las condiciones de la lógica dominante en la modernidad, el significado mítico no podía levantarse ante la mente pública de vigilia y su inteligencia. Se había vuelto ilegítimo (5). Así, tenía que ser almacenado lógicamente muy hondo dentro del individuo privado, y tenía que purificarse, liberarse de su concreta forma contemporánea heredada y socialmente real. Y a fin de recuperar este "mito" esterilizado desde dentro del individuo, la mente tenía que dormirse, tanto literalmente, a fin de obtener sueños, como figurativamente, declarándose incompetente en todos los asuntos esenciales. En los asuntos esenciales, uno tenía que aguardar revelaciones del inconsciente.

Jung creía que sus sueños venían de "lo inconsciente" como sus productos puramente naturales. ¿Pero no eran más bien sus propias ideas especulativas, las ideas del "hombre entero" como unidad consciencia-inconsciente, sólo que ahora se las había repudiado y expulsado de la consciencia porque bajo las condiciones de la lógica de la modernidad ya no podían ser pensadas honestamente? Se les permitía reaparecer en la consciencia sólo después de meterse a la fuerza en el disfraz de sueño o visión, en otras palabras, a fin de permitirse tener tales ideas hoy, "la intervención del hombre" y "la colaboración de 'la mente humana' -un factor indispensable-" tenían que volverse "invisibles" (ver OC 10 § 498).

Jung criticó a Albert Schweitzer por haber huido a África como médico misionero, una tarea que podría haber sido ejecutada igualmente bien por cualquier otro médico. No era necesario en un teólogo tan notablemente dotado. Jung sentía que Schweitzer había abandonado el problema espiritual o intelectual de la mente occidental, eludiendo las consecuencias adonde le conducían sus propios estudios respecto al Jesús histórico. Pero estructuralmente, huir literalmente al continente oscuro de África parece ser el mismo movimiento ante el problema espiritual, intelectual de la mente moderna como huir lógicamente al continente oscuro de "lo inconsciente". ¿Pues, está el problema real verdaderamente allí, en "lo inconsciente", o está aquí, en casa, en la consciencia como unidad consciente-insconsciente de la mente?

***

Ahora quiero considerar cómo el sacrificio del intelecto, como el límite y la disociación determinan la estructura de la psicología desarrollada por Jung.

Jung concibió su psicología como ciencia empírica. La mente del psicólogo debía volverse exclusivamente receptiva. Idealmente tenía que reducirse a la falta de mente de un sensor, como en un robot, para observar simplemente los hechos, nada sino los hechos, sin ser él mismo intelecto, razón o consciencia cognoscente. La consciencia del psicólogo tenía que ser inocente. Se prohibía tomar cualquier responsabilidad intelectual por las imágenes del inconsciente.

En el otro extremo, en el otro lado del objeto de la psicología, el inconsciente para Jung era concebido como pura naturaleza, siendo el sueño una expresión directa, inmediata (unmittelbar), producto espontáneo, acontecimiento no intencional -sin ninguna mezcla de cualquier actividad de la mente consciente e intocado por la reflexión y la civilización. Las imágenes del inconsciente eran "arquetipales". Respecto a las producciones de su propia fantasía, Jung insistió con vehemencia "¡No, no es arte! Por el contrario, es naturaleza" (MDR p. 186).

El inconsciente en tanto que esta naturaleza virginal se volvió de este modo el lugar exclusivo de creatividad y conocimiento. Mi inconsciente es creativo, mis sueños saben, no yo. Y sólo hasta el punto de que yo como consciencia me vuelva ciego (me contenga de pensar creativamente por mi cuenta), puedo participar de su conocimiento y creatividad.

Vemos que hay una disociación fundamental subyacente a la psicología del inconsciente: la escisión de la totalidad del "hombre completo" (totus homo) como viviente unidad consciente-inconsciente, activo-pasivo, creativo-receptivo, empírico-trascendental de consciencia. Ahora la consciencia ya no es más en sí la unidad de sí misma y su otro. Su momento de inconsciencia ha sido extraído y positivizado u ontologizado como lo inconsciente.

Los contenidos del inconsciente son en sí mismos unidades de conocimiento y significado, pero un conocimiento en la forma de hechos naturales, no en la forma de saber, y se ha empaquetado seguramente un significado en el sinsentido de los "hechos"; son ideas, imágenes, símbolos que vienen como "naturaleza". "Los arquetipos" son finalmente conocimiento tradicional enlatado, significados embotellados, visiones que en sí mismas son ciegas. La noción del inconsciente como un todo es la noción del espíritu Mercurius, pero sólo embotellado, puesto entre paréntesis, encapsulado.

Había así una tarea contradictoria, a) la tarea de contener el significado mítico dentro de la botella, empaquetado en la forma de un texto o una mera imagen o enunciado de la psique al cual sólo citamos, y b) sin embargo la tarea de permitir que la consciencia se ponga en contacto con este significado. Esta tarea requería que el yo empírico, el único admitido, tuviera que escindirse en dos identidades separadas para compensar la expulsión del efectivo destinatario del conocimiento esencial, el ego trascendental. Una identidad tenía la tarea de experimentar inmediatamente el sueño sin entender ni conocer; la otra tenía la tarea de entender el significado de la imagen sin liberar este significado de ser tan sólo lo que el sueño dijo. Si se lo hubiera liberado, uno tendría que haberse vuelto responsable de su significado. Uno (por supuesto, inadvertidamente) tenía que conmutar entre dos identidades; la chispa de ninguna manera debía saltar. Porque esto hubiera significado el peligro de inflación, de psicosis, un peligro que para Jung había sido encarnado amenazadoramente en la figura de Nietzsche, quien había osado abrir todas las puertas. Nunca debe haber una coniunctio, un vinculum o copula, 1) entre el sujeto observador empírico y el sujeto emocionalmente afectivo, 2) entre la imagen en el alma y lo que dice aquello de lo cual es imagen, 3) entre el sujeto y la experiencia del sujeto.

¿Pero no era la coniunctio un tema favorito de Jung? Hay que darse cuenta de que la coniunctio era precisamente sólo un tema o motivo que él estudio. Semánticamente, la coniunctio es una de las ideas y metas más prominentes para Jung. Pero la sintaxis de su teoría contradice su propia semántica. Como tema de una "psicología del inconsciente", la coniunctio tenía que embotellarse, tenía que ser nada más que una coniunctio in vitro, un motivo en un texto, una experiencia en un sueño. Pero no se le permitía escapar de la botella e impregnar la estructura de la teoría o la consciencia misma del observador. Si eso hubiera ocurrido, "lo inconsciente" habría desaparecido inmediatamente y la consciencia hubiera tenido que comenzar a pensar nuevamente todo bajo su responsabilidad, como la unidad de consciente-inconsciente que es.

Sólo por la puerta trasera, es decir como contenidos semánticos y dentro de la botella, podía Jung tolerar visiones tan esenciales como: la naturaleza transpersonal del alma; la psique como estando alrededor nuestro; la teoría psicológica como producto ella misma de la actividad de fantasía del alma, etc. Se permitía retornar al ego trascendental reprimido sólo proyectándolo en lo inconsciente, como "el Sí-Mismo". Pero a ninguna de estas intuiciones se les permitió salir de la botella y tener algún efecto en la estructura lógica de la psicología. Dentro de la botella se podían abrir todas las puertas—siempre que la botella misma permaneciera cerrada.

La psicología tenía que limitarse exclusivamente a observar la semántica de los fenómenos psíquicos, su imagen, su aspecto narrativo, ideacional. Esto también explica la notable falta de sensibilidad general de Jung para la forma lógica o estatus de los fenómenos. De manera indiscriminada puso Fausto, Parte II en el mismo nivel que las expresiones inmediatas del proceso de individuación. Fue incapaz de ver que este trabajo tenía la estructura completamente diferente de un texto altamente reflexivo de segundo orden, es decir, un texto sobre textos y símbolos. De la misma guisa Jung creía que debía entender el Dionisos de Nietzsche arquetipalmente, si no en términos del Dionisos griego, entonces al menos bajo el disfraz del Wotan germánico, y creía que en Richard Wagner y más tarde en el movimiento nazi, el mismo Wotan sacudía desde el interior, como dijo, el "alma germánica", como si aún hubiera tal cosa como "el alma germánica". Impresionado por ciertas correspondencias semánticas e ignorando los planteamientos históricos totalmente diferentes que informaba a cada uno de estos fenómenos, simplemente no tenía sensibilidad para la inconmensurabilidad entre la manifestación de un dios en una sociedad antigua y el fenómeno moderno de un movimiento ideológico de masas.

La psicología del inconsciente no estaría completa sin la transformación que hizo Jung de la Trinidad en cuaternidad. El motivo de la Trinidad era el elemento semántico dentro de la psicología que amenazaba la sintaxis de la psicología del inconsciente. ¿Cómo? De acuerdo con una larga tradición, Hegel afirmó que "Quadratum est lex naturae, triangulum mentis" (el cuadrado es la ley de la naturaleza, el triángulo la de la mente). La Trinidad planteaba una amenaza mortal para el sacrificium intellectus, para la puesta entre paréntesis del ego trascendental, para el embotellamiento del espíritu Mercurius. Por supuesto Jung estaba en lo cierto, la Trinidad era incompleta y por tanto inestable. Era incompleta porque apunta a nuestro pensamiento, al ego trascendental en nosotros, como aquello en lo que hallaría su completamiento. La Trinidad como contenido semántico de consciencia apuntaba a una liberación del nivel de la semántica hacia el nivel de la sintaxis.

Jung tenía que quitarle el mordiente a la Trinidad. Tenía que pacificar su dinámica. Y el pacificador era el Cuarto, porque el Cuarto obligaba a que el movimiento que apuntaba a nuestra consciencia retornara a sí mismo. Ahora estaba completo y satisfecho dentro de sí. La completitud había sido reducida exitosamente a un contenido semántico de lo inconsciente, ya sea como una fantasía arquetipal expresada en la Assumptio Mariae más allá en el cielo, como un acontecimiento o imagen en nuestros sueños personales, y como tal un hecho empírico observable, ya sea como objeto ideal al cual se podía aspirar. En otras palabras, la completitud había sido puesta a salvo dentro de la botella, y el Cuarto, como aquello que proporciona esta completitud intra-botella, es a la vez el tapón de la botella, el sello que protege "lo inconsciente" como la inconsciencia de la consciencia o la carencia de mente del ego empírico.

***

El texto de Jung con el que comenzamos sólo mostraba cómo se le anunció primeramente a Jung el principio fundamental operativo en la generación del concepto de "lo inconsciente". Lo que discutimos luego se refería al carácter básico de su pensamiento psicológico desarrollado como un todo. Pero aún falta la conexión entre estos dos extremos, la transición efectiva desde el primer indicio hasta la psicología acabada, elaborada.

El sacrificium intellectus no podía ser una mera idea de tal sacrificio, este sacrificio del intelecto tenía que realizarse efectivamente. Pero no podía realizarse como el comportamiento subjetivo de "dejar de pensar". Tenía que volverse estructural, sintáctico. Sólo entonces podía ser la forma fácticamente existente, objetiva, de cualquier contenido. Tal cambio real de la constitución lógica de la experiencia exigía un ritual.

¿Cómo podía ejecutarse la fabricación del inconsciente? Mientras "lo inconsciente" era por definición conocimiento esencial en tanto que opuesto de conocer, es decir como lo in-consciente, y mientras era algo mental en tanto que opuesto a la mente, es decir como naturaleza empírico-fáctica, la mente tenía que alienarse dentro de sí, o disociarse de sí misma. Lo inconsciente tuvo que crearse como una condición de la mente misma, es decir como su pasar por debajo, al renunciar a la consciencia intencionadamente, en tanto que consciencia de vigilia y en tanto que mente creativa y pensante. Tenía que descargarse intencionadamente de cualquier responsabilidad intelectual por los contenidos que abrigaba. La mente, dentro de sí, tuvo que reducirse a ser un receptor pasivo, inocente, y divorciarse radicalmente de sus propias ideas, las del ego trascendental, moldeando estas ideas de modo que aparecieran como objetos naturales frente a sí, y como una realidad independiente, como un flujo de eventos que venían a, o mejor aparecían ante, la consciencia de propio acuerdo, como si fueran cuerpos extraños introduciéndose desde afuera.

Si la mente por sí misma tenía que provocar el eclipse parcial de sí misma, por supuesto tenía que hacer esto de tal modo que fuera absolutamente inconsciente respecto a su autoría al crear este eclipse como un estado de sí misma. Esta auto-contradicción era indispensable. La producción efectiva de la noción de lo inconsciente mediante un eclipse autoinducido tenía que ser inconsciente desde el comienzo. La mente tenía que sentirse absolutamente inocente acerca de sus experiencias por las cuales se establecía la realidad de la idea de lo inconsciente. Tenía que borrarse todo reconocimiento de una colaboración de la misma mente humana en la realización de lo inconsciente. En el momento en que hubiera habido la menor sospecha de que la noción cumplida de lo inconsciente debía su existencia a su propio hacer, esta noción se habría derrumbado. Y en el momento en que las imágenes en los sueños y visiones de Jung se hubieran reconocido como sus propias ideas, meramente puestas entre paréntesis y enterradas a la fuerza en la inconsciencia, habrían perdido su naturaleza pura y su estatus de revelación. Esto significa que el establecimiento del concepto de lo inconsciente en tanto que real, tenía que ocurrir en la forma de una petitio principiis. El sine qua non de la producción de lo inconsciente era que esta producción ya ocurría sobre la misma base y dentro del resultado que se suponía que producía.

¿Cómo es posible una cosa tan "loca", auto-contradictoria como la autoalienación de la mente? Sólo hay un modo real: el ritual en el cual el concepto de lo inconsciente se haría real, tenía que tener la forma de la psicosis.

Ahora podemos regresar a Jung. La realización de la idea de "lo inconsciente" mediante su producción como una realidad natural, ocurrió en los años de crisis después de la separación de Jung respecto a Freud. Esta crisis se ha entendido con frecuencia como una prolongada reacción psicótica (o al menos pre-psicótica). Tales explicaciones son clínicas y no psicológicas. Toman literalmente la crisis y no ven a través de ella. Tan ingenua como la explicación clínica es la interpretación opuesta que ve en la crisis de Jung, en analogía con una "enfermedad chamánica", su iniciación personal a la realidad psíquica.

Vista psicológicamente, la crisis de Jung no fue ni una reacción psicótica (a un acontecimiento tal como la pérdida de Freud o a traumas infantiles), ni fue su crisis personal. La crisis psicótica fue arreglada, un arreglo en el sentido de Adler y de Jung. Fue creada, inventada, no por Jung como ego-personalidad, sino por la psique como "el hombre total" y para sus propios propósitos. Esto significa dos cosas: no era lógica, psicológicamente, una enfermedad clínica, y sin embargo semánticamente de hecho tenía la forma de una condición clínica, la forma de la psicosis. Ya la pérdida de orientación con la que todo comenzó estaba, por así decirlo, producida "artificialmente" al servicio del proyecto "del alma". No era un acontecimiento, un hecho de la naturaleza—el pobre Jung viéndose desamparadamente abrumado por su repentina soledad después del corte con Freud hasta un punto que su ego simplemente no podía afrontar. No, era el comienzo de un ritual, un opus del "alma".

El otro aspecto de un enfoque psicológico es que la crisis no fue realmente suya, de Jung en cuanto persona, una parte de su iniciación o proceso de individuación, sino la crisis de la psicología, una necesidad de la teoría psicológica aunque, por supuesto, tuvo lugar en el hombre Jung, y esto nuevamente por un propósito particular. En esta crisis "el alma" luchó por darse una nueva definición, para alojarse en un nuevo edificio que todavía tenía que erigirse, es decir, en la idea de lo inconsciente como significado mítico empaquetado como naturaleza pura.

Antes de su crisis, Jung aún había intentado eludir su propio destino escondiéndose tras los bastidores de la teoría de Freud, con la esperanza de que "el alma" aceptaría este morada y le dejaría en paz. Esta esperanza resultó vana. Durante el trabajo en su "Transformaciones y Símbolos de la Libido" se le hizo claro que "el alma" exigía su derecho, exigía que Jung aceptara su destino de ser el lugar en donde tenía que erigirse la nueva estructura de "la psicología de lo inconsciente". Esta había sido su vocación.

El sitio tradicional del conocimiento mítico y metafísico siempre había sido la mente objetiva; este conocimiento había estado "ahí afuera" en los proverbios que contenían sabiduría, en las doctrinas metafísicas, en los cuentos míticos y religiosos narrados públicamente y en los rituales realizados públicamente; no había estado "adentro". La crisis personal era indispensable porque el establecimiento de lo inconsciente como naturaleza requería que el lugar del conocimiento esencial se transplantara a la personalidad, en su realidad casi biológica. Tenía que "embotellarse" en la persona empírica. Se necesitaba la idea de la "personalidad" porque lo inconsciente no podía meramente definirse intelectualmente en tanto que pura naturaleza, tenía que demostrarse que existía como naturaleza, estar efectivamente arraigado en la persona naturalmente existente, como su interior; o, dicho de otro modo, la personalidad tenía que establecerse como la "botella" existente que contenía el espíritu dentro suyo. Si esta reubicación había de ser real, era necesario un proceso empírico, natural en la persona: exigía un auto-sacrificio.

He dicho que la crisis de Jung no era una enfermedad clínica y sin embargo tenía la forma de la psicosis. En medicina se usa la palabra simulación en un sentido moral, y se refiere a un tipo de fingimiento fraudulento. En la tecnología informática, la simulación tiene un significado neutral, muy diferente (por ejemplo, simulador de vuelo). Es en este último sentido que digo: la crisis de Jung fue una psicosis simulada, una crisis personal simulada o, en el nivel simbólico, un descenso simulado al inframundo; esto también fue "puesto entre paréntesis" desde el comienzo. Tenía que ser simulación, porque sólo la "simulación" logra el milagro de unir perfectamente autenticidad y fraude, recepción inocente y construcción intencionada, y de ese modo la autenticidad e inocencia de la recepción son experienciales o semánticas, las otras dos (fraude y construcción intencionada) lógicas y sintácticas. Una psicosis genuina hubiera sido una enfermedad vulgar, una desgracia, y no un ritual capaz de transformar toda la constitución lógica de la idea de alma.

El momento "voluntario" (MDR, p. 178) o activo contenido en la psicosis simulada puede ser precisado. Jung nos dice, "Fue durante la víspera de Navidad del año 1913 ... que me decidí sobre el paso fundamental. Estaba una vez más sentado en mi escritorio, pensando en mis temores (de sucumbir a la psicosis). Entonces me deje caer ..." (MDR. p. 179). Este es el sacrificium intellectus vuelto realidad, no sin embargo de modo negativo y conductual como abstención consciente, un "dejar de pensar" consciente, sino positivamente como el auto-sacrificio de Jung, como la auto-reducción del "hombre total" al ego empírico. Es importante ver que este "sumergirse la mente" era estructural, sintáctico y no semántico. No era una técnica particular de disminuir el umbral de la consciencia tal como se practica al aplicar el método de la imaginación activa. La aplicación de una técnica aún permanecería en el nivel semántico. En cambio este caer por debajo de la mente era su reconstitución lógica como exclusivamente el ego empírico que de repente se veía "confrontado" con las ideas de la propia mente, ahora bajo la forma de "lo inconsciente", incógnito.

Para ese objetivo era necesario que Jung adquiriera para sus propias imágenes e ideas el estatus de "objetividad psíquica, la realidad de la psique". Sus figuras imaginales internas, especialmente Philemon, le enseñaron "que hay cosas en la psique que yo no produzco" (MDR, p. 183). Esta era la auto-alien-ación de la mente efectivizada, que era uno de los puntos de la crisis de Jung. El otro era adquirir para las imágenes alienadas el estatus de verdad independiente aparte de la verdad pública: verdad psicológica, de modo que pudieran considerarse como imágenes de significado mítico, aunque no podían sostenerse como las propias ideas y creencias conscientes porque ya no estaban sostenidas por la lógica imperante en la modernidad. Sin objetividad psíquica (es decir, una disociación de uno mismo) y sin verdad psicológica (es decir, la dignidad del significado mítico) estas imágenes e ideas hubieran tenido que verse o bien como meros síntomas de un desorden psíquico, acaso incluso locura, o como especulación ociosa, como ideología. La crisis de Jung por un lado fue el proceso que equipó a las imágenes inconscientes con una verdad separada, entre paréntesis, de modo que en un tiempo en que, por ejemplo, en el arte los contemporáneos de Jung pintaban la crisis de la imagen "natural" del mundo, la mente sin embargo todavía podía tener acceso al significado mítico—aunque más no fuera en la forma embotellada, enlatada, de un artículo de consumo—a fin de poder deleitarse sintiéndose como "el anciano hijo de la madre", "el hijo del inconsciente maternal" (6)—aunque más no fuera mediante una inmediatez simulada.

· Por otra parte, su crisis tenía que ser el proceso de interiorizar la alienación en tanto que disociación neurótica en la lógica o sintaxis de la psicología, de modo que su interés en el mencionado significado mítico no amenazara a la mente en el nivel empírico con alienación en el sentido de locura, ni la hiciera vulnerable al reproche de hacer metafísica ilegítimamente.

· Y se requería una psicosis (simulada) a fin de equipar la inauguración de la neurosis estructural, tal como existe la "psicología del inconsciente", con la autoridad incuestionable y la inocencia de un acontecimiento natural; sólo un proceso psicótico podía liberar a la indispensable disociación neurótica de aparecer como una conducta subjetiva y de instalarse como la sintaxis objetiva auto evidente de la misma psicología.

Tomó varios años el que Jung verdaderamente sumergiera su mente en la inconsciencia y estableciera firmemente esta última como su punto de vista psicológico. Pero una vez que logró con éxito basarse sólidamente, es decir, lógicamente, sobre el fundamento del concepto recién adquirido, recién producido, de "lo inconsciente", entonces ya pudo emerger de su crisis. Pero ahora estaba firmemente seguro en su posición como siendo, no "el hombre total", no un artista, no un filósofo, en otras palabras, no la unidad del ego empírico y el trascendental (7), sino tan sólo el observador empírico de imágenes inconscientes cargadas de significado en tanto que puros hechos de la naturaleza.


Notas

1 A menos que se advierta explícitamente, el término "lo inconsciente" en este artículo se refiere siempre sólo al inconsciente en el sentido de C. G. Jung. A fin de referirse a su psicología, Jung habló con frecuencia de "la moderna psicología del inconsciente".

2 La referencia de página es de la edición de Vintage Books. He alterado ligeramente la traducción dada aquí para ponerla más en línea con el original alemán en Erinnerungen, Träume, Gedanken, pp. 174 ss. (MDR es una abreviatura de la versión inglesa de "Recuerdos, Sueños, Pensamientos", nota del trad.)

3 Cartas 2, p. 486 (al pastor Tanner, 12 de febrero de 1959).

4 Empleo el término "ego trascendental" únicamente ad hoc y no lo sustancializo, ni lo empleo en el sentido técnico fijo ni de Kant ni de Husserl. Se ofrece el término en este contexto porque Husserl lo introdujo en 1913, exactamente alrededor del tiempo en que Jung pasó por su decisiva crisis. Lo que quiero decir con la distinción entre el ego trascendental y el empírico puede ilustrarse por ejemplo por referencia a la experiencia de cualquier verdadero pensador o verdadero artista, de que lo que finalmente piensa o crea en él no es él personalmente. Sólo si esta diferencia interna está abierta y activa, puede una obra de arte ser verdaderamente arte y de interés público, acaso universal.

5 Mediante una revolución fundamental se había reemplazado la lógica, que una vez había originado, informado y sustentado el mito y el significado metafísico, por una lógica fundamentalmente nueva y diferente que gobernaba el alma de la era. La consciencia, sobre la base de esa nueva lógica por la cual estaba determinada, podía en el mejor de los casos apreciar los contenidos del mito y la metafísica previos sólo como curiosidades llamativas, si es que no las apartaba del todo como absurdas y sinsentido.

6 MDR, p. 225. Erinnerungen, p. 229: "der uralte Sohn der Mutter".

7 Esta posición suya como no "el hombre total" había sido producida, por supuesto, a la vez que era expresión de su ser el hombre total, su ser la unidad de ego empírico y trascendental. "El hombre total" le estiliza exclusivamente como el ego empírico que tiene un inconsciente ante sí. El sacrificio del intelecto es un logro por parte de este mismo intelecto.