27.8.20

El desafío de Giegerich

Jennifer M. Sandoval

The Challenge of Giegerich”, lectura dada en el Instituto C.G. Jung de Los Angeles, el 7 de Julio de 2012.
Traducción de Diana Arias, revisada por Alejandro Bica. 
Agradecemos el amable permiso de la autora para publicar esta traducción en el blog. 


No hay duda, la gente tiene problemas con Giegerich. Al descubrir que estaría dando una charla sobre él, un experimentado analista junguiano a quien admiro mucho me dijo: “Uno de los impactos de leer a Giegerich es que te hace sentir estúpido ... nadie puede pensar psicológicamente excepto él”. De las obras de Giegerich, Ginette Paris afirma:

“[S]e necesita … coraje y determinación por parte del lector, para atravesar el pesado lenguaje hegeliano de Giegerich. Parece envolver intencionalmente sus ideas en capas y capas de lenguaje imposible y de pesadez germánica para protegerlas de aficionados franceses frívolos no iniciados como yo.”

Bueno, esta charla se llama “Giegerich para principiantes”, no “Giegerich para tontos”, a pesar de que probablemente, en algún momento u otro, todos nos sentimos como tontos cuando leemos a Giegerich. Pero los tontos no están permitidos; leer a Giegerich exige que pensemos. Sin embargo no solamente que pensemos. También pide una profunda humildad y un verdadero compromiso con el alma. Otra forma de decirlo es que nos pide que nos pongamos a pensar seriamente, que bajemos de nuestro alto caballo y que nos arremanguemos al servicio de una implacable devoción al trabajo del alma.

El lenguaje “imposible” de Giegerich incluye palabras como Implacable. Lógico. Absoluto. Positivo. Negativo. Urobórico. Interior. Sublado. Opus Contra Naturam (o un trabajo contra la naturaleza). Probablemente estamos familiarizados con la mayoría de estas palabras. Bien, quizás con la excepción de la palabra “sublado” que la tomó de Hegel y que tiene el triple significado contradictorio de levantar (como en levantar las manos), preservar y cancelar. Su contraparte inglesa más cercana es “to kick upstairs” [echar a la calle a alguien] (Inwood 1992).

Ahora bien, a veces Giegerich dirá algo un poco complicado, por ejemplo, cuando describe el fenómeno del verdadero arte:

“El arte nace a través de la implacable interiorización de la positividad de la experiencia empírica y de su contenido ‘realista’ en la negatividad de la forma de mera fantasía” (2009, p. 365 [cf. trad.: “Liber Novus, es decir, La Nueva Biblia. Un primer análisis del Libro Rojo de C.G. Jung”]).

Por un momento pensé que podría tratar de explicar el significado de esta frase, pero solo por un segundo, porque recordé que realmente no necesito hacerlo. En mi experiencia, cada ensayo de Giegerich es notablemente completo y totalmente autosuficiente. Cada uno tiene dentro de sí toda la información que necesitas para comprenderlo —si realmente lo terminas haciendo ... :) De hecho, el ensayo que acabo de citar, en el que Giegerich critica el Libro Rojo de Jung, lo leí mucho antes de tener alguna idea de la aproximación dialéctica hegeliana de Giegerich al alma y la forma en que la conecta con la alquimia. Todavía no sabía que para Giegerich, el alma no está ubicada en lo externo o en el mundo o en la persona, sino más bien en la interioridad del reino imaginal, como “el resplandor infinito interno del fenómeno o situación concreta en su cadidad” (2005, p. 14). “El alma” no existe, debe hacerse, sin embargo, de una manera tan autocontradictoria (dialéctica) que lo que es solo el resultado producido es, sin embargo, a la vez el origen de todo el movimiento” (2005, p. 10).

Este artículo ha sido muy difícil de escribir. En la preparación estudié cuidadosamente muchos de los libros y ensayos que Giegerich ha escrito, intentando llegar al corazón de lo que trata, con la esperanza de poder articularlo para ustedes esta noche. Después de muchos callejones sin salida, muros de piedra e intentos frustrados, me di cuenta de que en realidad debía seguir el camino de Giegerich y negar mi apasionado intento de avanzar, por medio del aplicar el intento de avance sobre sí mismo. Debo llegar al corazón de llegar al corazón. Inmediatamente esta declaración me tira para atrás de mi búsqueda literal y me lleva a una consciencia psicológica. Ahora estoy alejada de lo que quiero, y estoy en el reino urobórico de la investigación del alma ... Estoy encerrada en mí misma, en un lugar profundamente subjetivo, y me doy cuenta de que todavía no puedo llegar al corazón del trabajo de Giegerich. Soy una principiante; solo puedo llegar a mi corazón, así que hablaré de eso, de lo que me conmueve del trabajo de Giegerich.

Quizás recuerden cómo Jung describió las cuatro etapas de la terapia. La primera es la confesión, la siguiente aclaración, luego viene la educación y finalmente la transformación. Es en esta etapa final, la de transformación, que la noción de consciencia psicológica de Giegerich es aplicable, y solo en esa etapa. Por lo tanto, es muy importante cuando leemos a Giegerich no adelantarnos a nosotros mismos, porque en las etapas iniciales, los pacientes a menudo necesitan “ayuda práctica, como atención humana real, simpatía y comprensión; un encuentro honesto cara a cara con otro ser humano; orientación a través de crisis personales o situaciones difíciles de la vida, o más generalmente una especie de sabiduría práctica filosófica” (2012, p. 216 [cf. trad.: “El yo psicológico”] en oposición a la rigurosa investigación dialéctica, o la implacable interiorización absoluto-negativa de lo externo. “Solo con la última categoría de Jung [la de la transformación] podríamos llegar al recinto de la psicología propiamente dicha” (2012, p. 316). Si bien esta regla se aplica a la práctica clínica, Giegerich afirma que la psicología como disciplina y modo de pensamiento debe mantenerse en el nivel más alto. Estoy de acuerdo con él. La psicología misma, en la medida en que consiste en las ideas y teorías que nos contienen, siempre debe esforzarse por alcanzar la etapa más alta de la consciencia psicológica y alcanzar ese ideal. La psicología siempre debe estar por delante del individuo.

Giegerich afirma que, “El verdadero lugar del alma no es el individuo empírico en su positividad. Su verdadero lugar es la psicología, [y] la psicología no como se la concibe de manera abstracta como una ciencia, sino como ese pensamiento vivo concreto al que el individuo puede elevarse” (2005, p. 10). Giegerich no se anda con rodeos aquí; su último libro What is Soul? comienza con la siguiente acusación:

“Mostrando una completa falta de consciencia psicológica, los jungianos después de Jung (con solo James Hillman y unos pocos más como excepciones) simplemente escenificaron la psicología de Jung de varias maneras. Armados con las ideas teóricas de Jung y, en parte, con las de Freud como su modelo, generalmente iban directamente, sin más, al material psíquico a estudiar. Interpretaron sueños, estudiaron casos, desarrollaron teorías, aplicaron conceptos psicológicos a mitos y obras literarias antiguas, y aplicaron mitos y teorías psicodinámicas a biografías y patologías personales. Se entregaron al objeto que tenían delante, ya sea en la forma de experimentarlo y observarlo o en la forma de teorizar sobre él, sin gastar ni un solo pensamiento sobre el sujeto, sobre lo que ellos mismos están haciendo como consciencia que observa y teoriza, y sobre qué justificación hay, si la hay, para algo como la psicología en primer lugar. ¿Qué hace que una psicología sea psicológica? ¿Cómo se relacionan nuestras suposiciones y afirmaciones específicas en psicología con el conjunto entero de la psicología y con la realidad moderna que nos rodea? ¿En qué sentido podemos hablar de un alma? En realidad, estas preguntas deben responderse antes de ir a trabajar en psicología. La psicología, uno de cuyos trabajos es hacer consciente, en primer lugar debe ser consciente de sí misma” (2012, p. 1 [cf. trad.: “¿Qué es el alma?”]).

Entonces, ya con el primer párrafo, nosotros, como psicólogos, nos vemos fuertemente desafiados por Giegerich a desarrollar nuestras teorías con una consciencia psicológica.

PENSAR UN PENSAMIENTO

Bien. Así que hagamos el trabajo de pensar —¿qué significa pensar? Al describir su idea del alma como pensamiento, Giegerich hace referencia a la idea de Heidegger de lo que significa pensar un pensamiento. Giegerich (2008) señala que la obra completa de una persona, (que puede establecerse en muchos volúmenes e incluso puede incluir cambios de posición) es la elaboración y el desarrollo de este pensamiento. Y este pensamiento, según Heidegger, no está ‘pensado’ por el pensador; le viene a él ... (p. 43).

Giegerich define tal pensamiento no como un mero “razonamiento discursivo o el empleo literal del intelecto”, sino que pensar significaría tres cosas:

1. tener (haber experimentado, haber sido alcanzado y reclamado por) un pensamiento;
2. obligación absoluta y restricción por este pensamiento, sin libertad, necesidad;
3. apertura potencial a todos y cada uno de los fenómenos de la vida a la luz de este único pensamiento de uno (1998, p. 44).

En su libro The Soul’s Logical Life, Giegerich (1998) afirma que “Jung es el pensador del alma” (p. 43). Como tal, Jung pudo experimentar la vida, como describe Giegerich:

“a través de este pensamiento como su lente, se podría decir. En todo lo que experimentó, pudo mantener su lugar en el “alma” de la Noción. Este pensamiento era vinculante para todo su trabajo psicológico; no permitió que la atracción inherente a los fenómenos lo sedujera para que los mirara a la luz de las perspectivas que estos pudieran sugerir ... Se mantuvo fiel a su único pensamiento, la Noción de alma” (1998, p. 43).

Parece entonces que pensar un pensamiento en última instancia significa ser capaz de mantener el lugar de uno en una idea, situar la propia vida dentro de ella, de modo que toda la experiencia esté dada y contenida dentro del pensamiento. La pregunta entonces puede ser: ‘¿he sido alcanzado y reclamado por un pensamiento?’ ¿Cuál podría ser el pensamiento que tengo que pensar? ¿Cuál es el pensamiento que me piensa?

Tal pensamiento no es simplemente un pensamiento superfluo para mantener en nuestras mentes, ni el trabajo que exige sería una cosa más para lograr en nuestras vidas. Más bien, estar dado por un pensamiento es la unidad de expresión con el ser, de tal manera que nuestras vidas mismas están dadas por el trabajo. El pensamiento de este pensamiento se convierte en la base del ser para nuestras vidas. Tal pensamiento sobre el pensamiento puede resultar en una vida psicológica o llena de alma (Miller, p. xx, 2005).

BAJA DE TU ALTO CABALLO

Giegerich, como Hillman y Jung antes que él, se preocupa por enfatizar una hegemonía no egoica de la psique. (Giegerich, Miller, & Mogenson, 2005). “La persona que hace psicología debe ser la nueva o la otra personalidad. El daimon, el Sí mismo, el alma: son los únicos que pueden producir una psicología que merezca el nombre” (Giegerich et. al., 2005, p. xv).

Giegerich puede parecer bastante crítico, especialmente con respecto a la arrogancia del ego. Dice,

“Es un error ingenuo y narcisista tomarse uno mismo tan en serio como para confundirse con el verdadero tema de la vida del alma (que se trate o de quien trate). No somos más que el escenario o el lugar donde esta vida sucede, pero donde sucede por su propio bien, no por el nuestro. El hecho de que nos necesite para adquirir una presencia real en el mundo y someterse a su proceso de determinación ulterior no debe subírsenos a la cabeza como si fuésemos los destinatarios” (2012, p. 312 [cf. trad.: “El yo psicológico”]).

¡Ay! Pero sí, ese ¡ay! es importante, porque “Hacer psicología ... exige que ... nos hayamos apartado de nosotros mismos como ego personalidad” (2012, p. 312 [cf. trad.: “El yo psicológico”]). Esto se debe a que el proceso de individuación debe elevarse desde personas individuales hasta el nivel de la humanidad, es decir,

“el concepto de hombre es lo que debe atravesar [la individuación] ... Prácticamente significa que el psicólogo no debe permitirse tener un punto débil, una ternura narcisista, por sus propios ideales, valores y dogmas (es decir, para “el ego”; porque “el ego” no es más que nuestros ideales, intereses y creencias más preciados). La psicología no es para cobardes ... Uno tiene que ser capaz de meterse con ello, donde “ello” aquí se refiere a las verdades implacables provocadas por el movimiento objetivo del alma o contenidas en los fenómenos del alma. Verdades implacables tal como se manifestaron, por ejemplo, en la antigüedad en rituales crueles como los sacrificios humanos o en tiempos más modernos en las rupturas y pérdidas fundamentales provocadas por el progreso científico y tecnológico y el colapso doloroso de nuestros valores y creencias tradicionales. ... Uno tiene que mantener firmemente, sin perturbarse, su posición frente a la crueldad del alma, permitiendo que los contenidos dolorosos del alma vuelvan a casa a uno mismo, que corten la propia carne y transformen, redefinan la consciencia. Profesionalismo: sin piedad y solidaridad con el deseo desesperado del ego, con la identificación con el anima alba, de conservar su subjetivismo, su inocencia y su esteticismo” (2012, pp. 311-13, [cf. trad.: “El yo psicológico”]).

Giegerich tiene cuidado de distinguir esta forma de ser psicólogo de ser una persona real en el mundo. Podríamos comparar lo que está describiendo con ocupar la postura analítica, o con la actitud académica del investigador psicológico profundo. Personalmente, tengo dificultades con este tipo de “escisión” en mi propia vida, especialmente a medida que me doy cuenta de hasta qué punto no puedo pensar psicológicamente y soy incapaz de mantener una consciencia psicológica. Me identifico completamente con instinto o sentimiento, sabiendo que debo experimentar el proceso en el que me encuentro y permitir que florezca plenamente en su inocencia ánima e ingenuidad sentimental. Este conocimiento a menudo se experimenta como un corte narcisista en la propia carne y debe ser soportado, ya que revela el anhelo ego-céntrico de lograr un ideal perfeccionado. Sin embargo, comprender esto sobre mí misma, permitir que sea como es, es en sí mismo un paso hacia el pensamiento psicológico. Con Giegerich, me desafían las formas en que veo que no pienso psicológicamente.

VAMOS A TRABAJAR: SOMBRA ANTES DE ANIMA

Para mí, uno de los aspectos más importantes de las ideas de Giegerich es la forma en que piensa sobre la sombra. Muchos de nosotros estamos familiarizados con el famoso libro de Neumann, Depth Psychology and the New Ethic, en el que ilumina escandalosamente la mentalidad de “chivo expiatorio” de la humanidad, que nos tiene agarrados cuando, en lugar de admitir la presencia de nuestra propia sombra oscura, la proyectamos sobre otros y los llamamos “enemigo”. Usted tiene el problema, no yo. Esto también es lo que sucede cuando miramos a alguien que ha cometido un error y le decimos: “Nunca podría hacer lo que ella hizo”. Esta mentalidad de chivo expiatorio, insistió Neumann, en la que no vemos las partes malas de nosotros mismos, sino que las proyectamos inconscientemente sobre los demás, es el peligro más mortal que ahora enfrenta la humanidad, ya que nos impide tratar directamente con las fuerzas negativas de la naturaleza humana.

Giegerich nos recuerda que el don radical y revolucionario de la psicología profunda es que confronta al hombre moderno

“con todos esos factores a los que quería cerrar los ojos. Esto fue así desde el comienzo del psicoanálisis con Freud, que trajo el reconocimiento de la sexualidad dentro de un mundo victoriano, hasta el énfasis de Jung en la sombra y su intento de integrar la idea del mal incluso en la imagen de Dios. El principio de la psicología profunda es el levantamiento de las represiones …” (2005, p. 45)

y el permitir que lo que estaba reprimido y proyectado se pliegue sobre nosotros mismos.

“La integración de la Sombra es la llegada de la Sombra y el hospedarla en nosotros mismos, como a un invitado (ciertamente no deseado y extraño). Y su llegada es la aparición de una consciencia psicológica ... la sombra es el extraño cuyo regalo para nosotros, si lo recibimos, es la transformación del mundo de un mundo de hechos positivos en un país de ánima” (2008, p. 83 [cf. trad.: “Primero sombra, luego ánima”]).

En su notable ensayo “First Shadow, then Anima” [cf. trad.: “Primero sombra, luego ánima”], Giegerich (2008) amplía una idea de Jung sugiriendo que el alma realmente emerge solo después de que (o en cuanto) logra la integración total de la sombra. Giegerich describe la integración de la sombra a través de cinco etapas, cada una siguiendo el avance inexorable de la sombra que se aproxima con los avances correspondientes en la consciencia.

En la primera etapa, el no-ego se proyecta inconscientemente afuera y se presenta como un enemigo. Giegerich utiliza el ejemplo histórico de las Cruzadas porque el enemigo está en otro continente, presentándose como “algo verdaderamente extraño, desconocido y nuevo” (2008, p. 91). En términos generales, “una nueva consciencia siempre se acerca a nosotros desde afuera, desde el exterior, por así decirlo. Se encuentra realmente como el extraño o enemigo que nunca antes ha estado en nosotros” (2008, p. 91).

En la segunda etapa, el invitado es menos extraño a medida que la proyección se acerca al pliegue. Giegerich llama a esto la etapa Hereje o Caza de Brujas, porque parece que “el verdadero peligro reside en casa” (2008, p. 93). “Por lo tanto, el huésped recibe una especie de alojamiento entre nosotros, aunque solo sea en forma de condena. El miedo ... fue el primer modo de respuesta a la sombra. La condena es la segunda; es una manera de acomodarla y resistirla” (2008, p. 93). En lugar de la proyección, encontramos, en el segundo nivel, el mecanismo de defensa de la delegación o del chivo expiatorio, que “rescata la inocencia de la consciencia y preserva la consciencia como bien intencionada. ... Todavía son “ellos” (una minoría, una subcultura, herejes individuales) quienes hacen el mal, mientras que yo estoy del lado del bien, de la paz, de la inocencia” (2008, p. 95).

En la tercera etapa, o la etapa de “Traidor o Subversión”, “La sombra no está simplemente con el [enemigo] o el [hereje], en otras palabras, todavía está ahí afuera. Está en todas partes ... La sombra se ha acercado mucho más” (Giegerich, 2008, p. 97). Esta es la etapa del escepticismo, del cinismo, Freud y Nietzsche, Marx y Voltaire. Esta etapa se identifica con la sombra. “El ego abandona su idealismo anterior y se une al antiguo enemigo, el no ego. [Ahora] defiende a los herejes y se pone del lado de los inferiores o inmorales” (Giegerich, 2008, p. 98). La identificación con la sombra implica una negación de la oposición o tensión entre los ideales y los llamados bajos instintos. Tengan cuidado aquí; la sombra pierde su cualidad de sombra en este nivel. Ahora es ego-sintónica. También en esta etapa se culpa a la estructura o sistema. “La consciencia se ha vuelto consciente del hecho de que la sombra es una parte integral de la sociedad” (Giegerich, 2008, p. 99).

En la etapa IV, llegamos a lo que Giegerich llama la etapa “Mea Culpa”. En esta etapa “la incompatibilidad de la propia sombra del ego y el ego ahora debe ser soportada. Pero la contradicción aniquiladora resultante debe ser evitada por alguna nueva forma de defensa. Los sentimientos de culpa son el cuarto modo de recibir al huésped y de defenderse de él” (Giegerich, 2008, p. 100).

“El mecanismo de defensa particular aquí es el del aislamiento ... Los sentimientos de culpa son el fenómeno por el cual se produce este aislamiento de los opuestos entre sí ... El juez aún no admite que el criminal que condena es él mismo. Y el criminal avergonzado aún no se da cuenta de su identidad con el juez ... Con la actitud de mea culpa, esa sombra ha vuelto completamente a casa; él está verdaderamente en mí, en el sujeto, mi propia sombra, tanto mía como mis ideales ... Me identifico con los valores morales y con la sombra a la vez. Y así me he convertido en una contradicción viviente, cuyo nombre es “mala conciencia”, “sentimiento de culpa”. Ya no es yo y ellos o yo y eso (el sistema). Ambos son uno y lo mismo: yo. Al albergar el sentimiento de culpa, me mato, y la forma de esta matanza es el remordimiento” (Giegerich, 2008, p. 101).

En la etapa de Mea Culpa, la sombra es un fallo personal, por lo que el cosmos moral permanece intacto —Dios sigue siendo bueno (soy malo, no es un mal arquetípico, es mi mal). En esta etapa, “el huésped ha sido admitido en la casa de uno” (Giegerich, 2008, p. 103).

En la quinta etapa de “La hospitalidad o la integración lograda”,

“la consciencia ... ve a través de la arrogancia y la presunción inherentes a la etapa de la mala conciencia. Precisamente al asumir tan humildemente toda la culpa sobre sí y al devaluar la sombra como un defecto meramente subjetivo sin una realidad autónoma, el ego se infló para convertirse en el polo opuesto al principio de la bondad. En última instancia, la subjetividad humana se había convertido en el verdadero antagonista de “Dios”. Ahora se puede entender que la integración de la sombra no significa su mieidad [mine-ness] literal y que la sombra proviene únicamente de mi subjetividad personal. La idea de interioridad personal es reconocida como el último refugio, la última fortaleza en la lucha del ego por la autoconservación o por la preservación de una consciencia armoniosa. La interiorización que constituye la psicología personalista es la última defensa contra la psicología. Ahora vemos que la integración de la sombra significa que se le permite entrar en la consciencia misma sin reservas.
Ya no puede haber dos aspectos diferentes, como en la etapa anterior, donde yo era, ciertamente, al mismo tiempo, el juez o representante de los valores más altos y el condenado, con cada uno, sin embargo, en un plano diferente o en un aspecto diferente. Ahora juez y criminal, ideal y realidad defectuosa se encuentran en el mismo plano y en el mismo aspecto, de modo que ambos perecen por su contradicción interna, cada uno se hunde en el otro, de modo que en su lugar, algo más, un nivel completamente nuevo de consciencia, puede surgir. Cuando Jung habla de la “función trascendente” como ese proceso que produce una nueva consciencia a partir de la autodestrucción de los opuestos inherentes a la antigua consciencia, puede tener algo similar en mente. Lo que emerge aquí es una verdadera consciencia psicológica” (Giegerich, 2008, p. 103-4, énfasis agregado).
“… Pero la rendición a la percepción de la existencia de otro centro objetivo no significa que la adquisición de la etapa anterior, es decir, un sentido de subjetividad, interioridad y psicología, deba perderse. ... Más bien, este sentido de subjetividad se profundiza, se profundiza hasta tal punto que se hace evidente que está enraizado en una dimensión completamente nueva, la dimensión de la objetividad (subjetiva) (o subjetividad objetiva), lo cual, por supuesto, es una contradicción. Pero ser una contradicción es lo que constituye la psicología (como consciencia psicológica o estado psicológico) y lo que nos permite no solo tener o ser el lugar de una vida imaginal o simbólica, tal como la encontramos a lo largo de los siglos, sino también conscientemente existir como vida imaginal (o alma)” (Giegerich, 2008, p. 105).

Lo que dice Giegerich es que al ser psicológico, uno está demostrando psicología en el sentido más elevado; la perspectiva de uno se ha movido a la nueva dimensión —soy la vida que tengo— y me he vuelto psicológico.

¡Felicidades! Los últimos tres párrafos que leí son textualmente de Giegerich ... :)


Referencias

Giegerich, W. (1998/2008). The soul’s logical life. Frankfurt, Germany: Peter Lang, GmbH.
Giegerich, W., Miller, D. & Mogenson, G. (2005). Dialectics & analytical psychology. New Orleans, LA: Spring Journal Books.
Giegerich, W. (2005). The neurosis of psychology. New Orleans, LA: Spring Journal Books.
Giegerich, W. (2007). “Psychology – the study of the soul’s logical life” in Who owns Jung? (Ed by A. Casement). London: Karnac Books Ltd.
Giegerich, W. (2008). Soul-violence. New Orleans, LA: Spring Journal Books.
Giegerich, W. (2009). Liber novus, that is, The New Bible: A First Analysis of C.G. Jung's Red Book. Spring Journal, 83, 361-411. [cf. trad.: “Liber Novus, es decir, La Nueva Biblia. Un primer análisis del Libro Rojo de C.G. Jung”]
Giegerich, W. (2010). The soul always thinks. New Orleans, LA: Spring Journal, Inc.
Giegerich, W. (2012). What is soul? New Orleans, LA: Spring Journal, Inc.
Inwood, M. (1992). A Hegel dictionary. Wiley-Blackwell.
Paris, G. (nd.). “Rubedo - Artigos