16.11.10

El universal singular y la "irrelevantificación". Introducción al concepto de irrelevantificación en Wolfgang Giegerich

Transcripción por Alejandro Bica de un fragmento del curso La vida lógica del alma. Psicología Analítica y Dialéctica, dado por Enrique Eskenazi. Enero del 2009.

(Ver también: “Irrelevantificación” o: acerca de la muerte de la naturaleza, la construcción del “arquetipo” y el nacimiento del hombre).


Aquello que en un momento era sustancia inviolable, se ha vuelto estructura de pensamiento y ya no apareció más como tema. Ha perdido relevancia. W. Giegerich habla de un proceso, incluso histórico, incluso de la conciencia e incluso también en el individuo concreto que va desarrollándose, llamado irrelevantificación.

Temas que en un momento, no por elección personal, se presentan más allá de toda elección personal como temas importantes, pero también impremeditadamente, en su momento se vuelven inadvertidamente irrelevantes. Se transforman en temas que luego uno puede elegir pensar o no pensar, pero ya no es lo que se impone como la temática importante del momento.

¿Cómo es posible, por ejemplo, que lo que en un momento podía implicar a millones de personas en una batalla de vida o muerte pierda importancia sin ninguna decisión personal?

Es así que más o menos súbitamente el hombre occidental siente como importante ir a conquistar el Santo Sepulcro, que hacía cientos de años que estaba donde estaba, y a nadie se le había ocurrido ir a conquistarlo. Pero en un momento de la historia eso aparece como un imperativo mayor, mueve pasiones, mueve a la cultura, a la literatura, lo mueve todo, y no sólo la religión, también la política, la economía, etc. y la vida personal del occidental gira entonces en torno a ésto. Algo que hasta ese momento dormía, se vuelve explícito. Pero llegado un punto, tampoco se resuelve, sino que simplemente queda atrás. Pero entre su aparición y su quedar atrás han habido cambios en el nivel o estadio de comprensión colectivo. Y cuando quedó atrás, no sólo el tema ya no parece importante, sino también la consciencia colectiva (no personal) que valora el mundo, se encuentra ante otro mundo (mundo como cuando se dice: "el mundo del arte", no como totalidad de cosas; por ejemplo cuando se dice "el mundillo de los literatos" o "el mundo de la poesía"; un estilo de vida, un estilo de pensamiento y acción ante el cual aparece unos determinados objetos). El cambio de tema no ha sido sólo un cambio de tema, ha sido un cambio de mundo. Y al cambiar el mundo, en el mundo en el cual se está ahora lo que importaba en el mundo anterior ha desaparecido junto con el otro mundo.

El mundo en que vivimos colectivamente va mutando, así como va mutando la consciencia y cada cambio de consciencia es un cambio de mundo. Y al cambiar la consciencia, los problemas del mundo anterior con los que se encontraba la consciencia se han vuelto irrelevantes. No han sido resueltos, simplemente han quedado atrás. Para esta nueva consciencia los problemas que habían para la otra consciencia ya no existen como tal.

Esta "nueva" consciencia no es nueva porque sea una cosa totalmente distinta y ajena a la anterior, sino que es su superación, el paso a un nuevo estadio que contiene y supera, abarcándolo, al anterior.

Por ejemplo: el paso usual de la niñez a la adolescencia. El niño que pasa a adolescente, siendo adolescente no es ya el niño, lo es, pero no lo es, lo es de una manera tal como no lo era cuando sólo era un niño. Ese paso, no ocurre por una decisión o elección que uno haga, está más allá del querer y de la voluntad personal. La transición se hace a pesar de uno. La pelota de fútbol ocupa la atención del muchacho, llega del colegio y lo primero que quiere es salir a jugar a la pelota, no la elige, la pelota lo llama. Jugar a la pelota con sus amigos, más allá de toda decisión, es una actuación -representación, escenificación-, no meramente física, sino un cumplimiento de sí mismo. Pero un día llega y esa pelota queda arrinconada, y tampoco ocurre ésto por una decisión, simplemente ha perdido interés, y en su lugar aparecen temas nuevos. Los temas que interesan ahora no existían antes. Este ha sido un proceso de irrelevantificación. Lo que era relevante ha perdido relevancia, sin ningún acto de decisión consciente; uno incluso no sabría explicar lo que ha pasado. Uno no puede decir cómo es que ya no le atrae más la pelota, y ni siquiera ha habido un momento concreto de darse cuenta de que ésta ya no le interesaba. La transición ha sido tan sutil que ahora está en otro mundo y puede que un día caiga en la cuenta de que esa pelota lleva ya meses aparcada. No hubo un "voy a dejarla". La irrelevantificación se produjo a pesar suyo.

Y es uno mismo, aquel que piensa conscientemente, quien tiene que ponerse a la altura de lo que ya le ha pasado sin su intervención. En este sentido, "la consciencia del yo, siempre llega demasiado tarde." Hegel: "El ave de Minerva vuela siempre al atardecer".

Cada fase tuvo y tiene su momento de verdad. El individuo tiene sus límites. Uno puede decir "aquí termina la historia". Pero no es así. Aquí se acabó él, en todo caso, pero la cosa está en marcha. Donde acabas tú no acaba la conciencia, sólo acabas tú. La conciencia está muchísimo más allá que tú. Uno puede ponerse a la altura de la consciencia, pero no crearla, pues ya está creada a pesar de uno. Es uno el que tiene que llegar a donde ya está la cosa. Hegel, decía: "el ave de Minerva vuela al atardecer." Minerva es Atenea, la diosa de la sabiduría, el símbolo de la filosofía y su ave es la lechuza. De ahí que la lechuza sea tradicionalmente el símbolo del pensamiento filosófico, porque ve en la oscuridad. Siendo la Sabiduría la consciencia, ésta llega siempre tarde. Es darse cuenta de lo que ya está pasando. Ser consciente no es crear algo que no había, sino más bien que vuelva a casa lo que ya está, pero sin ser aún reconocido. La realidad opera independientemente de la consciencia individual. Es la consciencia individual la que puede llegar hasta donde está la acción. El momento en que se explicita, y por lo tanto se hace consciente, no es el momento en que ocurre. La conciencia siempre llega después. Sin embargo, llega después y es posible que llegue porque se ha producido. Pero el que se haya producido y no haya llegado todavía a la consciencia imposibilita la transición hacia nuevas etapas. Es decir: el comienzo de una nueva etapa de comprensión sólo es posible cuando la consciencia ha ido llegando a la etapa en que ya se está. Justo en ese momento, comienza a haber la nueva etapa, aquella que la consciencia no advertía. Es como la transición de la consciencia de la persona concreta al mundo o a la consciencia colectiva. Es como un ponerse al día.

Por ejemplo: en la vida personal puede que la estructura lógica en la que uno se mueve haya ya trascendido las necesidades de la niñez, pero puede que el ego se haya quedado anclado en estadios infantiles. Puede que uno siga queriendo jugar a la pelota y que se sienta culpable y que tenga que hacer un esfuerzo para jugar a la pelota como antes, cuando no le costaba ningún esfuerzo, y que se niegue y viva conflictivamente aquello que espontáneamente se está dando en él.

Otro ejemplo es el de la emergencia de la sexualidad, que tampoco es un acto voluntario, que tampoco es producto de ninguna decisión ni de ninguna preparación. Llega un momento en que el deseo se dispara y actúa, y actúa más allá del yo. Pero es el "yo" el que tiene que conquistar conscientemente esto que ya está ocurriendo a pesar del yo.

La característica del ser humano no es ser un ser natural que puede vivir las cosas en un supuesto estadio natural, lo que los alquimistas llamaban unio naturalis. Para el ser humano la cosa existe (deviene efectiva, real) en el momento en que se hace consciente. Por eso somos primariamente, primordialmente, hijos de la consciencia. Incluso lo que llamamos cuerpo en uno, es vivido a través de la consciencia. Por lo tanto, la sexualidad en el ser humano, jamás es un fenómeno natural. No es que primero sea natural. Siempre es la conquista que hace la consciencia de un proceso en el cual ya se está involucrado, pero en tanto que aún no es consciente, es un mero hecho externo, no es "alma". Es mediante la apropiación por parte de la consciencia que deviene psicológico y por ello "real".

Si bien la sexualidad en todo el mundo se produce más o menos espontáneamente, no todo el mundo la vive igual. Y así como hay personas que pueden no haberse apropiado adecuadamente de aquello que a pesar suyo están viviendo, hay personas que pueden vivir en medio de una consciencia colectiva con un estilo personal que no está a la altura del tiempo en el que está viviendo. Y así como hay adultos que siguen anclados en la demanda infantil y que a pesar suyo son adultos, así también esto es posible en la vida colectiva.

La pregunta psicológicamente interesante no es: ¿Qué podemos producir nosotros? sino, ¿Dónde estamos realmente? ¿Cómo llegar, cómo traer a casa, cómo explicitar aquello que ya está siendo pero sin ser explicitado? Es una tarea alquímica. ¿Cómo extraer de la materia (cómo se vuelve explícito) el Mercurio que está presente en ella como si estuviera ausente porque está implícito? ¿Cómo hacer explícito el oro en el plomo? Porque lo que aparece como plomo aparece como plomo, no aparece como oro. Extraer el oro del plomo no es extraer lo evidente de lo evidente, sino lo que está pero no se muestra; la realidad que se muestra no es del todo real y la realidad más real es la que no se muestra.

Ese proceso por el cual lo implícito se hace explícito, que no es un proceso físico, ni un trabajo sobre una materia concreta, es un proceso de entendimiento (in Mercurius). Es el entendimiento sobre el tema el que pasa del tema burdo a la esencia del tema. La alquimia que permite reconocer al Mercurio en la materia es la alquimia del pensamiento, del logos, para el cual lo que en un momento no era más que materia muerta aparece ahora como espíritu viviente. Pero sólo aparece en la medida en que hay una transformación de la consciencia. No es que esté ahí antes y la consciencia está aquí y no lo ve, sino que se hace "afuera" en la misma medida en que se hace "adentro". De tal manera que el ahí y el aquí no existen separados, sino que consiste en este proceso. No es que ya haya un oro aquí, encubierto, y si yo me preparo llego a descubrirlo, sino que el oro está cubierto para una nivel de consciencia y en cambio se descubre para otro. El descubrir el oro consiste en el paso de un estadio de consciencia a otro, pero la transformación de la consciencia y el cambio de realidad son lo mismo. Es decir: se acaba la ilusión de que haya una realidad independiente de la consciencia. La idea de que existe algo que es como es, independiente de ser conocido (la visión del sentido común) es la consideración que la realidad y el pensamiento son como sustancias puestas frente a frente. Pero si consideramos que el pensar ya está en la realidad, ya es real, ya contiene por lo tanto y expresa la realidad, no se trata de que hay ahí algo y hay aquí algo frente a frente, sino que esto que piensa aquello y el pensamiento mismo, forman parte del aquello sobre lo cual se piensa.

Estamos siempre “adentro”.

La ilusión de que uno pueda contemplar la totalidad y abarcarla presupone que uno está fuera de la totalidad. Pero si uno está siempre ya dentro de la totalidad, es decir, si uno forma parte ya de ese mundo ¿cómo puede ver uno todo el mundo tal como es como cuando uno no está fuera del mundo? ¿Dónde tendría que estar uno para ver el mundo tal como es sin uno? En realidad esa idea de que la cosa ya es más allá de uno, es lo que Hegel llamó la convicción de que hay la cosa, o la realidad o la verdad, en sí. De tal manera, que cada vez que la consciencia colectiva descubre algo, nunca descubre la cosa en sí, sino solo la cosa tal como se le revela a ese conocimiento. Es decir: la cosa para nosotros. Y la ilusión consistiría en esperar que la cosa para nosotros coincida con la supuesta cosa en sí. ¿Pero y si fuese al revés? Y es que la cosa en si no es real, sino que es el límite mismo que la consciencia pone, y lo real es la cosa que se revela ante nosotros, transformándonos a nosotros en la misma revelación. Por lo tanto, el supuesto en sí no es real. No es más que una fantasía de la consciencia. La consciencia imagina el Otro de la consciencia, su Otro, la alteridad de la consciencia, aquello que está fuera de ella. Pero no hay fuera de la consciencia. Hay sólo una imágen de un fuera de la consciencia. El fuera de la consciencia está dentro de la consciencia. [ver: ¿Es "profunda" el alma? en W. Giegerich]

¿Hay un fuera de la consciencia? ¿Hay algo de lo que se sepa o intuya que esté más allá (con independencia) de ser reconocido? ¿Cómo puede hablarse de aquello (pensarse, intuirse, presentirse, etc.), si no está ya dentro de los límites de la consciencia? En el momento mismo en que se lo menciona, o que es advertido por la humanidad -y basta que un solo ser humano lo mencione para que sea mentable para la humanidad-, en ese momento ¿cómo puede mencionarse aquello que está fuera de la consciencia si al ser mencionado ya esta formando parte de un acto de la consciencia?

Aquí es donde se advierte una diferencia entre la psicología y la filosofía. La filosofía quiere saber cómo es la verdad absoluta y crear o encontrar un sistema que lo explique todo. La psicología, tal como la entiende Giegerich, parte siempre de un fenómeno concreto, es decir, aparece (se muestra, es fenómeno) aquello que inquieta, y es sólo en función del compromiso con eso que se presenta como comienza el trabajo psicológico. El trabajo filosófico se plantea temas en general. Y por eso Giergerich va a decir que la psicología contiene a la filosofía pero superadamente. No puede prescindir de la filosofía, de hecho implica y presupone la filosofía, pero no se queda en la filosofía, sino que la contiene trascendida porque ya integra la comprensión de la lógica de esa conciencia. En cierto sentido la filosofía busca una totalidad que lo contenga todo, mientras que el psicólogo, desde la perspectiva de Giergerich, busca la talidad, la especificad, la cadidad (en inglés eachness). El cada de cada manifestación. Y si se encuentra una totalidad es la totalidad contenida en el cada. No una totalidad supuestamente ajena en la cual esta circunstancia está al lado de otra y de otra y de otra, las cuales todas forman una totalidad, sino entrar en esta única y especial circunstancia tan a fondo (no personalmente sino intelectualmente) que en esta circunstancia se descubra el mundo. Esto es el Singular Universal, que no es un singular aislado, suelto, en el que nos movemos siempre, o un concepto general vacío que se aplica inclementemente a las cosas como rótulos, para no pensarlas; es el reconocimiento, por ejemplo en el padre concreto de Jung, del Cristiano (el Hombre Cristiano) que está sufriendo; el concepto (universal) en el singular. El universal singular. Esto es pensamiento dialéctico.