20.7.20

¿Cuáles son los factores que curan?

Wolfgang Giegerich, 2020.

Pasajes de ‘What Are the Factors That Heal?’ (ed. Dusk Owl Books), seleccionados y traducidos por Alejandro Bica. 


“Es inherente a la noción de alma que no se pueda cambiar desde fuera; en la medida en que es su propio hacer, sus estados particulares no están sujetos a causas, ni a resultados de causas. No podemos efectuar la curación. La psicoterapia debe proceder indirectamente.” (p. 11)

“Heinrich Fierz […] dijo una vez: “En psicoterapia no es asunto de causalidades, ni de causa y efecto, sino de constelaciones.” (p. 12)

“La afirmación “constelamos el arquetipo de la curación” no contiene más información que la afirmación “constelamos el proceso curativo”.” (p. 13)

“En nuestras explicaciones tenemos que permanecer en el nivel de los fenómenos reales que se muestran o se mostraron claramente.” (p. 13)

“Todo lo que la psicoterapia puede esperar hacer es intentar remover ciertos obstáculos para la cura misma del alma y para preparar, en el lado consciente accesible, las actitudes y una “atmósfera” en la mente que podría conducir al volverse activa el alma inaccesible en el sentido de su “autorregulación”. (p. 14)

“[L]a medicina moderna […] sigue el enfoque positivista, naturalista en el intento de producir el movimiento desde la categoría más baja, más probable (enfermedad, trastorno, mal funcionamiento) a la categoría ideal más alta (salud) a través de medios naturales, empíricos. […] La lógica del tratamiento médico es: cuando ocurre tal o cual trastorno tienes que aplicar estas (o, dependiendo de las circunstancias particulares, tienes que aplicar una de estas varias) medidas de vanguardia prescritas. Es un pensamiento tipo receta o programa. Para cocinar tal o cual plato tienes que hacer esto; para producir salud a partir de la enfermedad tienes que hacer esto. La medicina, en perspectiva, es fundamentalmente utilitaria y tecnológica. […] [L]a mente médica comienza desde la enfermedad, desde la ausencia, desde la categoría más baja, y lucha por producir salud. Es un enfoque de abajo hacia arriba. La mente aquí está mirando hacia arriba, esperando, aspirando a, y, hasta cierto punto, prometiendo, en parte prediciendo. La salud ha de ser producida desde la falta de salud a través de medios técnicos que están completamente en las manos del hombre. […] Pero la psicología, si se entiende ella misma como una psicología con alma, va, sin embargo, de manera muy diferente sobre la pregunta, ¿qué cura? […] Miro desde atrás, desde la situación después del hecho de la curación y permanezco atrás. Cuando la curación de hecho ocurrió, entonces meramente intento entender y describir lo que estaba implicado en la cura o que contribuyó a ella. No intento darle la vuelta a la relación y conseguir mentalmente poner el trastorno psicológico ante mi para poder volverme capaz de desarrollar una estrategia para atacarlo y forzar una cura. El interés utilitario, tecnológico de adquirir los medios para el proyecto de curación exitosa, en psicología, ha sido dejado completamente atrás. Lo que deberíamos hacer en vistas de curar, de producir la curación, no es de nuestro interés. El psicólogo no es un curador […], realmente no es un miembro de la profesión curativa. Lo que cura es “el alma” misma.” (pp. 25-26)

“La salud solo puede venir de la salud, no ex nihilo, de la ausencia de salud. No puede venir meramente de la aplicación de los medios terapéuticos correctos, ni del uso pragmático de las interacciones sociales, humanas apropiadas sobre el nivel empírico, dentro del área social. El pensamiento psicológico es tautológico, circular. Ello y su enfoque tautológico permanecen en el nivel más alto, y opera dentro de ello.” (p. 26)

“No hay deseo de guías de manejo de enfermedades. El interés que motiva la investigación es puramente teórico, intelectual, concretamente psicológico, un deseo de entender y de responder con alma.” (p. 27)

“Para hacer alma, tienes que comenzar desde el alma. De nihilo nihil fit. No puedes alcanzar el nivel del alma si comienzas como ego, como hombre civil, y lo humano demasiado humano.” (p. 27)

“La modesta actividad del psicoterapeuta es su atención a lo que es; su dedicación al asunto objetivo a mano; este sueño o fantasía ahora, este recuerdo, esta situación pasajera, etc., tal como se presentan; y atendiéndolos cada uno por su propio bien, es decir, no como una pequeña pieza de un puzzle más grande. […] El terapeuta debería, tan cuidadosamente como pueda, atender al fenómeno a mano (a ‘lo que se muestra objetivamente por su propio acuerdo’) y de esta manera hablar olvidando todo lo demás, la sesión de la semana pasada, la imagen más grande, la biografía del paciente, etc., y por encima de todo todos los deseos y emociones del ego. Inmersión en el ahora, pero con el corazón entero de uno.” (p. 28)

“La psicoterapia debe tomar lugar en la negatividad (lógica) del “alma”.” (p. 28)

“El proceso curativo debe ser dejado a sus propios medios.” (p. 29)

“[P]rimero y ante todo, alejarse de la propia atención hechizada a lo que quiere el paciente, alejarse de lo que él se enfoca subjetivamente, a fin de dedicarse paciente y cuidadosamente él mismo a las situaciones y fenómenos psicológicos individuales específicos, las imágenes oníricas, las formas de la patología, lo cual puede plantear asuntos completamente diferentes y perseguir los intereses del alma objetiva. Debemos aprender a abandonar interiormente a los deseos de ayudar y curar, porque solamente de esta manera podemos ser realmente psicoterapeutas.” (p. 29)

"Las mitologías y la historia de los símbolos, ¿son para el psicólogo solo una cantera para extraer material a fin de emparejarlo esquemáticamente con los fenómenos psíquico modernos —o la profundidad "metafísica" y el espíritu mercurial revelado en las grandes producciones de la cultura humana, desde el mito y el ritual a la religión, la filosofía y las artes, tienen un eco vivo y productivo, de hecho creativo, en el alma del analista?” (p. 32)

“[El analista] no debe intentar “evadirse de la confrontación personal con la personalidad del paciente y esconderse detrás de una técnica” (CW 10 § 347 […]), ni “atrincherarse detrás de preceptos” (cf. § 335).” (p. 33)

“Como terapeuta tengo que dar mi respuesta […] a la personalidad del paciente como un todo, a él mismo como esfera psíquica, y tengo que dar mi respuesta como la esfera psíquica o la personalidad que soy.” (pp. 34-35)

“Jung una vez se lamentó de que la psicoterapia normalmente equivale a: “en lugar de psicología, uso de medios psicológicos…” (Letters 1, p. 535 […]). Una idea crucial. […] La psicología en psicoterapia solo ocurre si en vez de usar cualquier cosa el terapeuta se deja ser usado por la profundidad de su personalidad desconocida e incognoscible y permite que ello dé su “respuesta” a la esfera psíquica del paciente en su totalidad, desde detrás o desde debajo de él.” (p. 36)

“La cura fue la reconexión del alma consciente con su propio fundamento.” (p. 38)

“[V]olverse el vicarius animae, el sustituto de la propia profundidad del alma escindida del paciente. […] [C]omo psicoterapeuta, como doctor del alma, permitirse ser usado por la propia parte más profunda escindida del paciente como su representante y vocero.” (p. 39)

“Respecto al trabajo con los sueños de los pacientes: “Aprende todo lo que puedas sobre símbolos y olvídalo todo cuando estés analizando un sueño” (CW 18 § 483). ¡Olvídalo todo! Aprende todas las teorías psicológicas, diagnósticos, técnicas, pero olvídalo todo cuando estés con un paciente.” (p. 39)

“[E]s esencial terapéuticamente que el terapeuta no solo esté movido por la simpatía y empatía personal por este paciente, todo lo cual pertenece al nivel del ego, sino que también tenga un interés intelectual real en el material de este paciente, en la sustancia objetiva del problema humano que representa el paciente psicológicamente para él.” (p. 41)

“La conciencia en el sentido psicológico es en sí misma comunal”. (p. 45)

“Al nadar uno se permite ser llevado por el elemento del agua, ese mismo elemento del cual se sabe que no es un terreno sólido sobre el cual uno podría pararse y caminar, sino un elemento que cuando se ponen los pies estos ceden y en el cual los cuerpos probablemente se hunden y la gente puede posiblemente ahogarse. Para nadar uno tiene que abandonar los deseos de uno de estar de pie, de estar al mando, de modo que se pueda enfrentar al mundo, y junto con ello uno tiene que sacrificar el control del propio ego. En cambio, uno tiene que colocar todo el cuerpo plano sobre la superficie del elemento inestable. Y entonces se experimenta el milagro de que el agua sostendrá y llevará el cuerpo, el mismo cuerpo que solía hundirse cuando uno ingresaba en el agua. Subyacente a la transición del estar de pié o caminar al nadar hay una revolución lógica, que se puede describir de tres maneras. Primero, la superficie inestable del agua se convirtió en una base de apoyo. Segundo, la relación de la consciencia y del cuerpo se invirtió. Normalmente, la consciencia está arriba del cuerpo. En el nadar, el cuerpo toma la posición superior en tanto que es el cuerpo (no la consciencia) el que nos permite flotar en el agua, y la consciencia se ve reducida a una posición inferior de adentridad (in-ness). Tercero, es precisamente esa parte de nosotros la que podría ser la causa de hundimiento o de ahogo, concretamente el cuerpo físico con su peso y sustancia material, la que a su vez se vuelve la misma herramienta para que flotemos en el agua. La consciencia, la mente, siendo insustancial no puede hundirse, pero tampoco es capaz de permitirnos flotar en el agua. Los pacientes tienen que aprender a flotar y a nadar en el agua, en otras palabras, su psique tiene que permitirse ir y entregarse al proceso terapéutico como un movimiento objetivo, aparentemente autónomo. El paciente debe soltar su deseo de ir a terapia en una posición erguida, cabeza arriba, como un ego que camina o que está de pie. Tiene que entregarse, volverse capaz de olvidarse y de olvidar todos los intereses conscientes, permitiendo que el proceso, este elemento inestable, impredecible, se vuelva su soporte y permitir que la corriente lleve poderosamente a la psique a donde ella, la corriente, quiere.” (pp. 56-57)

“Como terapeuta, en la sesión analítica, no estoy presente como un experto o especialista. Yo espero que mi mecánico, mi dentista, mi doctor sean expertos en sus campos. Mi paciente también podría esperar de mí como analista que yo sea un experto. Pero debo defraudar esta expectativa, no por la falta del conocimiento o habilidades necesarios, sino por razones metodológicas. Para ser fiel a mi profesión como terapeuta, tengo que dejarme caer en el ahora de esta situación terapéutica, por ejemplo, en esta imagen onírica. Y al haber caído en el ahora ya no soy un experto. El ahora es totalmente fresco, nuevo, único, y por lo tanto es su infinito. Si es realmente el ahora en el cual me he dejado caer yo no llego a él con un conocimiento. Y así tengo que improvisar, sacarme algo de la chistera. Esta “chistera” soy yo mismo, mi personalidad, yo como la persona que ocurre que soy. Estoy llamado al frente, a tener que mostrar presencia; tengo que mostrar quién soy, qué hay en mi.” (p. 58)

“Para una verdadera posición psicológica, el paciente es un individuo con su unicidad y singularidad. […] [L]os diagnósticos del DCM IV (DSM-5) o ICD-10 son totalmente médicos, abstractos y mecánicos….” (p. 60)

“[U]n psicoterapeuta necesita enfocarse en el Ahora: este interés o situación concreta, este complejo, sueño, tema que aquí y ahora se ha hecho presente en la sala de consulta. ¡Cadidad!” (p. 61)

“Entregarse al proceso terapéutico requiere que se suelte el interés de tener una visión del proceso como un todo. No necesito un mapa, de hecho, no debería querer tener un mapa. No necesito entender el proceso. El deseo por un mapa, por ver y entender el modo y los estadios del proceso implica que se quiere tener una posición alta abstracta sobre el proceso y mirarlo hacia abajo desde afuera. Por el contrario, tengo que dejar que el proceso se las arregle solo y entregarme exclusivamente al ahora. Estoy en el proceso en la medida en que estoy sumergido en el Ahora, porque el proceso no es nada más que el automovimiento del Ahora.” (p. 62)

“[U]no no debería intentar adherirse a lo que ocurrió en la sesión o sesiones anteriores. Déjalo ir. Olvídelo. Idealmente no se debería poner por escrito lo que ocurrió en una sesión. Este escrito de un reporte de cada sesión viene del deseo de control del ego.” (p. 62)

“El Ahora […] tiene todo lo que necesita dentro de sí mismo.” (p. 63)

“Si el Ahora tiene todo lo que necesita dentro de sí mismo, entonces esto significa que trae junto con él el recuerdo de aquellas cosas que son importantes para él. El lugar realmente psicológico del recuerdo no es el ego, sino el Ahora. El Ahora tiene que recordar, no yo. Y solo si el recuerdo de hecho viene desde dentro del Ahora, desde dentro de este sueño, desde dentro de este problema que el paciente acaba de contar, es un recuerdo psicológicamente relevante y no una asociación fundamentalmente extraña o una interpretación abstracta.” (pp. 63-64)

“El conocimiento de la muerte es la puerta de entrada al alma. El alma, la vida lógica del alma, el reino de la negatividad absoluta, es el regalo de (la consciencia de) la muerte.” (p. 72)

“El animal, la planta, la piedra, son simplemente lo que son. A priori han sido liberados en su ser y por lo tanto no pueden liberarse de ello y en el no-ser. Son idénticos con su ser, y totalmente obedientes a él. Pero el hombre, al ser plenamente humano, debe ganar una distancia respecto a su ser. Para conseguir esta distancia, debe primero haberse ganado expresamente, explícitamente como ser, como positividad. Solo se puede obtener una distancia hacia algo y alejarse de ello, empujándose de ello, si es algo que se ha hecho realmente propio.” (p. 72)

“El analista no es como un chamán, alguien que seduce a la consciencia a ser envuelta por la magia de un procedimiento ritualista, sino que quiere hacer consciencia, consciencia incluso de los procesos de la imagen autónoma dirigidos en la terapia junguiana. A veces él incluso necesita confrontar directamente al paciente, emocionalmente, y a veces incluso vehementemente, muy a parte del hecho de que los analistas en general tienen el propósito de confrontar al paciente inexorablemente con su verdad. Su propósito último es la verdad, las ideas.” (p. 74)

“Una de las principales críticas que Jung elevó en contra de Freud fue que Freud había planteado su método como una teoría. Pero a veces y de ciertas maneras Jung hizo lo mismo a su propia manera y con su diferente material. Jung hizo de sus experiencias una teoría, “lava líquida” o “magma” solidificada en piedra […]. O al menos esto es lo que ocurrió de su pensamiento en las manos de los junguianos. Lo solidificaron en un tipo de doctrina a ser aplicada mecánicamente a los fenómenos psíquicos. Sin embargo, psicológicamente, es esencial que las ideas de uno se mantengan en el estatus de un mero método, un modo de enfocar los fenómenos, que permanezcan performativas y que no sean ontologizadas. A menudo el mismo Jung fue muy consciente de esto y se expresó en consecuencia. Así una vez dijo, por mencionar unos pocos ejemplos, “Las teorías psicológicas son meras sugerencias de cómo se pueden ver las cosas” (CW 4 § 241 […]), y, en contraste completo con cualquier foco en un traslado de los fenómenos psíquicos a su teoría, “Mi objetivo es lograr un estado psíquico en el cual mi paciente comienza a experimentar con su propia naturaleza —un estado de fluidez, cambio y desarrollo donde nada está eternamente fijo y petrificado irremediablemente (CW 16 § 99).” (p. 80)

“Jung quería que aprendiésemos a enfrentarnos objetivamente, a vernos desde fuera, como un vis-à-vis objetivo. Tengo que volverme un otro para mí mismo, por así decirlo, tengo que tomarme como un hecho objetivo. Jung lamentó la “ingenuidad infantil” del hombre moderno, diciendo: “No tiene objetividad hacia sí mismo y no puede considerarse como un fenómeno que se encuentra en la existencia y con el cual, para bien o para mal, es idéntico” (MDR p. 341).” (p. 82)

“Para llegar a volverse objetivo para uno mismo, la tarea debería ser la de liberarse de la autodefinición subjetiva de uno, de los ideales de uno mismo y de las demandas sobre uno mismo. Tengo que dejarme ser del modo en que soy. No soy mi propio arquitecto o diseñador. No soy mi propia idea, mi propia fantasía, a la cual le puedo dar la forma que quiero. Más bien, me encuentro a mí mismo como a un hecho duro dado. Hace rato que aparecí con mis ideas de cómo debería ser o deseo ser o pienso ser, ya fui terminado, un hecho cumplido: determinado biológicamente, impreso socialmente, y formado por mi propia historia, mis propias respuestas tempranas y ahora habituales hacia el mundo. Existo en el pretérito perfecto. Mi naturaleza me precede. Llego tarde con mis deseos y demandas. Esta es la razón por la que debemos diagnosticar como neurótico el sentimiento doloroso y profundo que encontramos en mucha gente, el sentimiento de que realmente deberían ser diferentes... […] [L]a decisión acerca de nuestra naturaleza particular ya se ha hecho. El modo en que somos yace detrás nuestro, en el pretérito perfecto.” (p. 83)

“[T]engo que aprender a tomar una actitud estrictamente empírica, casi científica, hacia mí mismo. […] Para averiguar quién soy realmente tengo que exponerme a las pruebas de las situaciones de la vida real y ver cuáles son sus resultados. […] [E]l paciente tiene que dejar sus ideas fijas de su autoidentidad detrás, las cuales son ilusorias. Esto es así porque no venimos al mundo con un manual que da una descripción plena de nosotros. No comienzo con un conocimiento a priori de mi mismo. Más bien, lentamente, muy lentamente, paso a paso, en el curso de mi vida, y a menudo dolorosamente, tengo que descubrir a partir de la experiencia cómo soy realmente; porque inicialmente, mi ser real está inevitablemente envuelto en mis ideas, deseos e ilusiones sobre mí mismo de modo que no lo veo.” (p. 84)

“[D]espués de haber llegado a un conocimiento de cómo soy, tengo que aprender a ser obediente a mi ser-así como mi ley. El animal, como una vez dijo Jung, “es un ciudadano de buen comportamiento en la naturaleza, es piadoso, sigue el camino con gran regularidad … Solo el hombre es extravagante …”. (C.G. Jung, Visions: Notes of the Seminar given 1930-1934 […] p. 168.) Los animales son respetuosos con la ley. Nacen en sus leyes; existen, por decirlo así, como su pretérito perfecto desde el arranque. De modo que no pueden tener ninguna ilusión sobre sí mismos, no pueden desviarse de sus leyes. Pero lo que los animales son por nacimiento, los humanos, cuya distinción es estar lógicamente exiliados de nuestro ser, desalojados del pretérito perfecto que somos, y liberados en el reino de las ideas y fantasías, tenemos que adquirirlo en nuestra autorelación y mediante un logro ético consciente. Es el logro de nuestro sometimiento a nuestra naturaleza particular, de permitir que nuestro pretérito perfecto sea alcanzado por nosotros, qué digo, sobrepasado por nosotros. Solo entonces volvemos a casa a nosotros mismos y nos establecemos en nuestro ser.” (pp. 84-85)

“A veces la psicoterapia es entendida como autodesarrollo y el autodesarrollo es tomado como significando automejoramiento. En nuestro contexto, debemos ver el objetivo de automejoramiento como siendo ilusorio. La terapia no nos hace mejores —a no ser que se entienda por mejor más veracidad y simpleza. Solo puede reducirnos a lo que realmente somos, erosionando omnes superfluitates, como lo puso la alquimia, toda tontería en la cual para empezar podríamos encontrarnos envueltos involuntariamente, involuntariamente porque confundimos esta “tontería” como nuestra verdadera identidad y esencia.” (p. 86)

“Muchos pacientes se aproximan a los otros localizándolos lógicamente en el “tiempo futuro” con un “deberían”, como si las otras personas aún estuviesen sin formar y fueran maleables a nuestros deseos. Psicológica o lógicamente, tengo que conceder a todos “el derecho” a tener fallas, a ser estúpidos, incluso maliciosos, así como a que yo les disguste o me odien. […] Lo cual no significa que empírico-prácticamente no pueda protegerme o defenderme. Es justo como el clima. Cada día tengo que mirar por la ventana y ver qué clima hace hoy y tengo que tomarlo del modo en que es. Pero tomarlo del modo en que es no implica que en un día de lluvia no pueda coger un impermeable y un paraguas para protegerme de la lluvia. Lógicamente, tengo que tomar a la gente del modo en que son; empírico-prácticamente tengo que protegerme a mí y a mis intereses, y por supuesto seré capaz de hacerlo tanto mejor cuanto más haya lógicamente simplemente aceptado sus ser-así como un hecho del cual no vale la pena preocuparse en lugar de quedar atrapado en resentimientos o en emociones como el enfado. Mis reacciones a tales decepciones respecto a los otros debe ser de perdón y renuncia. (Con perdón y renuncia no estoy hablando acerca de la respuesta del comportamiento de uno. Estoy hablando sobre el nivel lógico o psicológico.) […] Debo hacer las paces con la gente.” (p. 91)

“La adaptación es un concepto crucial en el pensamiento de Jung. Cuando lo usa, no es el concepto sociológico externo de adaptación a las convenciones y reglas de la sociedad en la cual se vive. El concepto de Jung es psicológico. Siempre se refiere a la adaptación a la propia situación de uno. Incluso si una situación alterada es externa (una situación de las condiciones sociales o naturales de la vida), adaptación psicológica significa adaptación interna, psicológica, es decir, ese cambio de la constitución de la consciencia (sus conceptos, categorías, expectativas), a través de la cual la consciencia, su actitud, se vuelve psicológicamente igual a la situación real. Si la persona se somete a las condiciones externas, lucha con ellas o se rebela contra ellas, nada tiene que ver con ello. Esta es la razón por la cual encuentro la siguiente distinción de Jung entre adaptarse “externamente al mundo y la realidad” y “adaptación al sí mismo, a los poderes del alma” (CW 10 § 362 […]) por parte de uno o “1. Perturbación de la adaptación a las condiciones exteriores. 2. Perturbación de la adaptación a las condiciones interiores” (CW 18 § 1087) engañosa, ¡qué digo!, psicológicamente completamente equivocada. Introduce la disociación neurótica moderna entre Interior y Exterior y sugiere dos orientaciones en direcciones opuestas. Sugiere que para enfocarse en el alma se necesita mirar dentro (“introspección”). Pero incluso mis propios sueños nunca están dentro mío. Los veo enfrente de mí. Aquí podría ser mejor tener en mente lo que el mismo Jung señaló en otra parte: “Cuando cambio mi concepto de realidad al plano de la psique, donde solo tiene su lugar legítimo, este pone fin al conflicto entre mente y materia, espíritu y naturaleza [y, añado, Exterior e Interior] como principios explicativos contradictorios. Cada uno se vuelve una mera designación para la fuente particular de los contenidos psíquicos que se amontonan en mi campo de consciencia” (CW § 681 […]). Mente y Materia (ambos como experiencias, contenidos, objetos de consciencia), no Interior versus Exterior. Adaptación siempre es lo mismo. Es la adaptación a cualquier contenido de la experiencia que se haya alterado.” (pp. 99-100, n. 64)

“La consecuencia de la solidificación de la actitud de la consciencia es la pérdida de flexibilidad y esta, a su vez, implica la pérdida de la capacidad de adaptarse a una situación alterada. A pesar de la osificación parcial de la actitud de la consciencia, el alma es y permanece vida (lógica). Es dinámica, se autodespliega en el curso del tiempo. […] [L]as ideas del alma […] atraviesan fases de primero inmediatez, entusiasmo juvenil, reflexión crítica, lenta maduración, y finalmente descomposición, siendo así desbancadas. Además, lo que el alma produjo objetivamente en la forma de obras culturales así como en la forma de instituciones sociales, etc., tiene repercusiones para el alma misma. De repente todo se encuentra en una situación enteramente diferente de la que existía antes a sus propias producciones (solo pensar en la transformación radical de hoy en día del mundo a través de la tecnología moderna). Y esta nueva situación psicológica […] requiere la adaptación del alma a ella. Pero esa alma que como consciencia rígidamente identificada con su actitud abstracta habitual se ha disociado de sí misma. Ha perdido la flexibilidad de sintonizarse (es decir, su forma o constitución lógica) a la nueva situación. Ha perdido la capacidad de simplemente acompañar los cambios objetivos a los que se encuentra expuesta. […] Psicológicamente […] importante es el hecho de que una consciencia que está completamente identificada con, y así encerrada seguramente en, su forma abstracta habitual puede ser indeterminada por actividades del alma subversiva desde dentro. […] El alma viva no fue simplemente completamente eliminada, sino que el alma como ego-consciencia rígida estaba meramente escindida de sí misma como alma viva. Ahora la última se agita nuevamente desde abajo y se hace sentir en la forma de síntomas. En los fenómenos patológicos que componen un desorden de este tipo, aspectos del alma intentan abrirse camino hacia la consciencia. Cuanto más la consciencia está rígidamente identificada con su forma presente, más la agitación del alma desde abajo se vuelve patológica. Se ve forzada al estatus de síntoma porque no puede encajar en la forma solidificada de la consciencia.” (pp. 100-101)

“Para la consciencia que ya no está adaptada porque su mundo ha cambiado sin que la consciencia se haya flexibilizado lo suficientemente hasta adaptarse a los cambios, los aspectos del alma que intentan abrirse camino hacia la consciencia en la forma de síntomas son completamente incomprensibles. No puede en absoluto darse cuenta de que los síntomas contienen y traen precisamente aquellos valores que carece el individuo. Ve en los síntomas solo algo absolutamente irracional y enfermo: no solo incomprensible, sino también completamente sin significado y por lo tanto algo que no vale la pena intentar entender. El alma como consciencia solidificada, si no osificada, después de todo, está escindida de sí misma como alma viva. Además de ser incomprensibles, [los síntomas] también poseen una amenaza para la consciencia. Es así porque la consciencia está enamorada con sus propios valores; los atesora como sus valores más altos, absolutamente correctos y así como irrenunciables e indispensables. Esta es la visión del ego de los síntomas. La visión psicológica es la opuesta […] concretamente, que tienen un mensaje y significado para el individuo que sufre, que traen lo que él carece y necesita, verdades y valores del alma, de hecho, la vida perdida del alma como tal.” (p. 103)

“Un síntoma es una verdad del alma, una noción presionada en el estatus de un mero contenido y objeto, concretamente en el estatus o la forma de un “hecho” tonto y ciego —un comportamiento, una emoción psíquica, a veces incluso un fenómeno corporal— de modo que como hecho está en principio excluido de la consciencia.” (p. 104)

“[Q]ua síntoma, el alma aparece en la forma de no tener alma, positivizada, como una cosa o como un acontecimiento empírico. […] Su carácter de alma, es decir, lo que Jung llamó su significado o mensaje y lo que yo llamo su forma de verdad o noción, aún está empaquetada y sistemáticamente oculta en el hecho empírico. Por esta razón los asignamos al “inconsciente”. Están fundamentalmente, en principio, in-conscientes, sin pensar, en el sentido de aparecer como algo que no necesita ser pensado o entendido. […] [L]os síntomas son como libros cerrados e impresos. Dentro, el libro puede contener poemas, novelas, o ideas filosóficas. El libro en cuanto libro, sin embargo, es precisamente una cosa empírica sin significado, es decir, una cosa que no significa, que no presenta un mensaje. Los poemas en los libros, por contraste, no son cosas. Significan, son significado, son nocionales. Sin embargo, como tales ellos existen solo en la mente o alma, solo cuando son leídos o escuchados y recibidos y entendidos conscientemente, pero no como letras impresas. Los síntomas por lo tanto tienen para la mente psicológica la misma estructura lógica que los escritos (en contraste al lenguaje hablado): la lógica del aprisionamiento. Lo que es psicológicamente necesario en los trastornos de este tipo es que el libro sea abierto y entendido, que los signos positivizados del “escrito” sean leídos, es decir, transformados en discurso viviente. Lo que solía ser objeto o cosa se ha vuelto lingüístico, nocional: pensamiento. Esto es lo que la alquimia tenía en mente cuando demandó que el espíritu Mercurius sea liberado de su aprisionamiento en la materia y cuando dijo: Ten cuidado con lo físico [también podríamos decir: lo literal, el escrito, écriture] en lo material, en la materia prima. No te quedes atrapado en la forma de la primera inmediatez del signo, libro, cosa o evento factual. Del escrito al espíritu, del hecho tipo cosa al pensamiento viviente.” (pp. 104-105)

Yo no tengo que cambiar; mi noción o nociones tienen que cambiar. Como individuo, existencialmente, yo no soy el objeto y el foco de la terapia. El objetivo de la terapia no es mi transformación, mi individuación, mi volverme sí mismo. Hacer-alma es hacer-psicología […]. Todo el entendimiento existencialista de la psicoterapia se debe a la falacia personalista. Es la proclama inflada del ego moderno de que yo mismo soy lo importante y que soy el centro de la terapia. La terapia es la terapia de nuestras nociones, conceptos, dogmas, ideales, nuestra consciencia, no de la persona que somos. La persona es tabú, no debe ser tocada.” (p. 107)

“El método no es el camino hacia la meta, sino en sí mismo la meta. Y esta meta es al mismo tiempo lo que cura.” (p. 108)

“[El trabajo sobre la consciencia] es el abordaje directo a los fenómenos psíquicos individuales concretos, síntomas, reacciones neuróticas, sentimientos y humores de hoy, las esperanzas, miedos, ilusiones del paciente, sus fantasías e imágenes oníricas; es la asistencia del therapeutês, no del sanador, a lo que sea que se muestre en terapia, su simple hacer su trabajo diario. El punto es hacer justicia psicológicamente a los respectivos fenómenos a mano, sin ningún motivo ulterior o programa egoico.” (p. 109)

“Pienso que como terapeuta no tengo derecho a interferir con el corazón de la personalidad y subjetividad de la otra persona, es decir, con su libertad. […] Tengo que respetar la libertad de la otra persona incluso a reservarse, a no abrirse, a venir a terapia y aun así no liberarse en la relación y en el proceso. Desde el fondo de mi corazón tengo que honrar esto como su legítimo derecho. La terapia tiene que ser hecha en el espíritu de una libertad real, un espíritu que es la forma externa y temprana (preliminar) del amor (objetivo, no subjetivo-emocional).” (p. 110)

“La palabra “resistencia” es la presión moral objetivizada; y la práctica de Widerstandsanalyse, el análisis de las resistencias, es la institucionalización de la presión moral a superar las resistencias, muy independientemente de la cuestión de si el analista subjetivamente y activamente ejerce presión o no.” (p. 110-111)

“Donde el trabajo con los sueños sea realizado en la base de una psicología con alma, es particularmente esencial que el horizonte o el marco de referencia para cualquier interpretación sea el alma objetiva, autónoma, tal como se manifestó en el conjunto de la historia cultural y no en las banalidades de la vida diaria y en las asociaciones personales del soñador. Precisamente con respecto a los deseos poderosos de la gente moderna a referir las imágenes oníricas hacia atrás a lo humano-demasiado-humano, a los contenidos conscientes ya conocidos, y a los deseos y miedos del ego, el terapeuta tiene que ser el vicarius animae y defender y dedicarse tanto al punto de vista del alma como a las imágenes oníricas como siendo el hablar del alma acerca de sí misma (y no acerca de la gente, los soñadores). […] [E]l terapeuta es el representante del punto de vista del alma sobre un nivel consciente. Es su postura profesional.” (p. 112)

“[E]s necesario […] ver a través, no, sin embargo, ver a través al “Dios en el fenómeno” en el sentido de Hillman, sino a través de la apariencia hacia la lógica inherente en el fenómeno, la operación lógica de la cual es el resultado.” (p. 114)

“La neurosis no tiene nada que ver con el mito y con la mitología propiamente, ni con los arquetipos. Más bien, la neurosis es el establecimiento del alma en ese tipo de nube-de-cucu-landia que consiste en principios abstractos, dogmas absolutos, proclamas o demandas incondicionales. Los principios son abstractos, formales; las imágenes arquetipales no. Los principios y dogmas son posibles solo después de esa ruptura fundamental en la historia del “alma” en la que la consciencia ha dejado el mundo del mito y ha entrado en el de la reflexión y el pensamiento, el mundo de la metafísica. Los principios absolutos y los dogmas inquebrantables constitutivos de la neurosis, sin embargo, están situados históricamente en el mundo de la modernidad […]. […] La neurosis en sentido estricto es un tipo de trato. “El alma” está dispuesta a aceptar la miseria empírica de la persona, el sufrimiento de todos los síntomas embarazosos, dolorosos, perturbadores, y renunciar al deseo de la felicidad práctica, a cambio de la dicha lógica o psicológica obtenida a través de la celebración de sus principios y dogmas absolutos, principios y dogmas que le permiten, al “alma”, morar en la altura de la-nube-de-cucu-landia arriba de la tierra, que a su vez a causa de esta perspectiva supramundana de repente todo aparece como banal y despreciable, así como la vida en ello aparece como simplemente inconcebible. La terapia tiene la tarea de volver explícito este trato en todos sus detalle, descubriendo los principios y dogmas particulares que están en marcha en esta neurosis a mano y sometiendo estos dogmas al test ácido que los desvelaría como insostenibles, ilusorios, y como siendo aparentemente sostenibles solo a través de la trampa de la disociación y el engaño (engaño a uno mismo así como a los otros).” (p. 115)

“Si lo que el paciente tiene es realmente una neurosis en el sentido estricto, entonces esto significa que no es el paciente el que está enfermo, sino que lo que está enfermo es solo la actitud, ideas, dogmas del alma. La terapia entonces en este caso no es el tratamiento de la persona, el ser humano, la personalidad entera, sino el trabajo sobre las ideas, las ilusiones, y el engaño. […] El punto es demostrar los errores, la insostenibilidad de la neurosis, no hacer que el paciente luche con su neurosis. Porque la neurosis misma y desde el arranque es la lucha en contra de ella misma. La neurosis tiene que ser perforada como un globo lleno de aire caliente. No hay nada con lo que luchar con poder de voluntad, nada a ser superado con esfuerzo.” (pp. 115-116)

“[La neurosis] es falsa de punta a punta. […] Tiene que hacerse evidente, nada más. O, puesto que tiene que hacerse evidente al alma neurótica misma desde el arranque […], “el alma” tiene que ser confrontada explícitamente con su propio conocimiento implícito evitando que continúe vendiendo gato por liebre. El alma neurótica sabe lo que necesita saber. Pero maliciosamente no quiere extraer las consecuencias necesarias de sus intuiciones. Por ejemplo, sabe muy bien que puesto que mi madre no me ha estado dando el tipo de amor que podría desear durante estos 25 años, no es de esperar que ella me de este tipo de amor hoy o mañana. Pero el alma neurótica insiste en seguir esperando contrafactualmente esto. Rechaza liberar a la madre, y en analogía a toda la gente, en su ser “casos perdidos” que nunca cambiarán, a no ser que ocurra un milagro; es decir, rechaza liberar a la madre de mi demanda de que ella sea inmediatamente idéntica con el concepto asignado a ella (el concepto de “madre”) y de permitirle ser simplemente un ser humano con su ser así accidental quién meramente ocurrió que tuvo el trabajo de ser mi madre.” (p. 117)

“En general podríamos decir que la neurosis es el rechazo a entrar en el mundo real, ese mundo sobre cuya entrada está escrita de manera invisible, desde el punto de vista psicológico, la afirmación de Dante: Quién entre aquí deberá abandonar toda esperanza.” (p. 117)

“La motivación de la terapia significa: que el paciente entienda que su enfermedad es solo su problema y su responsabilidad, que él no tiene tanto un problema sino que es el problema. Del darse cuenta de esto se sigue que ÉL —su pensamiento, su actitud, su forma de consciencia— necesita cambiar.” (p. 120)

“No es realmente muy interesante ni importante si algo fue un evento malo o no. Sin embargo, lo que es psicológicamente importante es que es o que fue exactamente lo que fue y como fue.” (p. 120)

“Es verdad, los neuróticos desean librarse de [su neurosis] o al menos de los efectos desagradables de ella, pero no quieren liberarse de ella”. (p. 122)

“Las siguientes son ideas frecuentes fundamentales que el alma neurótica ya tiene, pero que rechaza con desprecio que se vuelvan su propio punto de partida real a partir del cual vivir la vida:
1. Psicológicamente, metafísicamente estoy solo en el mundo (“mutterseelenallein”). Jung habló de la “ilimitada soledad del hombre” (Letters 2, p. 586 […]). Estoy —psicológicamente— solo “en el vacío muerto del espacio interestelar”, “donde, a la fría luz de la consciencia, la vaciedad del mundo alcanza hasta las mismas estrellas” (CW 9i § 31+29). Incluso si empíricamente hay alguien que me ama y que se refiere a mi, metafísicamente no soy referido. […] Estoy solo, soy una subjetividad atómica. Soy meramente un pequeño terrón de tierra. En última instancia, es decir, metafísicamente, a nadie le importo en lo más mínimo, acerca de si existo o no y de si me siento bien o miserable. Solo a mí me importa.
2. El mundo, la vida como un todo, no está contenida a priori en un aura sacra, en un significado superior, en algo absoluto que pudiera elevar la existencia del nivel meramente empírico pragmático; no hay plan maestro para la vida, ni orden divino en el cual todo y cada uno de los eventos tenga su lugar ordenado. No, lo que ocurre es contingente. Y así estoy expuesto a las vicisitudes de la vida. Incluso en una ciudad moderna, la vida es vida en la jungla donde uno se tiene que cuidar por sí mismo y podría atravesarla bastante bien, no tan bien o no atravesarla en absoluto.
3. Mis compañeros seres humanos no son ideales ambulantes, ni son idénticos con los conceptos de sus oficios o trabajos (“madre”, “padre”, “doctor”, “maestro”, “cónyuge”, etc.) Por supuesto, ellos también son pequeños terrones de tierra y falibles, solo humanos, humanos-demasiado-humanos. Tengo que liberarlos de mi expectativa de que son a priori idénticos con sus conceptos.
4. No hay base sólida que podría soportarme. Yo tengo que ser mi propia base, existir como mi propia base o perecer.
5. No soy nadie especial. Soy solo uno de los millones o billones de personas.
6. No se me ha proporcionado nada a priori. “Oh, ya veo, ¡aquí en la vida uno tiene que trabajar!” (la idea de Jung con la que terminó su neurosis infantil). Tengo que volverme activo, hacer mi propia cama, y cuando la tenga hecha, tengo que acostarme en ella. En realidad, no hay obligación moral de hacer mi cama, pero si no la hice, entonces no tendré una cama en la que acostarme. Tengo que ser mi propia madre y padre. Incluso si mis padres literales están vivos y son buenos para mí, en tanto que soy un adulto, no tengo padres, ya no soy más su niño. Ellos y yo estamos en el mismo nivel, el de la adultez, somos un tipo de colegas. Si quiero ser bueno en algo, tengo que aprender y practicar. Si quiero una relación, tengo que ir y encontrar a alguien y lentamente establecer una relación. Todo lleva tiempo. Hay que dar un paso después de otro.
7. La vida no es nada más que el beber mi copa hasta el final, cumpliendo mi destino. Tengo que comer lo que la vida ha puesto en mi plato sin mirar a los costados y comparando si los otros tienen algo mejor en sus platos. No tiene importancia lo que ellos tengan. Lo único importante para mí es mi plato y lo que hay en él. Y solamente tengo esa vida mía. ¡Esto es! No hay alternativa, no hay elección. En la vida no estoy parado ante la comida, como en un restaurante donde me ofrecen un menú; no, la comida ya está en marcha hace tiempo, me encuentro en medio de ella; el momento de “pedir a la carta” pasó hace rato, y yo nunca tuve nada que decir al respecto. En la vida no estoy en un supermercado con miles de opciones. La vida no es opcional. Es factual, determinada. Incluso mientras está en marcha, siempre se da en la forma de pretérito perfecto, como lo que ha pasado y lo que así es un hecho cumplido. El asunto es estar siempre a la altura del pretérito perfecto, alcanzar la meta establecida por mi con cada evento factual, para terminar lo que me ha sido servido en cada caso como mi copa de pena o de placer, pero sin perder ningún momento en pensar si mi plato es bueno o no y que más podría haber conseguido. Tengo que comenzar a comer y acabar mi plato.
8. Si he sido explotado o herido, nadie más que yo mismo tiene que pagar el precio […]. Empírico-prácticamente quizás pueda obtener daños, pero psicológicamente soy yo quién tiene que compensar los errores con oro psicológico: con el sufrimiento honesto del dolor que me ha causado, y no solamente de manera pasiva con el sentimiento de ser una víctima, sino de manera activa apropiándome del daño que experimenté, volviéndolo realmente mío, de manera que ya no sea un hecho externo que me aconteció, sino la verdad interior de este hecho que está apropiado como mi propia idea, mi conocimiento.
9. La vida es peligrosa. Viviendo en el mundo, estamos potencialmente expuestos a enfermedades, crímenes, ataques terroristas, la crueldad de los dictadores, injusticia, la falsedad, hostilidad, o la maldad de las otras personas, y demás. La existencia en el mundo real inevitablemente incluye ser dañado, herido. Las heridas y la miseria son una parte normal o una posibilidad de la vida en la tierra. No puedo vivir y esperar pasar por la vida intocado, inmaculado, inocente. En última instancia la vida incluso significa dirigirse a la muerte.
Todo esto es sabido y entendido por el alma neurótica. Pero es declarado como siendo absolutamente inaceptable, incluso inconcebible. Esta es la contradicción neurótica (y lo que la hace neurótica).” (pp. 122-125)

“El neurótico tiene que aprender a comprender que él tiene todo lo que necesita dentro de sí mismo. En el fondo, no hay nada equivocado con él. Es solo un ser humano normal. Con todas sus debilidades es perfecto. Lo que está equivocado, enfermo, neurótico, es el pensamiento, los dogmas, principios, expectativas, demandas que están en marcha en él, no él. Esta es también la razón por la que el paciente no tiene que cambiar. No tiene nada que hacer, no necesita cambiar nada. Por el contrario, él como sujeto activo y con voluntad tiene que dar un paso atrás y mantenerse al margen de ello. Ello, su pensamiento secreto tiene que cambiar. Y no puede ser cambiado a voluntad, por imposición. Tiene que cambiar, y esto significa disolverse, por su propio acuerdo. Pero para que ello sea capaz de cambiar, todo lo que se necesita es que él entre, tanto con su consciencia crítica como con su corazón, a la cámara secreta de sus pensamientos y hacerse presente allí, estableciéndose allí. […] Él tiene que dar algo de sangre de su mente consciente a los principios fantasmales ocultos operativos en su neurosis y así acabar su disociación de la conciencia. Una vez que estén sin reservas en la consciencia, ya no pueden mantenerse.” (pp. 125-126)

“Tomemos como ejemplo la siguiente imagen onírica: “Se supone que tengo que mudarme a una casa. Está deteriorada, terriblemente descuidada”. La reacción del ego podría ser el imperativo moral de acabar con el descuido, conseguir que la casa vuelva a estar en orden. Pero psicológicamente este podría ser enteramente el movimiento equivocado. Y podría ser el rechazo a hacer lo que el sueño me dice que haga. El sueño quiere que me mude a la casa deteriorada, no que me mude a la casa que yo, al menos en mis pensamientos moralistas, ya he convertido en una casa bonita y acogedora. En la dirección que toman mis pensamientos, ya me liberé de la casa a la cual se supone que tengo que mudarme, remplazándola por una mejor. Pero tenemos que adherirnos a la imagen. La mudanza a esta casa significa instalarse en, y ocupar precisamente, el deterioro, el descuido, el error, lo equivocado, la herida. Tengo que entrar en la casa deteriorada con mi corazón, mi sentimiento, así como con mi consciencia crítica. Nada más. El deterioro no necesita ser corregido, ser eliminado por mi como ego, mediante mi comportamiento (y ya sea solo un comportamiento imaginal, más que uno literal). No, si ha de haber un cambio para mejor, tiene que ser el cambio autónomo, del propio deterioro. Paradójicamente, la verdad psicológica es que al limpiar (mentalmente, imaginalmente) la casa deshaciéndose del abandono, lo abandonado en sí mismo en “el alma” permanece inalterado. Solo ha sido empujado a algún otro rincón oscuro. Y el deterioro solamente puede cambiar en el modo en que ello pueda querer cambiar, si es que ha sido nutrido con mi sangre, mi alma, mi presencia de todo corazón, si ha sido sujetado a la vida consciente del homo totus, la personalidad entera. Necesita ser apropiado, sentido sin reservas en su deterioridad. Esto es todo lo que necesita, pero es, obviamente, lo que menos estamos dispuestos a dar. Preferimos engatusar al sueño con algún sustituto similar que, sin embargo, mediante nuestro deseo de mejorarlo, se vea completamente diferente, de hecho diametralmente opuesto. Aparentemente, en lugar de recibir el posible cambio del deterioro como su automovimiento, su propia transformación desde dentro de sí mismo, insistimos en mantener el control de cualquier cambio, si bien el cambio se ha vuelto inevitable.” (pp. 126-127)

“En neurosis y en algunos otros trastornos psíquicos, la vida lógica del “alma” se ha detenido. El alma está atascada, gira en círculos en la misma ranura. Un Ahora que ya ha pasado sin embargo gobierna sobre el presente y todo futuro. Este es el trasfondo. La terapia apunta a conseguir que lo que está atascado entre en movimiento nuevamente y a hacer fluido lo que se ha solidificado y vuelto habitual.” (p. 129)

“La terapia como una verdadera aventura espiritual, como la exploración en un nuevo continente, no como la aplicación de una teoría ya conocida. […] [L]a investigación como proceso y performance, no como el intento burocrático de añadir nuevos ladrillos de construcción a la catedral del conocimiento psicológico, ni como nuevas contribuciones a una doctrina.” (p. 131)

“Pero es el destino de todo lo nuevo que se vuelva algo habitual. Lo que una vez fue proceso y exploración toma la forma de una doctrina fija o incluso de una ideología o de una técnica aplicada de manera rutinaria. Así lo que inicialmente había tenido el efecto de abrir las cosas y de abrir la puerta al darse cuenta, se da la vuelta y ahora fija y encapsula a la consciencia, vuelve inconsciente a la consciencia. Llega el tiempo de la ortodoxia. Ahora toda idea viviente se ha vuelto plenamente positivizada, componentes de una teoría estática o instrumentos técnicos a ser aplicados a lo que entonces no es más que “un caso”. […] Es el movimiento desde el fuego y viento a palabras muertas en papel.” (p. 131)

“Una idea viva o una tradición viva se mueve por sí misma hacia su propia muerte como positividad solidificada, rígida, a menos que se renueve una y otra vez a través de reformas o revoluciones que la aparten de la forma estéril en la que la tradición se ha estancado” (p. 132)

“La psicología, aunque se encontrará, una y otra vez, en el estatus de una doctrina, no debe estar en la forma de una doctrina. Incluso con respecto a sus aspectos teóricos e intelectuales, la psicología debe ser performativa, una práctica, un método. Debe ser “fuego y viento”. Su teorización debe ser liberada en el Ahora y ser adquirida desde dentro de cada ahora nuevamente.” p. 133.

“La intersubjetividad y la validez universal y la generalidad ahistórica no son [conceptos] psicológicos.” (p. 133)

“La psicología no puede tener la forma de una ciencia en el sentido convencional de la palabra.” (p. 133)

“Teorizar no como ontologización sino como performatividad. Los conceptos psicológicos no proyectados a la distancia y en el futuro como metas a alcanzar, sino como una realidad presente en marcha, informando nuestro propio pensamiento. Y no mistificados como perteneciendo al reino de otro mundo de los arquetipos, sino como la verdad interior de cada momento.” (pp. 135-6)

“No son los terapeutas los que tienen que traer la curación sino solamente el alma”. (p. 139)

“Solo podemos hacer nuestro trabajo como un tipo de artesanía, pero la curación no es nuestro negocio. Éticamente, tenemos que comenzar desde el reconocimiento de que cada paciente es posiblemente un caso perdido. Solo entonces lo respetamos como una realidad y hemos renunciado plenamente a nuestra pretensión de ser curadores, y solo sobre esta base puede comenzar una terapia profesional que deje al alma la curación, si es que alguna curación ocurrirá. Indirectividad. El misterio de la curación debe dejarse intacto.” (p. 142)