7.5.14

La neurosis desde la perspectiva de la vida lógica del alma

Por Wolfgang Giegerich.

Introducción a Neurosis - The Logic of a Metaphysical Illness [Neurosis, la lógica de una enfermedad metafísica], (Spring Journal Books, New Orleans, Louisiana, 2013), páginas 1-21.

Traducción de Luis R. Álvarez y Alejandro Bica.
Con enorme gratitud al autor por permitir la publicación de la introducción en este blog.


¿No es asombroso? Hemos tenido más de cien años de psicoanálisis (tomando la palabra en el sentido más amplio, incluyendo todas las diferentes escuelas de psicología profunda) cuya preocupación central ha sido desde el principio la neurosis, pero hasta la fecha no ha habido aún un concepto psicológico de neurosis.

Esto es aún más asombroso cuando el psicoanálisis debe su misma existencia a la neurosis. La neurosis fue decisiva para la constitución del psicoanálisis, y el psicoanálisis se desarrolló, se diversificó y se volvió cada vez más complejo por motivo de la neurosis, enseñándoles lentamente, en todos los numerosos casos individuales que aparecieron ante los analistas en la sala de consulta, a cómo pensar y proceder, a cómo concebir la naturaleza, estructura y asuntos principales de la psique. B. F. Skinner, quién obtuvo la mayoría de sus concepciones acerca de la conducta con su estudio en ratas en el laboratorio, dedicó uno de sus libros, Purposive Behavior in Animals and Men [Comportamiento intencional en animales y hombres] (1932), a la rata blanca porque la rata blanca fue, por decirlo así, su maestra. La neurosis es el equivalente psicoanalítico a la rata del conductista Skinner. La neurosis creó al psicoanálisis.

Sobre la base de esta dependencia duradera e íntima, la psicología psicoanalítica ha ofrecido por supuesto numerosas teorías de la neurosis. La neurosis ha sido discutida durante más de un siglo. Han aparecido multitud de libros y artículos en los cuales la neurosis a gran escala, así como aspectos o tipos particulares de ella, han sido discutidos a menudo en detalles muy meticulosos y sobre la base de material de casos sólidos. Pero se puede hacer la pregunta de si las teorías de la psicología acerca de la neurosis han sido teorías verdaderamente psicológicas. De hecho, como ya he indicado, pienso que es justo afirmar que la psicología terapéutica no ha sido capaz de comprender psicológicamente la neurosis—este es el primer componente del “concepto psicológico de la neurosis”—y no ha sido capaz—este es el segundo componente—de llegar a un concepto claro de lo que es la neurosis, un concepto de qué es aquello que hace “neurótica” a la neurosis. Pero aún más sorprendente que este fracaso es que, por lo menos así lo veo, tal entendimiento psicológico de la neurosis ni siquiera ha sido echado de menos por la gente activa del campo. Uno de los grandes problemas de la psicología es que desde el tiempo en que comenzó, se aplicó con total inocencia directamente a aquello que pensó que era la fenomenología psicológica, sin más, sin ninguna reflexión ulterior. Presupuso que lo que era la psicología y aquello sobre lo que versaba se podían dar simplemente por sentado. No trabajó un criterio claro en vistas de cuándo una investigación o un tema son verdaderamente psicológicos y cuándo no.

Como sugiere la palabra psicología, la psicología trata acerca del alma. Pero desde sus inicios en el siglo XIX la psicología moderna se ha quitado de encima la noción de “alma” a fin de establecerse como una ciencia positivista. De todas maneras, C.G. Jung contradijo esta idea de una “¡psicología sin alma!” (Friedrich Albert Lange), demandando explícitamente que la psicología tenía que ser una “psicología con alma”. (1) James Hillman le siguió. Y estoy de acuerdo. Una psicología sin alma es una contradicción en sus términos. Es contraproducente. Hablando de forma más general, podemos decir que una investigación es verdaderamente psicológica sólo si se basa completamente en la presuposición de “alma” y ve las cosas desde esta perspectiva. La neurosis, también, tiene que ser rigurosamente comprendida como la obra del “alma”. El “alma” es el criterio que hemos estado buscando. De todas maneras, éste criterio es demasiado general, de hecho, en este punto no es mucho más que una mera palabra. Necesitamos una descripción más específica y maleable del criterio que va a conceder que nuestro esfuerzo al desarrollar un concepto de “neurosis” sea un concepto psicológico.

Por lo tanto nuestra primera tarea será la de llegar a conseguir un punto de vista apropiado para cualquier investigación psicológica. No podemos simplemente empezar con nuestras ideas habituales y dirigirnos directamente hacia el fenómeno. Esta visión de que no podemos simplemente comenzar con nuestro marco mental convencional es poco habitual. Usualmente se piensa que hay una continuidad de la consciencia desde nuestra actitud cotidiana así como desde la actitud científica, por un lado, hacia la consciencia requerida para estudiar psicología y practicar psicoterapia, por el otro lado. Pero no podemos ir a la psicología simplemente así, en la forma que pensamos normalmente y con el estilo común de consciencia. No es tan simple como que en psicología meramente tengamos que aprender nuevos hechos, teorías y métodos. No, a fin de hacer psicología, hace falta un cambio de consciencia. No estamos ya allí en el lugar en que podríamos simplemente comenzar a estudiar los casos o descubrir leyes psicológicas, etc. Antes es necesario esforzarse para llevarnos a nosotros mismos al punto en el cual podamos comenzar a pensar psicológicamente. Primero tenemos que preparar la consciencia, para que después podamos volvernos hacia los contenidos de la consciencia. Primero debemos conocer la “sintaxis” de la consciencia, antes de que nos podamos dedicar a la semántica de la psicología. Esto es lo que es especial acerca de la psicología. Y la razón es que la psicología, entendida adecuadamente, no requiere simplemente un estilo alternativo de consciencia en el mismo nivel que la consciencia común, sino que, como veremos más adelante, requiere un estatus o nivel de consciencia radicalmente nuevo. Y un nuevo nivel o estatus lógico de consciencia sólo puede darse a través de una especie de revolución de la consciencia.

1. El punto de vista psicológico

La psicología (uso esta palabra para referirme a la tradición psicoanalítica, de la psicología profunda de la psicología terapéutica) ha estado generalmente suficientemente satisfecha con ver la neurosis desde un punto de vista externo. Adoptó el punto de vista de la medicina hacia la enfermedad como su propio acercamiento a la neurosis. Podríamos decir que tomó la neurosis como una “entidad clínica”, lo cual, en primer lugar, significa que vio y describió todos los diferentes síntomas en los cuales se manifestaba desde el punto de vista del observador externo, así como también el curso típico que toma la enfermedad, y, en segundo lugar, significa que intentó desarrollar una teoría explicativa mediante la búsqueda de factores que fuesen en un sentido causal (en el sentido de causa eficiente) responsables de la enfermedad, una búsqueda que en última instancia, finalmente, cuando era exitosa se suponía que tenía que mostrar el camino hacia un enfoque curativo apropiado de la neurosis. La única diferencia entre neurosis, por un lado, y, digamos, tifus o neumonía, por el otro, era que el “órgano” o la “parte” de la persona enferma que era afectada por la neurosis era “la psique” y no un órgano corporal.

Jung ya dijo, “El punto es, que no estamos tratando con enfermedades clínicas sino con enfermedades psicológicas. … El diagnóstico psicológico apunta […] hacia la formulación de hechos que es mucho más probable que estén ocultos a que sean revelados por el cuadro clínico” (CW 16 § 196). Sin embargo, lo que vuelve a la neurosis un tema psicológico es desde el punto de vista externo convencional nada más que el hecho de que su “lugar” es ese “órgano” o “parte” que llamamos psique. Esto significa que la psicología se vuelve implícitamente una de las especialidades de la medicina. De la misma forma que las enfermedades del ojo caen bajo la competencia de la oftalmología, las del corazón bajo la cardiología, y las de los músculos y articulaciones en la ortopedia, de la misma forma las enfermedades de la psique caen bajo la competencia de la psicología—la cual ipso facto es psicología médica, ya sea que se la llame explícitamente así o no. La psicología queda aquí exclusivamente definida por su objeto, por la psique concebida como hecho empírico, una entidad dada vis-à-vis ante un sujeto observador.

Pero un problema serio con esta visión es que la psique no es una entidad dada comparable a los ojos, al corazón, al estómago, a los músculos o los huesos. Se puede señalar un ojo, se puede transplantar el corazón de una persona. Pero no la psique o el alma. (2) No podemos demostrar la existencia objetiva de la psique como el lugar de la neurosis. Precisamente no es un hecho positivo. Más bien, en primer lugar es una idea en la mente, una fantasía en nosotros, un nombre como parte del lenguaje, un concepto en nuestro cosmos mental. Por supuesto, queremos decir algo cuando pronunciamos esta palabra, incluso podemos tener algunas ideas particulares acerca de lo que queremos decir con ello, ya sean vagas o claras y específicas. Y la idea o fantasía de la psique es ciertamente una idea o fantasía acerca de un objeto, una realidad. Concebida como una entidad factual. Pero una idea de algo o acerca de algo es y sigue siendo primariamente una idea y no un objeto ahí fuera.

Por lo tanto la psicología se encuentra con una contradicción. Se define a través de su objeto, pero este objeto resulta que no es un objeto real en absoluto, ni es únicamente un objeto imaginado y de esta manera una imaginación. Con esta concepción, siempre y cuando se le preste atención, la psicología se vuelve sobre sí misma, sobre sí misma como sujeto que teoriza acerca de la realidad (o aspectos de la realidad). Esto es lo que distingue fundamentalmente a la psicología de todas las especialidades reales de la medicina. Puesto que tratan con órganos existentes demostrablemente y con sus funcionamientos defectuosos, cada una de ellas también tiene un verdadero objeto como hecho positivo y por lo tanto una base confiable. Por lo tanto están perfectamente autorizadas a definirse a sí mismas a través de sus objetos como partes de la naturaleza y en consecuencia a estar comprometidas estrictamente con una metodología empírica y con una postura naturalística y positivista.

Pero con todo esto no deseo sugerir que no haya de hecho neurosis. ¿Cómo podría negar la realidad del sufrimiento de la gente, por ejemplo, de serias neurosis obsesivo-compulsivas, de parálisis o cegueras histéricas, de diversas fobias (es decir, del carácter de este sufrimiento como no meramente imaginado o fingido)? No puede haber ninguna duda acerca de su existencia real. Más generalmente podemos decir que los fenómenos psicológicos poseen realidad o, dicho de otra manera, que existe lo que con Jung llamamos “realidad psíquica”. De todas maneras, esta realidad incuestionable de la neurosis no significa que la neurosis sea una enfermedad de un “órgano” real del ser humano llamado “psique” de la misma forma que la neumonía es una enfermedad de un órgano real llamado “pulmón”. La neurosis no es una entidad clínica. No puede ser reducida a nada positivo-factual. Sus manifestaciones son absolutamente reales en un sentido empírico, pero no hay nada empíricamente real detrás de ella en el sentido de una entidad natural tipo cosa, una positividad, como un suelo, un sustrato o una base para ella. Naturalística o positivísticamente considerada, la neurosis no tiene base.

La idea de la psique como la portadora o como el lugar de la neurosis es una ficción de la mente psicológica y una proyección en los seres humanos factualmente existentes. Mientras sea realmente vista y tratada como una ficción y una proyección no hay problema. Pero por supuesto, la misma dinámica de las proyecciones consiste en postularse a ellas mismas como inherentes en el otro externo en el que son proyectadas o sobre el cual son proyectadas y hacer que la mente crea en ellas como realidades literales. En el momento en que la psique en este sentido ha sido positivizada y es vista como un órgano tipo cosa, como una entidad, o parte de la personalidad, su semejanza a una cosa invita a pensar acerca de ella de acuerdo al modelo de las cosas en el espacio así como a un estilo de pensamiento mecánico (begrifflos). Para la mente que teoriza, la cosa ‘psique’ se transforma entonces fácilmente en un “aparato psíquico” con varias capas (por ejemplo la consciencia, el subconsciente, el inconsciente) y organismos (el ello, el ego, el superego) o componentes (“complejos”), y sus interacciones son imaginadas en términos de física, sobre todo hidráulica, o de fuerza política (por ejemplo, “el flujo de energía demanda y necesita ser liberado nuevamente”, fijación, represión, censura), y el propio aparato psíquico es visto como determinado por factores externos como causas eficientes (por ejemplo, “traumatización”).

Por supuesto, la mayor parte del tiempo los psicólogos no creen todo el tiempo literalmente y realmente que la psique sea una entidad semejante a una cosa. Normalmente simplemente estudian la fenomenología psicológica con esta idea como el horizonte implícito y a menudo muy inconsciente de sus estudios, una idea detrás de sus mentes. Y como tal no toma para ellos la forma de una sustancia hipostasiada, una entidad con un contenido sustancial positivo y realidad empírica. Más bien, en su esquema teorético sólo está presente como ausente, como un espacio en blanco, sirviendo nada más que como una “caja negra”, una caja negra en la cual entran los estímulos de “la realidad externa” y a partir de la cual salen las reacciones psíquicas. Sin embargo, a pesar del hecho de que de esta forma se evita una hipóstasis literal o una reificación de la psique en el nivel semántico o de contenido (porque “caja negra” significa que uno no puede decir nada acerca de su cualidad o contenido), es decir, a pesar del hecho de que la idea entera de “psique” quede entre paréntesis, esta manera de pensar sin embargo, después de todo, no puede escapar al reproche de ser un caso de hipóstasis: porque la misma puesta entre paréntesis muestra que sintácticamente se mantiene y se afirma el lugar (el espacio en blanco) de una sustancia dentro de todo el sistema. La estructura lógica de este tipo de pensamiento psicológico opera con la noción (ya sea implícita o explícita) de algo, la psique, detrás de los fenómenos psíquicos, algo que los produce, una especie de autor, un origen, cuya manifestación son los fenómenos psíquicos. Este es un claro caso de mistificación. La ciencia, por contraste, no trabaja con la idea de una entidad tipo “caja negra” oculta o con la idea de una realidad más allá de los fenómenos naturales que estudia. Para ella, “la naturaleza” es simplemente la suma total de toda la fenomenología natural. La ciencia no necesita mistificar, puede estar completamente “al frente”, porque, volviendo aquí únicamente al campo de la medicina, la sustancia detrás de la enfermedad o de sus portadores (los órganos, los ojos, el corazón, la piel, las articulaciones, en las cuales estas enfermedades se manifiestan) es ella misma completamente fenomenológica, es decir, positivo-factual.

Pero la psicología profunda convencional opera con una “psique” misteriosa detrás de la fenomenología psicológica. Y a pesar de que evita verse literalmente metafísica (al no postular explícitamente a la psique como una sustancia de alma existente, sino más bien manteniéndola encerrada y entre paréntesis en una “caja negra”), aún así mantiene la estructura de pensamiento cuasi-metafísica. En el psicoanálisis freudiano así como en la psicología analítica de Jung la “caja negra” se ha vuelto incluso una parte integral explícita de la teoría psicológica en la idea de “el inconsciente”. Por supuesto, “el inconsciente” es, a pesar de su carácter explícito, una versión más refinada, más sutil, de la “caja negra”, en la medida en que en lo que en el caso de la “caja negra” común es una prohibición estricta a abrirla se ha vuelto una prohibición lógica; la prohibición ha retrocedido hacia el mismo concepto y definición de esta “caja negra”: es inherente en la noción de “el inconsciente” que sea completamente “negro”, “entre paréntesis”, e inaccesible a la consciencia. “El inconsciente” se da como empírico, es decir, como un hecho positivo factual, y se dice de él que es la fuente de todos los eventos psíquicos esenciales, por encima de toda la psicopatología, pero permanece por principio oculto, fundamentalmente no empírico. Nadie lo ha visto ni posiblemente pueda verlo nunca. En otras palabras, permanece como algo puramente especulativo, una idea en la mente, al igual que “la psique”.

¿Qué podemos aprender de esto? El hecho de que la psicología con sus ideas de “el inconsciente” y “la psique” cree tener un objeto empírico, un sustrato real para la fenomenología psíquica. Pero que este objeto o sustrato sea en sí mismo puramente especulativo, una ficción y precisamente no un hecho positivo, nos dice algo acerca de la naturaleza de la psicología misma. Claramente indica que la psicología no es ni puede ser una ciencia natural como la física o la medicina, sino que por el contrario es una iniciativa fundamentalmente especulativa. Las ideas de “el inconsciente” y la psique como sustratos y objetos de la investigación empírica sólo se dan si y cuando la psicología proyecta su propia naturaleza especulativa intrínseca ahí afuera y lejos de sí misma y postula, de hecho, hipostatiza (reifica, casi personifica) como un objeto externo de su observación y estudio algo que en realidad es su propia naturaleza y funcionamiento interior. Kant habló, con respecto a las ideas teoréticas de la metafísica clásica tales como “Dios” o “el alma inmortal”, de una subrepción (Erschleichung) de un objeto tipo cosa donde de hecho sólo hay una función mental. Estructuralmente, “el inconsciente” y la idea de la psique son tal subrepción.

Psicológicamente, la función principal que tiene este modo de pensar es el tomar a la psicología (el pensamiento psicológico) prisionera de la externalidad, la misma externalidad que prevalece en la medicina clásica y en todas las ciencias naturales tradicionales. (3) Pero en contraste con las ciencias donde esta externalidad es legítima, porque es constitutiva para ellas (la ciencia versa sobre “la naturaleza de ahí afuera”, la naturaleza como un objeto de observación empírica, la naturaleza como positividad), en el caso de la psicología esto equivale a su auto-alienación y a su auto-traición. Al proyectar sus ideas especulativas acerca de la psique y la realidad psíquica fuera y lejos de ella misma, fuera del reino de la especulación mental, y establecerlas como realidad positivo-factual “ahí afuera”, para ser observada, estudiada, explicada y tratada empíricamente por la psicología, la psicología se envía a sí misma, podríamos decirlo así, hacia una búsqueda inútil. En una de las reveladoras anécdotas sufíes, Mullah Nasrudin un día es observado por sus amigos de conversación en el mercado que de repente los pasa galopando, y después de un rato, vuelve a pasar al galope en la dirección opuesta, y entonces una vez más en una tercera dirección y así. Al final le piden que se detenga y le preguntan en el nombre del cielo qué hace galopando de esa manera en todas las direcciones posibles. Su respuesta fue: “Estoy buscando a mi caballo”.

Generalmente tal anécdota jocosa es tan reveladora como confusa si uno la toma llanamente. Las historias, imágenes, metáforas, ilustraciones, nunca son medios plenamente adecuados para dar expresión verdadera a las ideas especulativas. El punto que quiero revelar con esta anécdota no es simplemente la visión de que lo que él había estado buscando era la misma cosa, el caballo, en la cual había estado sentado y que le permitía buscarlo por todos lados. Más bien, el punto es que aquello que estaba buscando no era ni el caballo como un objeto en la distancia ni el caballo en el cual siempre había estado sentado durante su búsqueda. O, aplicándolo a nuestro tema, no serviría de nada darse cuenta que “la psique” no es un objeto empírico ni una entidad oculta “ahí afuera”, sino más bien una idea en la mente subjetiva del teórico. Un mero cambio de objeto a sujeto no serviría. Sólo sería una reversión en el opuesto y por lo tanto seis de uno y media docena del otro, cuando lo que realmente se nos demanda es avanzar a un nivel enteramente diferente dejando atrás tanto sujeto como objeto, es decir, la oposición-de-consciencia por completo. El caballo buscado o visto ahí afuera en algún lugar y el caballo que Mullah Nasrudin ya está cabalgando durante su búsqueda son ambos caballos literales, ambos hechos positivos, y por la misma razón la psique reificada y proyectada en las personas, por un lado, y la psique comprendida como nada más que una idea en la mente observadora y teorizadora, por el otro lado, son dos opciones que pertenecen a uno y el mismo estilo de pensamiento positivista. Lo que realmente se busca no es ni una cosa ni la otra sino algo que al mismo tiempo las comprenda a ambas. Es el tercero de los dos. Es verdaderamente especulativo. Psicológico.

Los freudianos hacen una distinción entre fenomenología psicológica, por un lado, y la así llamada metapsicología, por el otro lado. C.G. Jung, por contraste, nos mostró que tal disociación entre sujeto y objeto, entre hecho observado y teoría (o interpretación del hecho) es insostenible en psicología. Decía que podía haber gente que tenía una psicología freudiana, mientras que otros podían tener una adleriana, una junguiana o cualquier otra. En otras palabras, la psicología es tanto lo que tiene ante sí el psicólogo como objeto de su investigación (“lo que está ocurriendo en los pacientes o en la gente en general”) y aquello que piensa acerca de este objeto suyo, la psicología es tanto sus teorías como la vida vivida del alma que estas teorías intentan captar. El hecho de que la gente tenga una cierta psicología también debe ser entendido como que son (existen como) esta psicología. La psicología es idea y realidad a la vez.

Jung podría decir: “En cualquier caso, la crítica filosófica me ha ayudado a ver que cada psicología—la mía incluida—tiene el carácter de una confesión subjetiva” (CW 4 § 775). Al hacer psicología, Jung advirtió que, “hablo de mi mismo en el envoltorio de datos supuestamente empíricos” (ibid. traducción modificada), y sobre una hipótesis que es central en su pensamiento dijo que “ciertamente tienen su origen en mi incluso si me engaño a creer [mir einbilde] que los he descubierto a través de la observación empírica” (ibid., § 778, traducción modificada). Pero también necesitamos dar vuelta estas frases y decirlas de la forma opuesta, por ejemplo, que al observarme a mi mismo y al hablar sobre mi condición psíquica el alma objetiva misma se expresa a sí misma en el envoltorio de mi auto-observación. Más que eso: los fenómenos psicológicos y por lo tanto también los comportamientos, estados psicopatológicos y los síntomas neuróticos son en sí mismos y desde el principio teorías (teorización implícita) o, si uno quiere usar el término freudiano, en sí mismos “metapsicología” (implícita). Son en sí mismos interpretaciones, vienen como interpretaciones que aparecen espontáneamente. No son primero de todo hechos de la naturaleza que meramente esperan una interpretación. Son fantasías, ideas, visiones, objetificadas, solidificadas, encarnadas. Y la teoría psicológica es en sí misma una parte del proceso viviente del alma, del hacer-alma; es productiva, constructiva—es en sí misma parte de la fenomenología psíquica, hasta cierto punto incluso quizás parte de la psicopatología (con el término de Hillman, de “patologizar”) o, conversamente, en sí misma terapéutica. Lo psíquico es en sí mismo psicológico, lo psicológico es en sí mismo realidad psíquica.

La primera mitad de esta última sentencia está pronunciada en el dicho de Jung: “Pero cada proceso psíquico […] es esencialmente ‘teoría’, es decir, intuición [Anschauung], y su reconstrucción en el mejor de los casos es sólo una variedad de la misma intuición” (CW 17 § 162, traducción modificada, las itálicas son de Jung). “En el mejor de los casos”, porque si la reconstrucción o interpretación no es solo tal variedad de la misma intuición entonces pierde el punto; entonces, como añade Jung, “equivale” “a un intento compensatorio (de mejorar, de encontrar el fallo, etc.), o a una polémica (o crítica)”. La segunda mitad de la sentencia anterior la encontramos expresada en la siguiente afirmación: “… la psicología inevitablemente se mezcla con el proceso psíquico mismo. Ya no puede ser distinguida de este último, y así se convierte en él. … no es, en el sentido más profundo, una explicación de este proceso, porque no hay explicación de lo psíquico que pueda ser otra cosa que el proceso viviente de la psique misma” (CW 8 § 429). Lo que aquí viene a la mente es el dicho alquímico de que lo que está dentro está afuera. Y la idea de esta mezcla, de este volver a sí mismo, evoca la imagen alquímica del uróboros, la serpiente que se come su propia cola. La razón para este entrelazamiento urobórico de sujeto y objeto, de lo psíquico y lo psicológico, está expresada en la afirmación teorética fundamental de Jung de que la psicología “carece de la inmensa ventaja de un punto arquimédico como el que disfruta la física. … La psique … se observa a sí misma y sólo puede traducir lo psíquico de nuevo a lo psíquico. … No hay medio para que la psicología se refleje a sí misma: sólo se puede retratar a sí misma en ella misma, y describirse a sí misma” (ibid. § 421), “ignotum per ignotius” (por ejemplo, CW 17 § 162).

El alma es auto-reflexión, auto-relación, y la psicología (explicaciones y descripciones psicológicas) es una de las maneras en las cuales el alma se refleja a sí misma. La clara distinción, sin duda, la oposición, prevaleciente en todas las ciencias, de sujeto y objeto, teoría y naturaleza, no existe en la psicología ni para ella. La psicología no puede ser una ciencia. Es en sí misma y desde el principio ciencia sublada, es en sí misma psicología ‘científica’ sublada. La psicología es inevitablemente especulativa. La clara distinción entre la psicología y su objeto, el alma, no puede ser mantenida: La psicología es en sí misma una expresión del alma, y el alma es interpretación de sí misma (en otras palabras, es en sí misma psicología y no un trozo de naturaleza, ni un hecho o evento natural). Tanto alma como psicología siguen una lógica “urobórica”. A pesar de que la psicología es un estudio del alma no trata con los hechos de ahí afuera, hechos que aguardan nuestra interpretación o entendimiento, o nuestra teorización. No hay hechos simples para la psicología. La psicología no puede ser descripta como una relación simple de sujeto-objeto, como un vis-à-vis simple, aquí el psicólogo como el sujeto, allí los hechos o la realidad psíquica. La relación prevaleciente en la psicología necesita ser descripta con una fórmula más compleja: como una relación sujeto-sujeto en la cual el primer sujeto, por ejemplo, el psicólogo, es en sí mismo una relación objeto-sujeto y el segundo sujeto, por ejemplo, la neurosis de un paciente, en sí mismo una relación sujeto-objeto.

psicólogo — paciente o síntoma/fenómeno sujeto (objeto-sujeto) — sujeto (sujeto-objeto) teoría (“naturaleza” psíquica-teoría) — teoría (teoría-“naturaleza” psíquica) Jung dijo: “Nunca deberíamos olvidar que en cualquier discusión psicológica no estamos haciendo afirmaciones acerca de la psique, sino que la psique se está expresando inevitablemente a sí misma” (CW 9i § 483, traducción modificada).

Pero la falta de un punto arquimédico no es sólo una falta y el dilema de la psicología, (4) es en realidad también (o mucho más) su privilegio y su prerrogativa. Es indicativo del hecho de que la psicología es de un nivel más alto de consciencia o de un estatus lógico más sofisticado. En la psicología, la consciencia se ve obligada a trascender el punto de vista del observador; tiene que superar la idea ingenua de la direccionalidad de una oposición sujeto y objeto. Amanece a una complejidad más alta, de manera que cuando esto ha ocurrido ahora se ha vuelto objetivamente auto-reflexiva, urobórica, y se ha comprendido a sí misma como tal (lo cual por supuesto no son dos cambios separados, sino uno y el mismo, puesto que en psicología ser es en sí mismo pensar, y pensamiento, teoría o entendimiento es realidad psíquica).

¿Qué significa ésto para nuestra pregunta respecto del tema de una “psicología con alma”? La posición que hemos alcanzado queda a la vez más allá del concepto metafísico de alma y más allá de esa actitud que está dispuesta a tirar simplemente por la borda el concepto de alma. Con las fórmulas que he dado, hemos llegado a una posición en la que el “objeto” ha desparecido, no completamente, por supuesto, sino como objeto inmediato o directo o como hecho positivo; de otra manera podemos decir que, aún está ahí, aunque no de manera literal, sino sólo como objeto sublado, como objeto reflejado en sí mismo. O aún mejor: No ha desaparecido el objeto (“el alma”), sino que la misma noción de “objeto”, la noción de “alma”, ha sido sublada. “Psicología con alma” ahora ya no significa una teoría psicológica acerca del alma como una entidad natural existente, como una sustancia tipo cosa, una positividad; el alma ya no está sustancializada, sino que la noción de “alma” ha sido alquímicamente destilada, sublimada, licuada. “El alma” es, hablando lógicamente, negatividad absoluta. Su noción ha sido interiorizada en sí misma, en la psicología. También podríamos decir: Esta noción ha sido apartada de la “ontología” hacia la “lógica” o al “método”. “El alma” es ahora una perspectiva, un estilo de pensamiento.

De esta manera la noción del objeto de la psicología se ha vuelto en sí misma psicologizada. La psicología ha vuelto a casa a sí misma, porque su objeto, “el alma” ha vuelto a casa a ella. La psicología tiene un objeto. Es una psicología con alma. Pero el alma para la psicología no es un objeto externo, no es un objeto ahí afuera: simplemente es (el alma) el propio sí mismo de la psicología. Es en éste sentido que la psicología se ha vuelto lógicamente urobórica, auto-reflexiva. El alma investiga al alma. No es como en las ciencias donde la mente estudia un Otro, concretamente la naturaleza como realidad existente positivo-factualmente, sino que lo que estudia es en sí mismo ya (y de manera inescapable) mente, noético, inteligible. En ambos lados de la oposición tienes lo mismo. En vez de perder literalmente la noción de alma o librarse de ella por completo. (5)

Esto hace imposible comprender la psicología como una ciencia empírica (como Jung normalmente aún quería, a pesar de su concepción de largo alcance de que “La psicología tiene que sublarse [aufheben] a sí misma como una ciencia y en ello precisamente alcanza su meta científica” CW 8 § 429. Traducción modificada.) Más bien, ahora que la misma noción de su objeto, “el alma”, de “entidad existente” se ha disuelto en método o estilo, la psicología tiene que ser definida de manera diferente: como la disciplina de la interioridad.

¿Qué significa disciplina de la interioridad? En primer lugar significa que nuestra investigación es una investigación psicológica si intentamos entrar dentro del fenómeno que estudiamos y logramos verlo desde dentro. Aquí hago un gran salto a un tema completamente diferente para hacer esto más accesible. En un seminario, en el contexto de una discusión sobre el tema de “asimilar la propia naturaleza animal de uno” Jung una vez dijo:

“… es difícil decirle a alguien, tu deberías … llegar a conocer tu naturaleza animal, porque la gente piensa que es una especie de asilo lunático, piensan que el animal salta por encima de las rejas y que siembra el caos en el pueblo. Sin embargo en su naturaleza el animal es un ciudadano de buen comportamiento, es devoto, sigue el camino muy uniformemente … Sólo el hombre es extravagante … De manera que si asimilas la naturaleza del animal te vuelves un ciudadano peculiarmente obediente a las leyes; vas muy cuidadoso y te vuelves muy sensato en tus modos de actuar … Tenemos una idea completamente equivocada del animal; no debemos juzgar desde fuera. Desde fuera se ve un cerdo cubierto de lodo y revolcándose en la suciedad … desde fuera ese cerdo está sucio … para ti estará sucio, pero no lo está para el cerdo. Lo que tienes que hacer es ponerte en la piel del cerdo.” (6)

A pesar de que el tema particular de esta cita no tiene nada que ver con nuestro contexto, aún así nos muestra el movimiento esencial que transforma un tema o fenómeno en psicológico. Tenemos que meternos dentro del fenómeno y entenderlo desde dentro de sí mismo.

Pero ahora aparece la nueva pregunta, “¿Cómo podemos meternos dentro de un fenómeno para que de hecho podamos verlo desde dentro y para que así se vuelva un fenómeno psicológico?” Obviamente no es un movimiento en la externalidad del espacio, sino un cambio psicológico de actitud o punto de vista. Vemos algo desde dentro si, y sólo si, lo concebimos de acuerdo al principio alquímico, tan a menudo repetido, expresado por Jung, por ejemplo, de la siguiente manera:

“Por encima de todo, no dejéis que nada de fuera, que no le pertenezca, se introduzca, porque la imagen de la fantasía [o para nosotros: el fenómeno psicológico en general] tiene ‘todo lo que necesita’ [omne quo indiget] dentro suyo” (CW 14 § 749). (7)

Esta frase, que puede ser llamada en analogía con la navaja de Occam (8) la “navaja psicológica”, contiene el criterio según el cual las afirmaciones, teorías y fenómenos pueden ser juzgados con respecto a si son o no son realmente psicológicos.

Como psicólogos tenemos que ver, mejor dicho: tenemos que pensar, los fenómenos como teniendo todo lo que necesitan dentro suyo, incluso su causa y origen, su telos y su cumplimiento, significado y verdad. ¡Este es nuestro trabajo como psicólogos! Es en este sentido que Jung también pudo decir con una afirmación talmúdica: “El sueño es su propia interpretación”, un dicho que muestra que está expresado desde la posición de la auto-reflexividad. La misma idea se aplica a cualquier fenómeno percibido psicológicamente, también a un síntoma o neurosis. Tenemos que imputarle el carácter de estar completo dentro de sí mismo, urobóricamente auto-contenido. Digo ‘imputar’ porque este auto-contenimiento de los fenómenos no es por supuesto una afirmación ontológica (“los fenómenos tienen todo lo que necesitan dentro suyo”), sino una actitud metodológica que uno puede o no adoptar, pero que tengo que adoptar si se supone que mi pensamiento tiene que ser psicológico. Si fuese una afirmación ontológica volveríamos a la posición que ya hemos dejado, volveríamos a la relación simple sujeto-objeto.

La pregunta de cómo meterse verdaderamente en un fenómeno ahora ya ha sido respondida. Conseguimos entrar en un fenómeno para que podamos de hecho verlo desde dentro si le imputamos metódicamente el hecho de que tenga todo lo que necesita dentro suyo y si de forma igualmente sistemática evitamos que nada de fuera que no le pertenezca se meta dentro suyo. “[…] la interpretación debe evitar hacer uso de cualquier otro punto de vista que no sea aquel manifiestamente proporcionado por el contenido mismo” (CW 4 § 162). Nuestro conseguir entrar en un fenómeno no necesita un movimiento activo por nuestra parte (ni una locomoción ni un acto de empatía, ni nuestro intento de transportarnos mentalmente al fenómeno [imaginando]). Esa interioridad que es constitutiva de la psicología se alcanza mucho antes a través de nada más que una negación: a través de “prevenir”, “proteger”—nada más que nuestra estricta protección del fenómeno en cuestión (nuestra apercepción del fenómeno) de una posible intrusión de cualquier idea, asociación, emoción o perspectivas ajenas.

Permítaseme apuntar tan sólo dos de las implicaciones de este principio metodológico.

a) Antes que empecemos con nuestro estudio de la psicología de la neurosis, todos los conceptos fijados, establecidos, con los cuales la neurosis se explica convencionalmente deben ser barridos y dejados atrás tanto como sea posible, conceptos e ideas tales como traumas, desarrollo infantil, represión y regresión, conflicto, compensación, el inconsciente, arquetipos. Si son importantes podemos confiar que el fenómeno de la neurosis ahora visto de forma fresca y nueva los re-introducirá por su propio acuerdo, pero entonces ya no como pre-concepciones traídas al fenómeno desde fuera, sino como generadas y necesitadas por él desde dentro.

b) Al volver el fenómeno sobre sí mismo y al encerrarlo dentro suyo y al mantener rigurosamente fuera de él cualquier cosa de fuera que no le pertenezca, incluso el mero pensamiento de una realidad externa alrededor de él, el fenómeno psicológico queda al mismo tiempo lógicamente separado de la idea de un sustrato del cual cuya manifestación o cualidad podría haberse pensado que era. De esta manera, el naturalismo, el biologismo y la falacia personalista de la psicología convencional quedan superadas. Convencionalmente, la realidad psíquica ha sido concebida como el comportamiento del organismo o como lo que pasa dentro de la gente. Pero desde una perspectiva verdaderamente psicológica, el fenómeno se ve como suficiente en sí mismo. La idea de la personalidad como sustrato no tiene lugar en una psicología que se da cuenta de sí misma. La psicología no es acerca de la gente; “hombres” y “mujeres” no son conceptos de la psicología. Cito a Jung: “En los mitos y en los cuentos de hadas, así como en los sueños, el alma habla acerca de sí misma, y los arquetipos se revelan a sí mismos en su interacción natural, como ‘formación, transformación / la eterna recreación de la Mente eterna’” (CW 9i § 400, traducción modificada). Ya antes he citado la frase de Jung de que “la psique se expresa inevitablemente a sí misma”. El alma habla acerca de sí misma, ¡no acerca de nosotros! La psicología trata acerca de ideas, pensamientos, emociones, sentimientos, impulsos, síntomas, imágenes, sueños, como realidades en su propio derecho. En el momento en que uno ve estos fenómenos como expresiones del organismo o de la personalidad, uno ha dejado la psicología propiamente y ha entrado la biología humana, la etología, o incluso también la sociología.

Con la concepción de la psicología como la disciplina de la interioridad y con la máxima de Jung que nos prohibe introducir nada del exterior en la materia prima, podemos ver lo que significa “psicología con alma” para el objeto de la psicología. Porque ya no es una sustancia, una entidad positivo-factual, sino que ha sido reflejada en la psicología, la psicología ya no tiene “la ventaja de ‘un campo delimitado de trabajo’” (CW 9i § 112). Esto significa precisamente que la psicología no queda restringida a lo que ocurre dentro de la gente en contraste al mundo a gran escala. Más bien, cualquier objeto de todo el amplio mundo de la experiencia y cultura humana, y cualquier objeto de cualquier ciencia, teoría o fantasía puede ser un objeto, es decir, la materia de estudio, para la psicología. “Toda otra ciencia tiene que hablar sobre un exterior; no ocurre así con la psicología, cuyo objeto es el sujeto de toda ciencia” (CW 8 § 429, mi énfasis, traducción modificada). (9) Esto es así porque todos los objetos que conocemos o acerca de los cuales pensamos han pasado por la mente. Y este es el aspecto que la psicología ha de estudiar. ¡La cultura humana a gran escala!

c) Al construir los fenómenos como realidades en su propio derecho, a cada fenómeno (ésta neurosis, éste sueño, éste impulso) se le asigna el carácter de un individuo verdadero—individuo no meramente en el sentido de singularidad, sino de un sí mismo. [El término sí mismo aquí implica la estructura urobórica de auto-relación. No significa una entidad.] Es un defecto grave de la psicología de Jung el que haya literalizado, reificado y mistificado el sí mismo como el Sí Mismo, una entidad en la psique humana que expresa un orden superior, supra-empírico, la completitud “transpersonal” así como el centro de la persona, mientras que en realidad “sí mismo” es simplemente la naturaleza específica [= estructura lógica] de cualquier fenómeno psicológico, cualquier imagen, sueño, idea, síntoma, etc. [como auto-contenido, auto-encerrado, auto-relativo]. Obviamente Jung no fue capaz de liberarse completamente de un sesgo personalista (a pesar de su énfasis en lo transpersonal). La propia naturaleza de una imagen, por ejemplo, se muestra en que esa imagen, al igual que un poema o una pintura, muestra su infinitud interior restaurándose siempre nuevamente en contra de nuestras infinitas interpretaciones de ella; por su propio acuerdo anula sus interpretaciones previas y, habiendo una y otra vez recuperado su frescura e interioridad originales, produce nuevas interpretaciones.

En lenguaje imaginal también podríamos decir que cada fenómeno psicológico es una materia prima encerrada en la retorta, donde retorta sería, como lo escuchamos de Jung, “un producto humano artificial y por lo tanto significa la intencionalidad y artificialidad intelectual del procedimiento”. Está “herméticamente sellada” y tiene que “ser tan redonda como sea posible, ya que se supone que representa el universo [el Weltall]” (CW 13 § 245, traducción modificada). El sello hermético indica la exclusión radical de cualquier cosa que provenga de fuera, de hecho la decisión de deshacerse por completo de la misma idea de un “afuera”. El hecho de que el vas hermético conteniendo la materia represente al universo, al Todo, pone en evidencia el carácter de sí mimo: la materia debe ser vista como un individuo, como una totalidad, un mundo en sí mismo, el mundo entero (del momento concreto): “¡esto es!” [¡Sólo ésto! No existe nada más para mi mientras esté mirando a la materia que se encuentra en la retorta. Le doy mi espalda a cualquier otra cosa: ¡Este es el punto de vista de la interioridad! No hay introspección, no hay un mirarme a mi mismo, sino un mirar a la retorta frente a mi, con mi espalda vuelta para todo lo demás.]

El pensamiento mitológico también representaba al mundo como un sí mismo al imaginarlo rodeando y contenido por Okeanos, cuyas aguas fluían urobóricamente de vuelta hacia sí mismas y quién de esta manera era el “origen de todo” y el “Padre de los Dioses”. Y por lo que concierne a la retorta alquímica, la artificialidad del procedimiento apunta más al carácter metodológico que al carácter ontológico-metafísico de la idea del auto-contenimiento urobórico de la materia o fenómeno; también, muestra que la actitud metodológica de la psicología no es ingenua. La psicología sabe que el sujeto ya está implicado y que ya es inherente en el fenómeno que quiere investigar como su objeto de estudio ante sí; es, con respecto a la materia prima así como al producto final deseado del procedimiento, tanto productiva (en el sentido de poiêsis) como teorética. Es a la vez hacer-alma Y conocimiento del alma.

Jung dijo que la psicología no tiene “la ventaja de un ‘capo delimitado de trabajo’”. El mundo entero de la experiencia y la cultura humana es su campo de trabajo. ¿Pero entonces qué diferencia hay cuando, por ejemplo, la biología estudia un león y la psicología estudia un león? En las ciencias naturales, el león, además de ser una positividad y un objeto vis-à-vis al observador, es apercibido y estudiado como una parte o pieza de la naturaleza. En esta pieza, están en funcionamiento las leyes generales de la naturaleza a gran escala. Y el foco de las ciencias recae sobre las maneras específicas en las cuales esas leyes se manifiestan en el fenómeno particular. Por lo tanto los fenómenos quedan aquí reductivamente explicados en términos de algo más grande. Los fenómenos tienen su esencia fuera de sí mismos en la naturaleza a gran escala.

La psicología, por contraste, mira a todos los fenómenos, primero, como ya apercibidos, vistos, es decir, a lo que en tanto ya ha sido interpretado y que son por lo tanto afirmaciones del “alma”, más que a hechos o positividades factuales. Los fenómenos psicológicos son absoluto-negativos. Son psicológicos en tanto que son una negación de la “naturaleza”. Contra naturam. Y por lo tanto, en segundo lugar, la psicología mira a todos los fenómenos como siendo sí mismos, y esta es la razón por la cual, por ejemplo el león, para la psicología es un símbolo, una idea psíquica. Tiene su propia profundidad dentro de sí misma, esa profundidad que Jung llamó arquetipal. De esta manera vemos, dicho sea el paso, cómo la teoría de los arquetipos es dependiente de la concepción de los fenómenos como sí mismos.

Si el fenómeno como prima materia es un sí mismo, entonces nuestro pensamiento debe ser “monístico”. Aquí no hay espacio para la dualidad, para la idea de una relación entre dos. Sólo hay esto, la materia a mano. Tiene todo lo que necesita dentro suyo.

Pero lo contrario de esto es que este Uno es en sí mismo mercurial, utriusque capax, una unión dialéctica, urobórica de opuestos. Y por supuesto, sólo puede ser dialéctica y mercurial porque cualquier jugueteo con un Otro exterior queda excluido. La idea de un Otro externo permitiría que el Mercurius se escapase, o mejor, desharía su naturaleza mercurial al permitir que los momentos conflictivos de su contradiccionalidad interna se distribuyesen en dos. Tendríamos opuestos simples en vez de dialéctica mercurial.

La exclusión de cualquier Otro externo no debe ser malentendida como el ‘volverse en contra …’ activo, incluso quizás violento, por parte del psicólogo, lo cual tendría por supuesto el efecto contraproducente de mantener lógicamente siempre ese mismo Otro contra el cual se vuelve. No, la exclusión es “pática”, pasiva, es un efecto secundario de algo más: del hecho de que toda “libido”, todo amor, toda la intensidad de la dedicación de uno, fluye hacia la imagen a mano (o hacia cualquiera que sea el fenómeno psicológico que pueda haber en la retorta), de manera que todo lo demás queda simplemente olvidado; no queda atención para ello; toda la dedicación de uno está en el fenómeno, cautivada por él. De esta forma es en última instancia el amor lo que convierte al fenómeno en materia prima, en un sí mismo, en el universo.

A partir de aquí podemos entender, dicho sea el paso, por qué en el psicoanálisis freudiano el arduo trabajo con la transferencia personal es tan extremadamente importante, mientras que en el análisis junguiano no lo es. El psicoanálisis no ha dejado atrás la idea de la personalidad como sustrato; se aferra a la idea de dualidad y a la de objetos físicamente existentes (ambas ideas vienen juntas, pero también son lógicamente mantenidas separadas, en la idea de ¡“relaciones objetuales”!). Al operar con la idea del paciente y de su Otro positivo, literal, el terapeuta, el análisis de la transferencia es el ritual a través del cual cada fenómeno psicológico queda atado a, o “tomado prisionero por”, la lógica de “persona” (incluso “objeto”) y de “sustrato”. La consciencia se acuerda constantemente de la existencia positiva, literal, de las dos personas empíricas en la sala de consulta. El análisis de la transferencia es un ritual de reafirmar sintáctica o lógicamente la otredad, la externalidad, la positividad o, al revés, de evitar que la consciencia caiga en la interioridad e infinitud interna, mientras que semánticamente (a menudo desesperadamente) intenta superar esta externalidad.

En un análisis junguiano informado por un espíritu alquímico, es mucho más fácil entregarse a un sueño o a otro fenómeno y olvidarse de las dos personas fuera de su retorta. Ambas personas en la sala de consulta pueden encontrarse en un sueño como un tercero. Aquí la transferencia es comprendida como el problema de la coniunctio dentro de la vida dialéctica, mercurial de la materia prima de la psique objetiva, no como la relación e interacción entre las dos personas empíricas en la sala de consulta.

2. Pensando la neurosis

Este libro ve la neurosis desde la perspectiva del alma, la vida lógica del alma. Intenta desarrollar un concepto psicológico de neurosis, y este concepto en el estricto sentido de “concepto”. Trata acerca de la “lógica de una enfermedad metafísica”. Otra manera de decir lo mismo sería decir que este libro tiene la tarea de pensar la neurosis, pensarla exhaustivamente.

Por razones que se aclararán más adelante, la neurosis, a un nivel mucho más alto que otros fenómenos psíquicos, requiere que la pensemos, que nos aproximemos a ella pensativamente, que la penetremos con pensamiento conceptual. El propio pensamiento es el único medio en el cual podemos hacerle justicia, hacerle justicia también particularmente a nivel terapéutico. La tesis de una conexión entre el alma y el pensamiento en la cual insisto aquí admito que es inusual. Lo normal en psicología es conectar el alma con la emoción, el sentimiento, con los deseos, apego y heridas, etc. Pero todas estas realidades (o ideas) tan importantes como puedan ser en su propio derecho y en su lugar adecuado, pierden la esencia de la neurosis. Por qué esto es así quedará claro, como ya he indicado, a partir de la discusión de más adelante acerca de la naturaleza de la neurosis en los siguientes capítulos. Es suficiente aquí decir a modo de pista anticipatoria que la neurosis es una enfermedad lógica e intelectual, una tarea altamente enrevesada, astuta, y necesita ser vista en un nivel puramente estructural (en contraste con un nivel personal: personas como entidades, “objetos”, tal como son llamadas en la jerga psicoanalítica). Por lo tanto, pensar aquí significa no quedar impresionado ni dejarse atrapar por la apariencia externa (fenoménica) que presenta la neurosis, sino que hay que verla acabadamente y comprender su estructura subyacente, o mejor dicho, puesto que “estructura” da la impresión equivoca de una arquitectura estática, hay que ver acabadamente y comprender la lógica compleja de la maniobra, ocurriendo bajo la superficie, como la cual existe la neurosis.

Pero esto no es todo. Además de la necesidad de comprender las manifestaciones individuales de la neurosis nuestro proyecto de pensar la neurosis también tiene que ir más allá del nivel de todos los síntomas y mecanismos neuróticos individuales en plural y enfocarse en la neurosis en singular. Necesitamos entender que las enfermedades neuróticas individuales no tienen su verdad cada una en ellas mismas, sino en la neurosis como la realidad verdadera, de la cual, las neurosis que todos los diferentes pacientes tienen y todas las numerosas manifestaciones neuróticas son meramente ejemplificaciones específicas y parciales. La multitud de neuróticos participan de la neurosis, de forma parecida a como en una escala y dimensión mucho más grande, todos los seres vivos son representaciones individuales de “la vida como tal”. La neurosis, por decirlo así, se disemina en neurosis individuales, pero en cada individuo neurótico está la neurosis en forma individualizada. La neurosis es un pensamiento que en tanto que pensamiento se ha vuelto real. Es un concepto vivido y encarnado (y por tanto existente), y como tal, a pesar de su realidad diseminada, es un todo indiviso por su propio derecho. Es, después de todo, una realidad psicológica, una expresión del alma, y es, no debemos olvidar esto, una “institución” cultural. (10)

Los individuos que se vuelven neuróticos son meramente el lugar donde se realiza a sí misma esta institución cultural. Se realiza a sí misma en ellos, cuando miramos desde una perspectiva empírica, causal, probablemente porque ellos son susceptibles o sensibles a ella, dándose a ella de acuerdo con su propia constitución psíquica personal, con sus necesidades, deseos, así como con sus circunstancias vitales. La institución de la neurosis, como parte de la lógica de una era histórica, dentro en una sociedad tiene más facilidad para presentarse en algunas personas que en otras. De alguna manera esto puede, en un nivel social, ser comparable a lo que en medicina se llama el locus minoris resistentiae de un organismo. O puede ser comparable a como en una sociedad ciertas personas caen cautivas por las modas, ideas y movimientos del momento y se identifican completamente con esas cosas perdiendo de esta manera su distancia crítica hacia ellas, mientras que la mayoría de las otras personas pueden quizás también simpatizar con las mismas modas sin, de todas maneras, perder su propia identidad. O también puede ser comparable a como ciertos individuos se extravían en la adicción a las drogas mientras que otros no.

La neurosis como un concepto existente no puede ser explicado personalísticamente, de la misma forma que el “yo”, otro concepto existente, tampoco puede ser explicado personalísticamente. Como un concepto, la neurosis tiene su propia integridad. No es algo circunstancial, no es un atributo o accidente de la persona humana en tanto que sustancia. Qua concepto es en sí mismo, si uno quiere, una “sustancia”, una res.

A menudo “pensar” se entiende como nuestro reflexionar acerca de algo, tener pensamientos, ideas, opiniones acerca de ello. Pero cuando hablo de querer pensar la neurosis me refiero a algo muy diferente. Me refiero a un pensamiento nuestro en el cual permitimos que la neurosis misma piense su propia naturaleza y verdad y que despliegue el pensamiento que ella es hasta el mismo final.


Notas

1. He discutido sobre este tema con amplitud en mi What Is Soul?, New Orleans (Spring Journal Books) 2012, capítulo 1.1.

2. “Psique” y “alma” aquí son usados aún como sinónimos, a pesar de que en otros contextos son separados radicalmente por la “diferencia psicológica”.

3. Aquí no tengo en cuenta la tendencia de los físicos más modernos en la dirección de la auto-reflexión.

4. Este aspecto adverso es lo que Jung enfatizó: “la psicología de los fenómenos complejos se encuentra a sí misma en una situación incómoda [mißlich] comprada con las otras ciencias naturales porque carece de una base fuera de su objeto” (CW 10 § 429).

5. Lo que he descripto no es por supuesto la concepción convencional y prevaleciente de psicología. Normalmente la consciencia se queda en el modo de pensar antiguo pre-reflexivo en términos de sujeto y objeto. El problema del narcisismo como una patología puede ser entendido como la represión de la lógica urobórica en el estilo de la psicología, la represión de su naturaleza especulativa, y el retorno de lo reprimido como ¡un hecho externo, literalizado y positivizado! Lo que debería ser la lógica o “sintaxis” de la psicología como tal, aparece dentro de ella como un contenido “semántico” particular.

6. Jung, Visions: Notes of the Seminar given 1930-1934, ed. Claire Douglas, 2 vols, Bollingen Seeries, Princeton (Princeton Univ. Press), p. 168.

7. He añadido las palabras no importantes “dentro suyo”, las cuales han sido omitidas en la traducción de las CW, pero son parte del original alemán de Jung (GW 14/II § 404).

8. “Pluralitas non est ponenda sine necessitate”, o: “Principia (or entia) non sunt multiplicanda praeter necessitatem”

9. Describiendo lo que “siempre ha llamado mi más profundo interés y atención” Jung por lo tanto lista: “las manifestaciones de los arquetipos, o de las formas arquetipales, en todos los fenómenos de la vida: en biología, física, historia, folclore y en arte, teología y mitología, en parapsicología, así como en los síntomas de los pacientes y neuróticos dementes, y finalmente en los sueños y en la vida de cada hombre y mujer individual” (Letters 2, p. 397, a Flinker, 17 de octubre de 1957).

10. Volveré al tema de “la neurosis” en la Parte 5, capítulo 3 y Parte 6, capítulo 1.