6.11.14

El yo psicológico

Por Wolfgang Giegerich, 2012.

Fragmento de ¿Qué es el Alma?, p. 298 y ss. (What is Soul?, Spring Journal Books, New Orleans, Lousiana.)

Traducción de Luis R. Álvarez y Alejandro Bica.


La diferencia psicológica dentro del alma-como-sujeto

El alma como sujeto es yo. Sin embargo, el yo o el sujeto es dentro de sí mismo la unidad y diferencia dialéctica en sí mismo, por un lado como esa función primariamente orientada hacia la "supervivencia" en el sentido más general, en otras palabras, el yo técnico o pragmático (en el sentido de uno de los lados de la oposición sujeto-objeto), y por el otro lado el no-yo interno como el sujeto del verdadero conocimiento, el órgano de la verdad y de la forma lógica o sintáctica. Este último es "no-yo" porque es el sujeto objetivo, experimentado por la ego-personalidad como un otro interno con una intencionalidad propia (y a menudo una necesidad que le impele). También podríamos decir un otro autónomo, si bien uno que a pesar de su otredad sin embargo también es yo (yo mismo). Mientras que el yo pragmático o técnico domina nuestra colocación y nuestras actividades tanto en la vida de cada día y particularmente en la ciencia, el otro yo es lo que predominantemente, en un sentido eminente, está activo y productivo en los artistas y pensadores, en las pocas grandes personas excepcionales (y ocasionalmente y en un sentido rudimentario en la gente común). En última instancia también puede ser interpretado como el lugar histórico (la verdad de la forma o de la lógica interior que tiene la vida realmente vivida en un tiempo y lugar histórico dado, la verdad del modo real de ser-en-el-mundo de una comunidad) que se agita como el espíritu Mercurius oculto en ellos. El yo como el no-yo interno no es auto-idéntico ni está auto-encerrado como una entidad, ni está encerrado en el individuo humano. Tiene su propia infinitud interna, y sin duda, una infinitud que no tiene una frontera con el mundo, (227) sino que más bien se extiende dentro de sí mismo, y se abre, a la comunidad en la cual vive, a la situación histórica en la que se encuentra, y al pasado histórico que lleva dentro de sí mismo (tanto en forma sedimentada como en su propia constitución (228) real presente y como memoria).

Para el hombre no nacido que aún estaba envuelto en ciertos ropajes míticos, es decir, idéntico con los varios roles que se le asignaban dentro de un contexto cultural dado, la diferencia interna dentro del yo entre el yo en sí mismo y el no-yo no estaba marcada, simplemente porque el hombre en esa situación estaba psicológicamente aún más o menos totalmente liberado en el alma (y envuelto por ella), la cual era a su vez un alma que no había vuelto a casa a sí misma como subjetividad. Lo que expuse en el párrafo anterior sólo se volvió virulento en la situación moderna, en la situación del hombre nacido, el hombre emancipado del alma como una entidad metafísica. El yo como la diferencia psicológica entre el yo y el no-yo interno no debe ser identificada con la diferencia literalizada en nuestra psicología corriente entre el ego, por un lado, y el inconsciente, el no-ego o el Sí Mismo, por el otro lado. Esta última diferencia está positivizada (es una disociación lógica). Excluye el momento de unidad entre los opuestos y cosifica a cada uno. (El "eje ego—sí-mismo” de Erich Neumann, si bien ciertamente da expresión a la unidad entre los opuestos aún así cosifica, e ipso facto deshace, el momento de unidad en sí mismo. Tenemos tres cosas, el ego, el sí mismo y el eje.) Deberíamos mejor comprender el yo y el no-yo como diferentes estilos de entendimiento y comprensión: el conocimiento egoico versus el conocimiento del alma. Aún así, el ataque emocional de Jung citado antes en la frase, "¡Al diablo con el mundo del Ego! Escucha las voces de tus daimonion. Ellos tienen ahora la palabra, no tú” (Cartas 2, p. 532, a Charteris, 9 de enero de 1960), si se le limpia de su afecto y de su forma personalística y mitologizante ("tus daimonion") y se la transforma en un rechazo sobrio, pero aún así implacablemente metodológico, del conocimiento egoico, permanece como algo indispensable para la constitución del conocimiento del alma, la constitución de la verdadera psicología.

La relación dialéctica que existe entre los opuestos dentro del sujeto significa que el alma como sujeto debe ser entendida como siendo también un momento de ella misma. El alma es la relación entera (la diferencia psicológica completa, homo totus) y al mismo tiempo el propio relatum de esta relación o el propio momento de esta diferencia, es decir, la parte no-yo, el órgano de la verdad y del verdadero conocimiento, en contraposición con el otro momento, el yo pragmático, el tipo de conocimiento y comprensión egoicas. Esta ambigüedad puede por supuesto llevar a dificultades. Es nuestro trabajo en nuestra labor psicológica aclarar para nosotros mismos a qué "alma" nos referimos en cada contexto específico, sin, de todas maneras, tratar de separar en nuestro teorizar, la unidad de las dos para intentar no ser ambiguos, por ejemplo usando dos nombres diferentes. La contradicción y la equivocación no deben ser evitadas. Es inherente en la noción psicológica de alma.

El yo psicológico

He mencionado en la sección anterior que el alma como el propio momento de sí misma (sí misma en el sentido de la diferencia psicológica entera) es el órgano de la verdad o el lugar histórico que se agita como el espíritu Mercurius oculto en las grandes personas, en artistas y pensadores. Pero este no-yo puede tener una forma adicional de realización, concretamente como el sujeto de la psicología o en tanto que psicología como un sujeto. Podemos llamarlo el yo psicológico. Mientras que el alma que se agita en las grandes personas tiene carácter de evento o de hecho (sucede que se agita de su propio acuerdo en ésta o aquella persona y en éste o aquel momento, o no se hace sentir en ellos o en este momento; su manifestación es impredecible), el yo psicológico es un punto de vista metodológico, un estilo de pensamiento y de apercepción, de interpretación y de apreciación, el cual hasta cierto punto puede ser aprendido y cultivado e incluso, pero sólo hasta cierto punto, puede ser empleado o rechazado a voluntad. También requiere, por supuesto, una cierta aptitud, pero no está reservado para los realmente grandes.

El yo psicológico es el punto de vista de la verdadera psicología, la disciplina de una aproximación o reacción a los fenómenos llena de alma, 1) en contraste a una aproximación sin alma, técnica, cínica, racionalística, meramente pragmática, 2) en contraste a la nostalgia, el sentimentalismo y la emocionalidad egoica, así como 3) en contraste a una teoría movida por la ideología, el deseo subjetivo, la necesidad, o una visión de las cosas guiada por el deseo de búsqueda. La psicología no está a la búsqueda de nada. No quiere nada. En tanto que el yo psicológico es el punto de vista de la verdadera psicología, no es "mi" yo, sino un yo objetivo, su yo (el de la psicología) o el de la psicología como el yo. Este es un punto muy importante. Yo soy un psicólogo en tanto que la psicología—su marco mental metodológico—está operando en mi. La psicología tiene que ser el sujeto que esté haciendo el ver, el pensar y el sentir del psicólogo, y no él o ella por ellos mismos. Ya he discutido antes que la psicología es la forma moderna de lo que anteriormente era el alma. Con esto en mente entendemos que sólo si la psicología es el sujeto verdaderamente activo en nosotros entonces hay una posibilidad de que pueda suceder el hacer-alma y el darse cuenta o el reconocimiento del alma: porque sólo lo semejante puede conocer y producir lo semejante.

Por lo tanto, en psicología siempre tenemos que preguntarnos quién en nosotros experimenta. ¿Quién está haciendo el pensar? Ya conocemos este tipo de preguntas a partir de Re-Visioning Psychology de Hillman. De todas maneras, su pregunta tomaba el ¿Quién? como "¿qué Dios?". Esto es muy diferente de mi "¿Quién?", el cual no es, como el de Hillman, acerca de una tercera persona singular o plural substancializada, acerca de dios o dioses, sino acerca de la primera persona singular, esto es, acerca de mi punto de vista metodológico (humano). ¿Es lo que yo estoy haciendo verdadera psicología o quizás no lo es en absoluto? ¿Como quién estoy apercibiendo? ¿Como ego—o como "alma"? ¿Como hombre civil, hombre empírico—o como el punto de vista psicológico, como psicología?

Y esta pregunta no es tanto una cuestión acerca de un hecho que se deba establecer, sino, además, mucho más una invitación o exhortación a llevar a cabo un acto, concretamente el acto de la auto-negación, auto-sublación, del dejarme atrás a mi mismo como yo (ego) convencional y hombre civil, el acto de desaparecer (lógicamente, no positivo-factualmente) en tanto que hombre civil. Es en este espíritu que una vez escribí acerca del discurso psicológico: "Tiene que ser como la negación del ego, y el psicólogo … tiene que hablar como alguien que ya ha muerto hace tiempo como ego personalidad. El arte del discurso psicológico es hablar como alguien ya muerto. … La psicología tiene que ocurrir en el espíritu de la negatividad lógica". (229)

Lo que he descrito tiene consecuencias esenciales para la concepción del yo psicológico. No debe ser comprendido como una parte siempre disponible de la personalidad o una cualidad permanente de la consciencia. La pregunta—"¿Quién? o ¿como quién estoy apercibiendo? ¿Como ego o como 'alma'?"—no debe ser tomada como implicando que simplemente podríamos pasar del uno al otro o que el punto de vista del alma pudiese simplemente ser encendido. Más bien, el yo psicológico es un producto, un resultado. Para existir tiene que ser producido, y producido cada vez "desde cero", por decir así: hacer-alma. En las ciencias tenemos ciertos métodos y enfoques que uno debe aprender de una vez por todas y que a partir de ahí simplemente necesitan ser aplicados. Pueden, por decirlo así, ser encendidos. En psicología esto es fundamentalmente diferente. Sin importar hacia qué tema o materia se oriente el trabajo psicológico de uno, sin importar lo que se vaya a estudiar psicológicamente (este sueño, este mito, este síntoma o neurosis, etc.), en cada instancia lo importante de todo el trabajo psicológico es producir el punto de vista psicológico, el yo psicológico. Este es el objetivo del trabajo. Todo el propósito de la psicología (el opus psicológico) es producir psicología. Hacer-alma es hacer-psicología, y hacer psicología es hacer-alma, es decir, el establecimiento y el desarrollo, así como la profundización del nivel psicológico en todo lo que uno estudie. La psicología no aspira al conocimiento teorético acerca del alma, ni a una especie de doctrina científica o a nueva información. El punto de vista o la perspectiva de la psicología es en sí misma ese lapis que intenta alcanzar. Precisamente no es meramente la perspectiva o el método (herramienta) a través del cual se hace el trabajo psicológico. La psicología o el yo psicológico es su propia meta, tiene su propósito dentro de sí mismo. Aquí podemos recordar la afirmación ya citada de Jung de que "los alquimistas estuvieron muy cerca de darse cuenta de que el ego [das Ich] era la sustancia arcana misteriosamente elusiva y el anhelado lapis" (CW 14 § 131). La meta de la psicología es la auto-producción (de la psicología) en el espíritu de la mismidad. La meta no es algo distinto de sí misma, algo ahí afuera (no es la curación, el auto-desarrollo, la propia completitud e individuación de uno mismo, ni la obtención de conocimiento fiable acerca del alma). Mismidad. No otredad, ni propósito externo. Esto es todo: darse realidad a sí misma. Probar su existencia (la de la psicología) y probarla sólo a través de la obra (opus) de fabricar aquello que quiere probar como existente.

Esto significa que el yo psicológico tiene en sí mismo el carácter de Trabajo y opus (producido), sólo existe en tanto que es hecho. Pero esto a su vez significa que existe sólo en el hacer real, en la actividad, para decirlo con una metáfora alquímica: en el ars continuo del adepto, en otras palabras, sólo "momentáneamente". Hacer-alma no es como construir una casa. Es más como el comer, el cual no produce un resultado permanente. Tienes que hacerlo una y otra vez, si quieres que suceda. Las ciencias también son diferentes. Los métodos científicos son la herramienta para conseguir propósitos externos a ellos mismos. Apuntan hacia resultados permanentes y producen éstos resultados permanentes (conocimiento fiable) independientemente de la manera particular en que aquellos resultados se hayan conseguido. Las ideas obtenidas, por lo tanto, pueden ser generalizadas y aplicadas a otras instancias del mismo tipo. Para poder usarla no se necesita saber exactamente cómo fue descubierta la penicilina. Las ideas teoréticas o conclusiones permanecen más allá y externas a los experimentos o estudios a través de los cuales fueron conseguidas, y mantienen su significancia más allá del tiempo de su producción (como mínimo hasta que futuros experimentos las contradigan o las superen. Pero incluso si son contradichas, permanecen, concretamente como hipótesis u opiniones erróneas en la historia de la ciencia). Las ideas teoréticas son lógicamente ítems "positivos"; se pueden transmitir a otros en revistas o en libros científicos. Pero el yo psicológico es "negativo". No es un ítem. Viene al ser, y existe sólo, en esa mente que realmente realiza el opus de la interiorización absoluto-negativa y existe sólo durante esa interiorización. Mientras que el aurum vulgi puede ser entregado a otros como un regalo o puede ser transformado en monedas con las cuales comprar cosas, el aurum nostrum no puede ser intercambiado. ES su propio tiempo. Si la psicología viene con ideas que corresponden a conocimiento científico, entonces estas no son verdaderamente psicológicas, sino a lo sumo subproductos, sean lo importantes y válidas que puedan ser bajo otros puntos de vista (por ejemplo técnicos).

Con cada nueva investigación psicológica uno siempre comienza desde un punto de vista externo y como hombre civil, como consciencia ordinaria. Y cada vez de nuevo uno tiene que trabajar sobre lo que sea que ocurra ser la materia prima y, trabajando uno mismo hacia su profundidad, hacia su interioridad (es decir, metiéndose en la materia), crear el lapis, el oro alquímico, la tintura: el yo psicológico. El psicólogo tiene que conquistar nuevamente el nivel psicológico para sí mismo cada vez que entre en el opus. Pero si esto es así, si el punto de vista psicológico es la meta y el resultado final del opus psicológico, parece que he contradicho mi punto de partida: mi insistencia de que desde el arranque tiene que ser el yo psicológico o el alma el que tiene que hacer el trabajo. De todas maneras aquí tenemos que tener en mente que la vida del alma es auto-contradictoria, urobórica, dialéctica. Que el yo psicológico necesite ser producido como el resultado del opus y que tenga que ser desde el principio el compromiso del opus, no es una contradicción simple, no-dialéctica. Más bien, tenemos que darnos cuenta de que el psicólogo es sólo un psicólogo en tanto que ya está preñado con el yo psicológico desde el arranque. Él como hombre civil y como consciencia común ya tuvo que haber sido alcanzado por ello, agarrado por ello, de manera que sea el verdadero sujeto el que haga el pensamiento en él, si es que a través del opus él quiere llegar a ello. Porque sólo al que tiene le será dado. Si el yo psicológico, el Mercurius alquímico, no es desde el arranque el espíritu rector, el Mercurius no será encontrado. Sólo lo semejante puede apercibir y producir lo semejante. No hay camino desde la psicología exterior hacia la psicología. El nivel psicológico es su propio alfa y su propio omega, su principio y su telos. No hay alteridad. Pero conversamente, el Mercurius necesita ser encontrado. El alma necesita hacerse a sí misma. Estar preñado con el yo psicológico no significa ya haber nacido como yo psicológico.

Así, cuando antes he hablado de "fabricar" el yo psicológico, esta palabra no debería tomarse en el sentido de construcciones o invenciones del ego. Más bien, debemos leerla como refiriendo al opus, el cual a su vez puede ser entendido como el "parto" que es el requisito previo de un nacimiento (y la manera en la cual el nacimiento ocurre), en concreto el nacimiento de aquello con lo que anteriormente uno estaba meramente preñado. Una madre no hace al bebé, pero aún así "pro-duce" al bebé que llevaba dentro todo el tiempo. El nacimiento es, por decirlo así, sólo el movimiento del niño desde lo "implícito" hacia lo "explícito", pero este movimiento del niño implica el parto activo, los dolores de parto, de la madre. Hacer-alma es el hacerse a sí misma del alma o de la psicología en el sentido de darse a luz a sí misma. Pero para que esto se de efectivamente, también se requiere e implica nuestro "parto" activo, nuestros esfuerzos humanos, nuestro opus—lo que Hegel llamaba el Anstrengung des Begriffs, una frase que ha sido traducida al inglés como "labor of the concept" [la labor del concepto]. Esta traducción nos permite leerla en términos de la metáfora del nacimiento. Es tanto el auto-desenvolvimiento del concepto como la labor humana de re-crear en la propia mente y de comprender este auto-desenvolvimiento.

Ahora resumiré brevemente algunos de los principios y características más importantes del punto de vista metodológico de la psicología, sin prestar atención cada vez a la dialéctica en tanto punto de partida/resultado ya expuesta. Será una descripción del punto de vista psicológico desde un punto de vista del observador externo y por lo tanto bastante abstracta, un hablar acerca de ello. No debe ser confundida con "la cosa real". El verdadero yo psicológico sólo se muestra a sí mismo en el opus real. Aquí no necesitaré extenderme más en cada principio o característica porque ya he expuesto éstos principios varias veces en diferentes ocasiones en mis trabajos y en parte ya aquí en otros capítulos del presente libro.

• Mirando a los fenómenos de la vida real y a textos e imágenes nuestra presuposición tiene que ser que en ellos "el alma" está hablando acerca de sí misma (y no acerca de nosotros los seres humanos ni acerca de ninguna otra cosa en el mundo) y, además, que no hay nada detrás de este hablar del alma acerca de sí misma: no hay substrato, no hay un alma existente positivamente como autora, ni origen ni principio eminente, nada dado con anterioridad (como una "madre primordial, lo sensorial, lo natural, lo físico", [Hillman]). (230) El hablar o la auto-mostración es todo lo que hay ("actuosidad", inmanentismo). Producción sin un productor. Y un hablar sin un referente externo. Puesto que no tiene referente externo, este hablar no puede ser comparado con un referente en cuanto a si es adecuado (verdadero, correcto) o no. La idea de una adequatio rei et intellectus no tiene sentido aquí. "… aún hay gente que cree que los pacientes le podrían mentir a un psicoanalista. Pero esto es absolutamente imposible. Las mentiras son fantasías. Y nosotros tratamos fantasías" (CW 4 § 300 fn. trad. modif.). Los fenómenos del alma tienen que ser vistos como un arreglo (en el sentido de Alfred Adler), una representación, una auto-mostración, una mise en scène. Tenemos que ver los fenómenos como teniendo todo lo que necesitan dentro de ellos mismos, incluso su propio origen (causa o "autor"), su telos final, y su significado (y "referente"). Son su propio referente. Tenemos que verlos estrictamente como auto-relación, auto-representación, auto-interpretación. Son su propio origen y autor. Ya sean verdades o mentiras, ya sean buenos o malos, disfrutables o despreciables como el "agua apestosa", síntomas, o la "masa confusa": son causa sui, y "se bastan a [ellos mismos], como el Uróboros, el comedor-de-cola, del cual se dice que se atrapa, se mata, y se devora a sí mismo" (CW 16 § 454). Dentro de ellos producen su propio a priori sólo como su resultado a posteriori. Como tales tienen su propia infinitud interna y están en el estatus lógico de sí mismos, de individuos. (231) (Por favor, recordar que: aquí y en los siguientes puntos estamos meramente exponiendo presuposiciones metodológicas o imputaciones y no haciendo afirmaciones ontológicas. Sólo hipotéticamente: si se quiere hacer psicología, uno tiene que ver las cosas de esta manera. Pero a nadie se le obliga hacer psicología y que vea las cosas de esta manera.)

• Al mirar las cosas de esta manera significa que se las ve desde dentro y ya no más desde fuera, desde el punto de vista de un observador (Esta es la razón por la cual Jung rechazó la idea de un punto arquimédico para la psicología). No hay vis-à-vis, no hay inmediatez. El trabajo psicológico tiene que seguir la lógica de la mismidad. No de la otredad, no de la exterioridad, esto es, nada fuera de los fenómenos (posiblemente sólo un otro interno, el Otro de sí mismo). Prácticamente, por ejemplo en psicoterapia, esto significa que la psicología acontece cuando lo que al principio parece ser un otro no es visto como un completamente otro; cuando los “hechos” aparentes de la biografía, patología, etc. (en tanto que “predicado”) de un paciente, se interiorizan dentro del “sujeto (sentencia)” como su auto-mostración (= la interioridad del alma sufriente). Es decir, las afirmaciones, sentencias del paciente, tiene que ser leídas como “juicios analíticos” y no como “juicios sintéticos”. (232) Conversamente podemos decir que hemos entrado en la esfera de la experiencia del mundo cientificista y común cuando leemos los predicados como “juicios sintéticos”. Porque entonces los predicados (las afirmaciones, los fenómenos) se vuelven para nosotros “hechos” que hacen referencia a un referente externo, en nuestro caso, al paciente.—Se puede ver aquí que la psicología es una especie de isla o de oasis dentro del mundo moderno, un oasis que da asilo (233) a la antigua lógica metafísica de la identidad, de la cópula, del vínculo, del ligamento, o de la conjunción, y de la unidad sizigial de la unidad y diferencia de los opuestos, sin embargo un asilo en tanto que reducido a la forma y estatus de un simple enfoque metodológico, no en tanto que un sistema de ontología y de creencias, no como una visión del mundo o doctrina para la humanidad a gran escala. La psicología es metafísica sublada, irrevocablemente metafísica sublada. Pero también es metafísica sublada. La psicología no tiene el estatus o la significancia colectiva más alta que lo que tienen un hobby o un pasatiempo. (234) Sólo en tanto que hobby o pasatiempo tiene su lugar en la vida privada de los individuos, puesto que la psicología tiene su lugar sólo en la interioridad, los rincones escondidos, del alma privada de los individuos. Cuando la psicología pierde su humildad y olvida su carácter de estar sublada (por ejemplo, al clamar tener un significado público y “oficial” realmente inmediatos para esta era y para la sociedad a gran escala, incluso posiblemente propagándolo como un plan de salvación para los individuos y para la cultura a gran escala), se vuelve una ideología, (235) esoterismo New Age, psicología pop. La psicología es una disciplina de Mnemosyne. Su tiempo es el pasado perfecto. No el futuro. El búho de Minerva comienza su vuelvo al atardecer. Esta insistencia sobre el aspecto sublado es una advertencia. La otra es: cuando, a la inversa, la psicología se olvida que es “metafísica”, pierde su alma y “el alma”, se vuelve la “psicología sin alma” de Lange.

• Pero estar de esta manera dentro también implica que nuestra consciencia objetiva habitual es superada. Sólo desde el punto de vista del observador externo aquello que nos ocupa toma la forma lógica de objetos o de cosas. Una vez dentro, se está dentro de un hablar, de un significado viviente, un concepto, dentro de una manifestación particular de la esfera de la inteligibilidad. Lo que desde fuera se mostraría a sí mismo como un objeto-imagen o un objeto-idea, se revela a sí mismo como siendo a priori un texto, siendo interpretación (más que siendo un objeto a ser interpretado). No un hecho de la naturaleza, sino una cierta "afirmación", "tesis" u "opinión" (acerca de sí mismo), una noción, una concepción: una de las auto-interpretaciones de "el alma". La psicología intenta interpretar interpretaciones.

• El significado o interpretación que aparece fenomenológicamente está vivo, es vida lógica, es decir, una dinámica auto-impulsada que "finalmente", "teleológicamente" apunta hacia su pleno auto-desenvolvimiento y, a través de este auto-desenvolvimiento incesante, se dirige a su propio agotamiento (y así en última instancia también hacia su propia auto-superación). Hay una lógica animadora oculta en funcionamiento dentro de cada fenómeno, un "espíritu oculto", el espíritu Mercurius de la alquimia, el cual, mientras la mente consciente no lo ha penetrado, o conversamente no ha sido realmente alcanzado o herido por él, permanece dormido (de forma parecida al Kundalini en su estado inicial), pero se despierta y viene a la vida en el momento en que se ha establecido un contacto real. Oportet me adesse. Necesita nuestra dedicación, nuestro compromiso, hacernos presentes a ello. (236) Lo que estaba implícito en la primera inmediatez, lo cual aparecía originalmente en un fenómeno, imagen o idea, quiere volverse explícito, “explicado al detalle” (lo cual, si se consigue completamente, significaría que de inmediato la vida o el alma se ha ido de ello; significaría que este fenómeno se ha vuelto psicológicamente obsoleto, un hecho que Jung en su teoría discutió bajo el título "la muerte de los símbolos").

• La psicología debe adoptar el punto de vista de la psique objetiva y ver a los fenómenos sub specie o en términos de la psique objetiva y de sus asuntos, también podríamos decir: ver los fenómenos desde "el otro lado" o desde dentro. Esto presupone una translocación lejos de los puntos de vista prevalecientes ordinarios. La psicología, para ser, debe haber dejado atrás las categorías e intereses usuales (de sentido común, pragmática, utilitaria (237), emocional, moral, científica) a fin de poder ver las cosas tal como son, como dijo Jung, "en Mercurio", en el "trasfondo arquetipal", en "el interior de la psique", no en la realidad empírico-factual. Sólo de esta manera la psicología hace justicia a la diferencia psicológica que la constituye. Lo que tenemos que ver en la psicología es "que detrás de las impresiones de la vida diaria—a escondidas—se alza otra imagen, cubierta por un delgado velo de hechos factuales". (238) Esta otra imagen es aquello en lo que la psicología ha de enfocarse. El alquimista Dorneus de manera similar dijo, "En las cosas naturales hay cierta verdad que no se puede ver con el ojo exterior sino que se percibe sólo con la mente. Sobre esto los filósofos tienen experiencia…" (CW 11 § 152 nota 47).

• Está claro que este foco requiere una cierta indirectividad, la cual voy a explicar brevemente. Por supuesto, la psicología tiene que centrarse en los fenómenos empíricos, en lo que realmente se muestra a sí mismo, como la patología real, los síntomas reales, las imágenes de la caja de arena reales, los sueños reales, las grandes obras culturales reales. Pero se concentra en ellos como la expresión o representación lógicamente negativa de su propio otro interior, que es el verdadero asunto que la psicología quiere estudiar, su negatividad interior, el alma, el espíritu Mercurius. Pero la psicología no puede estudiar el "Mercurius" directamente porque el "Mercurius" no existe como una positividad en primer lugar. Sólo puede ser estudiado indirectamente a través de mirar cómo se manifiesta él mismo positivamente y como fenómenos empíricos. Es vital para la psicología entender esta dialéctica. Uno mira al fenómeno para poder ver ¡otra cosa! Así, uno tiene que dedicarse realmente al fenómeno y aún así al mismo tiempo no tomarlo como su objeto. Es un centrarse en la materia negado en sí mismo (ein rückblickendes Hinblicken, un mirar atentamente al objeto que de todas maneras, mientras solamente se mira eso, es un mirar a otro lado). Este mirar es así auto-contradictorio. Tiene que serlo, porque una mirada directa tendería a quedarse pegada en la apariencia superficial empírica y pragmática del fenómeno, en sus aspectos meramente funcional-formalísticos o en su estética inmediata. Sería un ver con el ojo exterior y no con la mente. La dedicación de todo corazón al fenómeno requiere un retirarse de la mente subjetiva, incluso su transformación (transformación en el fenómeno), de manera que la verdadera sustancia interior del fenómeno (el alma de lo real) venga a primer plano.

• Esta translocación también incluye la idea de que el alma no es acerca de nosotros, acerca de las personas. Por ejemplo, no soy yo como hombre civil el que se debe individuar. La individuación en el sentido de Jung no es tarea de la gente (aún si, deplorablemente, Jung usualmente la presentaba de esa forma). El sujeto que debe someterse a la individuación es (si nos centramos en el "hombre") el Purusha "arquetipal", el Anthropos, o Adam kadmon, o, hablando menos imaginalmente, el Concepto de hombre, la lógica de la auto-definición de hombre y el modo de ser-en-el-mundo. Pero de forma más general es la auto-completitud de cada fenómeno psíquico estudiado, su volver a casa a él mismo, su ser liberado en su verdad, su concepto. Hablando alquímicamente, es la liberación del espíritu Mercurius atrapado en la materia. El movimiento desde lo implícito hacia lo explícito. Es un error ingenuo y narcisista tomarse a uno mismo tan en serio como para confundirse a uno mismo con el tema real de la vida del alma (aquello sobre lo que versa o sobre quién versa la vida del alma). Nosotros no somos más que el escenario o el lugar donde ello ocurre, pero donde ocurre para su propio bien, no para el nuestro. El hecho de que nos necesite para adquirir una presencia real en el mundo y atravesar su proceso de progresiva-determinación no se nos debe subir a la cabeza como si fuésemos tan importantes.

• Hacer psicología, por lo tanto, también demanda que nos hayamos distanciado de nosotros mismos, que nos hayamos apartado de nosotros mismos como ego-personalidades. Este es un golpe mucho más grande y más real al "ingenuo amor propio del hombre" y a la "megalomanía humana", que lo que pensó Freud (después de las revoluciones de Copérnico y Darwin) que era "la tercera y más profunda herida", es decir el (supuesto) descubrimiento del psicoanálisis de que el ego "ni siquiera es amo de su propia casa". (239) A lo que se refirió Freud es como mucho a una herida narcisista en el nivel semántico, lo cual es psicológicamente inofensivo, de hecho irrelevante. Pero el hecho de que no seamos nosotros como seres humanos los que tengamos que experimentar el proceso de individuación (para quedarnos con este ejemplo), sino que es el concepto de hombre el que debe atravesarla, es una ofensa lógica o sintáctica que ipso facto es una herida psicológica real. Y prácticamente significa que el psicólogo no debe permitirse tener un punto débil o una ternura mental narcisista hacia nuestros propios ideales, o colectivos, valores y dogmas más apreciados (esto es, para "el ego"; para "el ego" no es nada más que nuestros ideales más preciados, intereses o creencias). La psicología no es para cobardes, no es para "Almas Bellas". Uno tiene que ser capaz de meterse con ello, donde "ello" se refiere a las verdades implacables que son traídas por el movimiento objetivo del alma o contenidas en los fenómenos del alma. Verdades implacables tal como se manifiestan, por ejemplo, en tiempos antiguos en los crueles rituales como sacrificios humanos o en tiempos más modernos en las rupturas y pérdidas fundamentales traídas por el progreso científico y tecnológico y el colapso doloroso de nuestros valores y creencias tradicionales. Y, como mínimo en tanto que uno es un psicólogo (no necesariamente, de todas formas, en tanto que se es hombre civil e individuo privado), uno tiene que mantener firmemente, sin perturbarse, su posición vis-à-vis con la implacabilidad del alma, permitiéndoles a los dolorosos contenidos del alma que vuelvan a casa a uno mismo (como psicólogo), que sea cortada la propia carne, y que sea transformada y redefinida la consciencia (de la psicología) (en vez de proteger a la consciencia psicológica habitual de ellos por medio de la insistencia de los antiguos valores de uno o más "regresivamente restaurar su persona"). Profesionalidad: no misericordia y solidaridad con el deseo desesperado del ego, identificado con el anima alba, reteniendo su subjetivismo, su inocencia, y su esteticismo.

• El proceeder particular de la aproximación psicológica es una interiorización absoluto-negativa, una progresión recursiva. (240) Es un movimiento implacable hacia la profundidad inicialmente oculta ("implícita") del fenómeno a mano, vía sucesivas negaciones lógicas (las auto-negaciones de la primera inmediatez del fenómeno y de sus apariencias preliminares subsecuentes) de manera que lo que contiene en su profundidad se hace explícito, se trae a la luz, se libera en su verdad (en su ser verdad: "veri-ficación"), a través de su ser integrado en la consciencia, es decir, en la consciencia como la propia forma lógica de la consciencia, su misma constitución.

• La transformación al punto de vista sub specie del alma objetiva es un paso metodológico, y aún así no está completamente en nuestras manos. Hasta cierto punto depende de que uno haya sido alcanzado por el alma en lo Real, alcanzado por "el otro lado". Para que una persona pueda ser alcanzada por el alma (de tal manera que sus ojos sean abiertos a ella, en contraste a ser meramente alcanzado por ella por sus efectos en forma de síntomas), un órgano particular debe estar presente en esa persona: el órgano del sentimiento. Esto no es muy común. Por supuesto, las reacciones emocionales, afectivas, y los sentimientos son muy comunes. Pero, como ya hemos dicho, tener sentimientos y emociones es algo completamente diferente del órgano del sentimiento y, por supuesto, también algo muy diferente de lo que Jung llamó la función sentimiento, la cual es una función racional y no una explosión emocional o el acontecimiento de "tener sentimientos". Mucha gente en la psicología habla del sentimiento y de la función sentimiento, pero no lo conocen. Jung era de la opinión de que (a) todo el mundo tiene una función sentimiento, aunque en algunos casos sólo como una "función inferior", es decir, una función meramente rudimentaria o latente que necesita ser desarrollada. Yo no lo veo así, por lo menos en lo referente a lo que llamo el órgano del sentimiento: En mucha gente está simplemente ausente. Jung también era de la opinión de que (b) la función sentimiento y la función pensamiento se excluyen mutuamente la una a la otra. De nuevo, éste podría ser el caso para su concepto de esas funciones, pero no es verdad para el verdadero pensamiento y para el verdadero sentimiento. Hacer psicología requiere que la persona que la hace la haga desde un punto, desde una profundidad, en la cual el pensamiento y el sentimiento son uno. La palabra alemana Germüt en el lenguaje antiguo, y casi hasta tiempos recientes, solía denotar precisamente la unidad de sentimiento, pensamiento y volición, la unidad de la trinidad (triunidad) de San Agustín de memoria, intellectus, y voluntas. (241) Abarca corazón o alma y razón y entendimiento (mens, animus). El Gemüt en este sentido es el "hombre completo" (homo totus) en su interioridad, su profundidad interior, como su morar dentro de sí mismo (en contraste con estar en el cuerpo). La verdadera cuestión aquí, por supuesto, no es la palabra "Gemüt" en sí misma, sino el punto de indiferencia, el cual sólo puede funcionar como el órgano en nosotros para hacer psicología. "La psicología profunda" no significa meramente que sea una psicología que estudia la profundidad como su objeto. Más bien, requiere que sea realizada, no desde el nivel de las "funciones" separadas (en el sentido de Jung), sino desde un nivel más profundo, aquel del punto de indiferencia en el cual el pensamiento conceptual y el sentimiento verdadero van juntos. El alma objetiva necesita este órgano como su contraparte y destinatario en el sujeto humano. Sólo si éste fuera en realidad el órgano del trabajo psicológico, entonces podría la terrible abstracción, prevaleciente en la psicología, tal como realmente existe hoy en día, ser superada, una abstracción que se expresa en pensamientos tan profundos como un charco, cuya superficialidad y turbiedad a menudo están cubiertas meramente por un emocionalismo igualmente abstracto, vacío de sentimiento verdadero, pero vendido como sentimiento verdadero. Este emocionalismo vacío se deja ver de forma más patente en el uso de palabras poderosas pero vacías tales como "lo sagrado", "lo numinoso", "los Dioses" ….

Aquí acabo mi breve delineado de algunos de los principales prerrequisitos metodológicos para hacer psicología. Pero no quiero abandonar esta exposición sin señalar que por lo que concierne al trabajo terapéutico con pacientes reales las cosas son más complicadas que lo presentado aquí, porque en la práctica de la terapia debemos ser utriusque capax (capaces de las dos cosas), como la alquimia decía del Mercurius. Como terapeutas practicantes no somos totalmente idénticos con el psicólogo en nosotros mismos. Debemos tener una pierna en la psicología y una en la realidad práctica, en la esfera de lo humano, demasiado humano. Tenemos que ser capaces de presentar un acceso verdaderamente no adulterado al alma así como un conocimiento práctico del mundo (lo cual incluye una idea realista de la naturaleza humana) y entender las necesidades del paciente como ser humano. Y, esto es lo más importante, tenemos que saber cuándo es una cuestión de lo uno o de lo otro. Algunos pacientes están abiertos al trabajo con el alma desde el principio o al menos en algunos momentos de su trabajo analítico. Por el otro lado, otros pacientes, no necesitan mucha psicología en el sentido verdadero de la palabra. Lo que necesitan es una ayuda mucho más terrenal, tal como atención humana real, simpatía y entendimiento: un encuentro honesto cara a cara con otro ser humano; una guía a través de crisis personales o situaciones difíciles en la vida, o más generalmente una especie de sabiduría práctica filosófica, (242), y así. Jung sabiamente ya distinguió cuatro estadios (y esto significa también cuatro posibles proyectos) de la psicoterapia, concretamente la confesión, la instrucción [Aufklärung], la educación, y la transformación (CW 16 § 122 ff.). Sólo con la última categoría de Jung alcanzaríamos los precintos de la propia psicología. Así que, si bien no quiero suavizar de ninguna manera los severos requerimientos presentados más arriba para hacer psicología, una psicología con alma, tampoco quiero absolutizar la psicología, como si en la sala de consulta no se pudiese permitir nada más que psicología. De la misma forma no me confundo a mi mismo como individuo privado, como "hombre civil", con el psicólogo que (espero) soy.

Notas

227. Porque, incluso precisamente como la res cogitans de Descartes de la primera modernidad, es absoluta interioridad (un "absoluto morando dentro de sí mismo").

228. El yo es su historia.

229. W. Giegerich, The Soul’s Logical Life, 2da. ed., Frankfurt/Main et al. (Peter Lang) 1999, p. 24. [Ver también: "¡Prohibida la Entrada!" - La entrada en la psicología y el estilo del discurso psicológico - El "quién" del discurso psicológico.]

230. Esta negación incluso incluye "factores" o "dominantes" tales como los arquetipos de Jung (si es que son vistos como "factores" en el sentido literal de la palabra) o "Dioses”y "lo imaginal" de Hillman.

231. Jung (a) sustancializó y cosificó "el Sí-Mismo" como una realidad arquetipal separada y (b) se lo atribuyó a la gente como el propio Sí-Mismo individual de cada uno. Pensaba que (c) sólo a través de un largo proceso de individuación el Sí-Mismo podía—quizás—ser realizado y que esta experiencia era algo especial. Lo que estoy sugiriendo es la idea muy diferente de que ser un sí mismo es el (a) carácter o forma lógica (c) inevitable y a priori de (b) todas las manifestación del alma, de todos los fenómenos del alma en sí mismos. Sólo en tanto que también las personas son alma, ellos también son sí mismos. Ellos no tienen un sí mismo, son sí mismos. Algo similar se puede aplicar al concepto de completitud. Jung entendió la completitud como una meta por la cual luchar. Para mi, la completitud es una presuposición metodológica. Si los fenómenos del alma son urobóricos, entonces de hecho todos ellos comienzan en el estado de "completitud". Psicológicamente, cada materia, cada fenómeno, tiene que ser puesto y encerrado en la retorta. Pero acerca de la retorta el mismo Jung dijo: "Como el vas Hermeticum de la alquimia, estaba sellada 'herméticamente', (es decir, sellada con el signo de Hermes); tenía que estar hecha de cristal, tenía que ser tan redonda como fuese posible, ya que se suponía que tenía que representar al cosmos [das Weltall, el Todo], en el cual fue creada la tierra" (CW 13 § 245). Esto no significa otra cosa que para la psicología cada fenómeno es, durante el tiempo en que sea nuestro tema de estudio, un mundo en sí mismo, el mundo entero, el único mundo y el Todo. ¡Esto es! Cadidad. La retorta, especialmente con su sello hermético, es la imagen de la completitud mediante la exclusión radical de la misma idea de cualquier cosa externa, de hecho, de externalidad como tal. Jung también cita a los alquimistas cuando dicen, "La naturaleza no se mejora salvo a través de su propia naturaleza" y "De esta manera nuestro material no puede ser mejorado salvo a través de sí mismo". Y menciona "la repetida advertencia de otros tratados de no mezclar nada del exterior con los contenidos del vaso Hermético, porque el lapis 'tiene todo lo que necesita'." (CW 9ii § 220). La naturaleza "se regocija en su propia naturaleza, si se la junta con otra, la obra de la naturaleza queda destruida" (CW 9ii § 244). Como en el caso del "sí mismo" y de la "completitud", Jung también literalizó y ontologizó "el individuo", identificando este término con cada ser humano subsistente y reservándolo para éste. Esta es la razón por la cual tuvo que construir la "individuación" como el proceso del auto-desarrollo de la gente, mientras que psicológicamente debería ser el proceso "alquímico" de liberar cada materia prima, cada fenómeno anímico, en su propia verdad ("mejorar la naturaleza a través de su propia naturaleza" es decir, el movimiento de lo "implícito" a lo "explícito"). En los tres casos Jung no fue hasta el final del camino con su propio concepto de psique objetiva y con el inmanentismo implícito en sus propias enseñanzas alquímicas, sino que en último análisis se mantuvo aferrado al sustrato de la personalidad y por lo tanto a la externalidad. Que vinculase el pensamiento psicológico a la persona humana como sustrato significa que no usó el ¡vas Hermeticum! Los fenómenos psíquicos tenían para él su base fuera de ellos mismos en el ser humano, y esta es la razón por la cual "la completitud", "el sí mismo", y "la individuación" tuvieron que volverse para su teoría metas futuras difíciles de conseguir, es decir, utópicas.

232. Remito aquí al lector a la exposición más detallada de este tema hecha por Greg Mogenson, “Interiorizing Psychology into Itself” [ver “Interiorizando la Psicología en Sí Misma”, en: W. Giegerich, D.L. Miller, G. Mogenson, Dialectics & Analytical Psychology, New Orleans, LA (Spring Jurnal Books) 2005, pp. 61-75, aquí, especialmente, pp. 66-71.

233. Respecto a este asilo ver también la última frase del capítulo 3.4. [N. del T. "La interiorización alcanzada por Hegel sólo puede encontrar un asilo en esa región especial dentro del mundo moderno que llamamos psicología y como su especial enfoque metodológico."]

234. Al decir esto no quiero negar el hecho obvio de que hay psicología y práctica de psicoterapia profesional (la cual, ¡ni para el analista ni para el paciente es un pasatiempo!). Mi punto es que no debemos dar al trabajo del alma una significación más alta, casi metafísica, casi religiosa, que la que tiene, por ejemplo, el placer de un oratorio de Bach. Ni tampoco tiene la dignidad de necesidad que tienen la industria, los bancos o el comercio. Es un lujo, y aún más que las humanidades, las cuales, al contrario que el trabajo del alma, no tienen una significación meramente privada.

235. Cuando Freud dijo que "La teoría de los impulsos es nuestra mitología" (y con el mismo derecho podría haber dicho lo mismo acerca del complejo de Edipo, el "romance familiar", las "relaciones objetuales", o todo otro tipo de componentes de la teoría psicoanalítica), inadvertidamente admitió que el psicoanálisis está en el negocio de la fabricación de mitos, la fabricación de ideologías, y que la aplicación de la teoría psicoanalítica en la sala de consulta es el proyecto del ritual de encapsular a los pacientes en ese "mito" moderno. Lo mismo se aplica a la mayor parte de la psicología junguiana. Las teorías de "individuación", del eje ego—sí-mismo, de tipologías, del ego heroico, de la terrible unilateralidad tanto del cristianismo como del mundo moderno en la necesidad de ser curados mediante la búsqueda de una "completitud", etc., son, en la manera en que son usados, simplemente ideologías. Y lo que muchos junguianos están haciendo en la psicoterapia es irreflexivamente actuar esas teorías sobre un paciente tras otro, dispuestos a ser encapsulados en un "mito", así como, en las publicaciones, actuar esas mismas teorías en la interpretación de símbolos inocentes, desamparados, cuentos de hadas y mitos antiguos genuinos.

236. Jung, ciertamente, vio esta necesidad cuando pidió que entrásemos en nuestras fantasías ("imaginación activa"), pero su solución es tristemente deficiente. Se queda como una mera fantasía, porque este entrar es sólo un entrar semántico, en el nivel narrativo. Como un acto y un comportamiento de entrar literal (imaginado), es sólo un entrar falso. Un entrar real, comprometido, por el contrario, requeriría que ocurriese como un entrar sintáctico, es decir, en la misma lógica que informa a la consciencia (la forma lógica de la consciencia).

237. Esto incluye también todos los intereses y deseos del "ego", tales como aquellos por nuestra supervivencia, beneficio, protección y consolación. Tales intereses, por supuesto, no son malos ni equivocados. Simplemente no deben influenciar en nuestro enfoque psicológico.

238. C.G. Jung, The Visions Seminars, Zürich (Spring Publ.) 1976, p. 8.

239. Ver Sigmund Freud, Introductory Lectures [cast: Lecturas Introductorias], no. 18, Standard Edition vol. 15, pp. 284 f. Críticamente podemos decir que la idea de que el ego no es amo de su propia casa no es nada nueva, no es para nada revolucionaria. El pensamiento religioso había mostrado esto desde siempre, aunque ciertamente no en los mismos términos positivistas freudianos y sobre la misma base científica. Simplemente pensemos sobre: "Porque no hago el bien que quiero: sino el mal que no quiero, eso hago" (Romanos 7:19). "Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad" (Filipenses 2:13). La filosofía de forma parecida había mostrado que para empezar tendemos a ser esclavos de nuestros afectos y emociones, lo cual es la razón por la cual el trabajo ético del hombre era luchar penosamente para ponerse por encima de su dependencia, para así volverse un "hombre sabio". Aquí no hay ego megalomaníaco para el cual la idea de que no es amo en su propia casa pudiese ser una sorpresa chocante y "la más profunda herida". Durante siglos o milenios el ego tradicional había crecido con la misma idea que ahora Freud por primera vez vende como su terrible herida al amor propio del hombre, y así, en contra de las apariencias precisamente por primera vez instalando y edificando este ego narcisista fundamentalmente moderno. Porque presentando esta idea familiar como una herida de la que nunca antes se había oído hablar, enseña a la consciencia, a verla de repente, como algo terriblemente equivocado e ipso facto por primera vez crea esa posición no herida majestuosa sólo para la cual esta idea podría ser una herida terriblemente humillante. Freud ostensiblemente nos quiere enseñar humildad, pero en realidad y sin saberlo—en el nivel psicológico o sintáctico—erige la misma posición megalomaníaca que ostensiblemente—en el nivel semántico—quiere deshacer.

240. Aquí esto no lo voy a argumentar más porque ya he dado ilustraciones detalladas de éste procedimiento, por ejemplo, en mi discusión sobre el cuento de hadas de La Montaña Resbaladiza (W. Giegerich, D.L. Miller, G. Mogenson, Dialectics & Analytical Psychology, New Orleans, LA [Spring Journal Books] 2005, pp. 9-24) [ver trad. cast.: ‘“Conflicto/resolución", "opuestos/unión creativa" versus la dialéctica, y el ascenso a la montaña resbaladiza’], en mi discusión del fragmento de Heráclito acerca de la profundidad del alma ("¿Es Profunda el Alma? Introduciéndose y siguiendo el movimiento lógico del Fragmento 45 de Heráclito (Diels)", ahora cap. 6 de mi libro El Alma Piensa Siempre, vol. 4 de mis Artículos Reunidos en Inglés, New Orleans, LA [Spring Journal Books] 2010), y en otros lugares.

241. Ver Grimm'sches Wörterbuch, sub voce "Gemüt", vol. 5, col. 3293 ff., aquí especialmente col. 3296.

242. Marco Heleno Barreto, "'Es algo así como la antigua filosofía': Psicología Analítica y Sabiduría Práctica Filosófica", en: Spring 77 ("Philosophy & Psychology"), Spring 2007, pp. 79-98.