12.7.21

Motivos de sueños arquetipales. ¿Sueños numinosos, religiosos?

Por Wolfgang Giegerich.

Pasaje tomado de ‘Working With Dreams. Initiation into the Soul’s Speaking About Itself’ [Trabajando con sueños. Iniciación al hablar del alma acerca de sí misma], pp. 189-195.
Traducción de Alejandro Bica. 


¿Qué decir acerca de los motivos mitológicos, acerca de los patrones arquetipales en los sueños? ¿No tienen acaso significados relativamente fijos que existen mucho antes de los sueños y por lo tanto afuera de los sueños y que simplemente ocurren en ellos? Sí y no. Es como con el lenguaje.

Las palabras que usamos no están inventadas por nosotros. Existen y tienen un significado antes de que las usemos en nuestro discurso específico. En situaciones de habla o escritura normales el significado de cada afirmación particular es creada de manera original por la idea trasmitida. No es al revés: las palabras como ladrillos de construcción fijos no están ensambladas juntas y no crean, mediante esta combinación de elementos separados, el significado de la sentencia. Las palabras normales no son como términos técnicos y no pueden insertarse mecánicamente en una sentencia. No, la idea que trasmiten re-colecta dentro de sí misma las palabras proveídas por el lenguaje de uno y necesariamente lo hacen para expresar este significado, buscándolas espontáneamente en el depósito de la memoria lingüística de uno. En el discurso normal, natural, la idea a ser expresada no usa palabras como algo ya preparado. Más bien funde las palabras que encuentra como algo dado y las recrea desde dentro del significado viviente de la idea a expresar. “Porque de la abundancia del corazón habla su boca.” La concepción de “ensamblado” respecto a nuestro lenguaje no funciona, o solo lo hace en situaciones técnicas especiales. El mensaje a trasmitir en cada caso se apropia e interioriza en sí mismo las palabras entregadas por nuestra tradición, de modo que las palabras usadas en una afirmación se vuelven las propias palabras del mensaje, se vuelven de su propia propiedad. El mensaje es la madre y la fuente de las palabras usadas en cada sentencia.

De un modo similar un sueño hace uso tanto de los motivos arquetipales tradicionales como de la memoria de las experiencias del día anterior o de la biografía de uno, pero solo después de haberlos apropiado e integrado en sí mismo. La profundidad interna del menaje o del significado onírico es la última y única realidad que da nacimiento creativamente a todas las imágenes y símbolos particulares que componen el sueño. De modo que si los motivos oníricos vienen con un eco cultural y mitológico rico, o con un eco biográfico-personal, esta riqueza no es insertada en el sueño desde afuera, al modo en que eras antiguas en Europa la gente usaba piedras de ruinas romanas como material de construcción para sus propias casas o catedrales. Los sueños, por decirlo así, dentro de sí mismos —dentro de la profundidad de su propio significado interior— recuerdan y aluden a reminiscencias arquetipales y mitológicas (o biográficas).

Lo que estoy intentando sugerir es que no deberíamos pensar en los arquetipos como poderes existentes (vorhanden) que a veces se introducen con fuerza en nuestros sueños. El sueño no tiene nada detrás; como un poema crea su propio significado a partir de su propio centro. Esto corresponde a lo que escuchamos decir a Jung acerca del sueño como en sí mismo decidiendo, dentro de sí, lo que le pertenece y lo que no. “El sueño es su propio límite. En sí mismo es el criterio de lo que pertenece a él y lo que conduce lejos de él” (CW 18 § 433). Así que aquí, también, el sueño recuerda y recrea significados tradicionales dentro de sí.

Al igual que Jung hipostasió el sí mismo como una entidad cuasi-metafísica abstrayendo y aislando el carácter de sí mismo de los fenómenos psíquicos como una entidad psíquica separada, así él también hipostasió los arquetipos extrayendo la cualidad de profundidad mitológica que algunos fenómenos del alma tenían y les asignó una existencia independiente por encima de la fenomenología psíquica. Él criticó que incluso la gente que admitía la existencia de los arquetipos, sin embargo, “usualmente los trataban como si fueran meras imágenes y olvidaban que eran entidades vivientes” (CW 18 § 596). Jung operó aquí con la oposición binaria de meras imágenes aquí y arquetipos como entidades vivientes allí. Esta disyunción necesita ser superada.

Están solo las imágenes en sí mismas sin anda detrás de ellas. Sin embargo, las imágenes no son “meras” imágenes. En el momento en que vienen a la vida en nosotros o que nos hemos interiorizado en ellas, son en sí mismas “entidades vivientes” con —a veces— profundidad y numinosidad arquetipal; si esto es así, el “arquetipo” solo existe dentro de las imágenes y por virtud, por gracia de, las imágenes, no afuera de ellas. Con esta visión, la hipostatización aún prevaleciente en Jung es superada. La imagen crea su naturaleza arquetipal dentro de sí. No es al revés, que un arquetipo baja del cielo y se revela a un humano en un sueño. En Jung suena diferente: él postula arquetipos-en-sí-mismos existentes del cual las imágenes son la expresión o manifestación.

A pesar de todas mis objeciones a la visión de Jung presentada aquí, sin embargo, hay alguna justificación en la crítica mencionada arriba de tratar los arquetipos como meras imágenes por parte de la gente. Pero yace en el hecho de que la gente reduce las imágenes a “meras” imágenes y no las ven y reconocen como sí mismos, como “entidades vivientes”, como teniendo su propia profundidad arquetipal, su propia profundidad abismal dentro de ellas. El defecto no es que la gente trate a los arquetipos como meras imágenes. Tenemos que movernos de “arquetipo” como sustantivo a “arquetipal” como adjetivo, un adjetivo que se refiere a cierta cualidad de significado profundo y transpersonal que las imágenes (u otros fenómenos psíquicos) pueden o no tener.

Las imágenes oníricas no vienen con marcas objetivas semánticas distintivas que podrían permitirnos comprobar su naturaleza mítica o arquetipal. Un motivo onírico particular puede, desde un punto de vista abstracto-formal, tener de manera muy obvia un contenido mitológico o arquetipal y aun así, como un todo, ser solamente un contenido del ego y una experiencia del ego, parte del opus parvum privado del soñador. De hecho, esta es la situación normal en la modernidad. Lo que Jung llamó el proceso de individuación como parte de la psicología (y psicoterapia) moderna, si es que acaso ocurre, pertenece a la esfera del ego y a la complejidad interna de esta esfera. La esfera que en el pasado estaba representada por el mito es inaccesible para el hombre nacido. Lo que es mítico en un sentido semántico y como tal experimentado en sueños, sintácticamente ya es el accesorio, ya preparado, psicologizado, del espacio de la propiedad de la psique. Es lo que Jung una vez se refirió como las estrellas caídas (2), es decir, herencia cultural hundida, sedimentada. Psicológicamente y sintácticamente (incluso si no siempre psíquicamente y semánticamente) todo esto ha sido tema del ego.

Tales ideas se encuentran, por supuesto, con la resistencia enfática de mucha gente moderna, personas junguianas o inspiradas por la New Age así como otros que anhelan algún tipo de “subidón” mediante la creencia en un “significado superior” que pudiera ser encontrado en sueños numinosos, arquetipales. Para ellos los sueños deben tener significado arquetipal, deben proveer el aura de numinosidad o el sentido de “lo sagrado”. Está claro, paradójicamente, que el deseo del ego es aquí la fuerza impulsora. El deseo es un deseo por la autogratificación. Uno quiere tener algo que admirar, idolatrar, para quedar boquiabierto de asombro. Las imágenes oníricas con carácter mitológico son explotadas con propósitos egoicos.

No hace falta decir que Jung puso su esperanza psicológica en la experiencia de los arquetipos, de lo numinoso (solo pensar en esta afirmación: “El principal interés de mi trabajo no está interesado con el tratamiento de la neurosis sino más bien con el enfoque a lo numinoso”, Letters 1, p.377, a Martin, 20.VII.45). Pero este es solo un lado. Hay otro lado crucial. El Jung tardío advirtió en contra de abandonarnos a las impresiones emocionales (Gefühlseindruk) de los motivos que suenan “tan solemnes”, “tan religiosos, tan espléndidamente religiosos” y en contra de un estado mental “en el cual ya no pensamos nada más y solo sucumbimos a la sugestión absoluta. Uno se vuelve sugestionable cuando no tiene pensamientos conscientes, y solo tiene pensamientos inconscientes” (3). En otro momento Jung afirmó:

“Lo que es sobre todo importante es la decisión entre la consciencia y los contenidos de lo inconsciente… Solo de este modo uno puede privarles [viz., a los contenidos de lo inconsciente] de su poder que de otra manera ejercen sobre la consciencia.” (Erinn. p. 190, mi traducción, cf. MDR p. 187)

“En último análisis el factor decisivo es siempre la consciencia, la cual entiende las manifestaciones de lo inconsciente y toma una posición hacia ellas” (MDR p. 187, traducción modificada). “Para liberarse de la tiranía de presuposiciones inconscientes se necesita tanto: realización de lo intelectual así como la obligación ética” (Erinn. p. 192, mi traducción, omitida en MDR). “El objetivo de la individuación no es nada más que el despojar al sí mismo de los falsos envoltorios de la persona, por un lado, y del poder sugestivo de las imágenes primordiales por el otro” (CW 7 § 269).

Lo que es decisivo para Jung es que en vez de permitirse uno mismo caer seducido por las impresiones intensas emocionales de la numinosidad de las imágenes oníricas, y entregarse a esta experiencia emocionalmente poderosa, volviéndose así inconsciente, uno comienza un proceso de pensamiento consciente. Para el Jung maduro, el hacer alma ocurre en la consciencia y requiere intelecto, comprensión. Los contenidos del inconsciente necesitan verse privados de su poder (emocional, seductor). La emoción tiene que dar paso al entendimiento: “Toda la energía de esas emociones fue transformada en interés en la imagen y en curiosidad acerca de la imagen”, dijo Jung acerca del desarrollo en él mismo (MDR p. 187).

Esta es la objeción de la dedicación a lo numinoso. Hay una segunda objeción. En el momento en que las imágenes numinosas no le ocurren de hecho simplemente al soñador como eventos inesperados y que al mismo tiempo hay una consciencia que desde el arranque anhela experiencias numinosas y cultiva sistemáticamente la así llamada numinosidad usando reportes de sueños e imágenes mitológicas de otros acerca de sus imágenes numerosas para trabajarlas en el estado de sentimiento “tan solemne, tan espléndidamente religioso”, tenemos que diagnosticar la presencia de un programa, una agenda (incluso si está escondida). Tal agenda no tiene nada que ver con la psicología, es un ego-trip ideológico. Donde sea que prevalezca este programa, habrá una tendencia subrepticia a inflar imágenes oníricas que tienen una cualidad mitológica con “numinosidad” y a buscar “semejanzas imaginales” para imágenes oníricas a fin de usarlas para la producción de numinosidad estimulada. ¡Autoindulgencia! Y todo esto con el único propósito de conseguir “el volver inconsciente la consciencia” (GW 12 § 563, mi traducción). (4) El poeta Gottfried Benn una vez se burló muy bien de los deseos tan profundos y falsos en el hombre moderno cuando escribió las líneas: “O daß wir unsere Ururahnen wären. / Ein Klümpchen Schleim in einem warmen Meer” (“O que fuéramos nuestros propios ancestros primordiales. / Un trozo de limo en un mar cálido”).

En conexión con el tema de la falsa numinosidad también quiero al menos mencionar otra posibilidad sorprendente. Un sueño reportado en una reseña de un libro (5) dice:

“Mi amado y yo somos compañeros en un concurso de creatividad para ver quién puede hacer el objeto más original. Juguetonamente, tabla por tabla, construimos un pequeño bote robusto. “¿Qué usaremos para una vela?” pregunta él. “Tiene que ser seda”, digo. Hablamos y nos besamos e intentamos pensar en una vela. Me acosté en el bote con mi cabeza por el mástil. De repente, lo supe. Él también. Se arrodilló a mi lado y tejió mi largo pelo rubio en una vela dorada. Una ráfaga rápida lo llenó. Mi amante tomó el timón y somos llevados a un mar soleado. No sé si ganamos el concurso. No importa nada excepto que yo lo amo y él me ama y ambos amamos el agua y el viento. Soy la vela, él el timón. En nuestra pequeña embarcación somos llevados por el Espíritu Santo sobre el mar eterno.”

En caso que este sea un sueño auténtico y no un “ficticio”, nos vemos forzados a aprender de ello que “el inconsciente” o “el alma” también puede producir kitsch, psicokitsch, sueños decididamente cursis. ¡Significaría que el sentimentalismo de la consciencia del soñador puede incluso formar imágenes oníricas que aparecen espontáneamente! Una idea algo impactante. Los sueños no solo y no siempre serían la voz de la verdad del alma, ni siempre vendrían “del otro lado”.

O, ¿quizás este sueño no es inocente y franco en absoluto, sino producido por el alma más como una parodia deliberada para confrontar a la consciencia con su sentimentalismo cursi?

Quiero dar un ejemplo adicional para este tipo de sueño. En su “Letter to the Editor” del Journal of Jungian Theory and Practice (Vol. 6, No. 2, 2004, pp. 61s), Julian David una vez citó un sueño que dijo que Roberto Gambini compartió con el Zentrum en Suiza y posiblemente con el Cambridge IAAP Congress. Como David escribió:

“Imaginó un grupo de estudiosos sentados y discutiendo a Jung. Entró un hombre pobre, vestido con ropas harapientas. No es reconocido por los estudiosos. Es Jung. Guiña un ojo al soñador, y comienza a recoger pepitas de oro de la tierra”.

Nuevamente, este es un obvio psicokitsch. Incluso si es de un tipo diferente, de un tipo no sentimental, sin embargo es vergonzoso. Otra vez la cuestión es: ¿acaso en tal sueño el alma inconsciente cumple las órdenes del ego, las órdenes de un ego ingenuo que se ha vuelto idéntico con una versión simplista y cliché de la psicología junguiana y hace la promesa salvadora que este proyecta sobre el otro, las órdenes de un ego para el cual el oro psíquico yace abiertamente por ahí, ya preparado para ser recogido por quién sea suficientemente humilde (sin necesidad de un opus largo, laborioso, para transformar la materia prima vilis y exilis, encontrada en el stercore, en el aurum nostrum) —o el alma por el contrario intenta mostrarle al soñador, como en un espejo, qué marco mental idolatrador e idealizador está prevaleciendo en él? En cualquier caso, el tenor predicador de este cuento onírico recuerda a una de las leyendas medievales de los santos cristianos.

Ambos sueños fueron usados por los autores que los describieron en sus escritos para confirmar sus creencias. Al parecer se necesita una función de sentimiento desarrollada y diferenciada que sea capaz de distinguir entre lo que es alma y lo que es ego y para poderse sorprenderse por lo que es kitsch y obtener una distancia crítica hacia estos sueños.

Hasta aquí el tema del kitsch en los sueños. Ahora junto con este capítulo sobre los motivos oníricos arquetipales y la cuestión de los sueños numinosos, unos comentarios donde toco la cuestión de la “iniciación en los sueños” […]. Es claro que en la modernidad las indicaciones reales ya no existen como una institución social y que la forma de la cultura moderna es de alguna manera adversa a las iniciaciones. Hace mucho tiempo que hemos reemplazado la iniciación por la educación, y ahora por la “información”, los medios de comunicación, y la propaganda. Como Jung había dicho, en el mundo moderno las “estrellas han caído del cielo”. Junto con ellas, “el cielo” como tal, en efecto, la misma distinción entre las esferas terrenal, sublunar y la celestial, ha desaparecido. Hemos perdido nuestro mito, nuestra auténtica religión, y toda “metafísica” auténtica. Vivimos en un mundo cerrado, irrevocablemente positivo-factual o positivista. El hombre moderno ha nacido (nacido del alma) y se ha vuelto una ego-personalidad psicológicamente completamente sola, responsable de él mismo.

Sin embargo, hoy en día, ocasionalmente, hay sueños con motivos que recuerdan a las iniciaciones. ¿Podría ser que la psique en ellos pueda reactuar indicaciones mientras duerme la persona? En un primer nivel, pensaría que sí. Tales experiencias oníricas pueden ser importantes para curar enfermedades psicológicas del soñador y por lo tanto para el desarrollo psicológico general del soñador.

Lo importante es ver la diferencia entre los motivos de iniciación en los sueños de hoy y las iniciaciones reales en el pasado (iniciaciones realizadas ritualmente en sociedades tradicionales, en un nivel de consciencia mucho más temprano). Las iniciaciones reales eran iniciaciones de la persona. La persona entera era iniciada, e iniciada en un nivel existencial. Además, esta iniciación estaba apoyada y autenticada por la verdad viviente entera de la respectiva sociedad antigua. Ocurría dentro de una cultura con mitos, dioses, y verdades “metafísicas”.

Ahora, sin embargo, una experiencia de iniciación en un sueño es, desde el arranque, una iniciación sublada (aufgehoben), meramente una experiencia privada, personal, en el alma durmiente y un cuerpo fundamentalmente extraño en la vida psíquica. Como tal, tampoco hace referencia, ni pertenece ya más a la persona real, solo ocurre en la persona. No afecta a la persona como un todo, no transforma su constitución o identidad lógica; está separada de la lógica del mundo y por lo tanto está, en último análisis, carente de verdad. Solo lo que está en concordancia con la lógica del mundo en cada momento particular en la historia del alma tiene verdad. Es solo un evento psíquico en el “museo interior” de la persona. Antes, la persona como un todo solía ser transformada e iniciada en verdades reales de la tribu.

Sobre todo, ya no hay nada válido en el cual una iniciación onírica podría iniciar. Lo que se preserva en tales motivos oníricos es meramente la forma (esquema) exterior de la iniciación sin contenido, sustancia, verdad real. La cáscara vacía.

Sin embargo, como sugerí, un motivo de iniciación onírico moderno posiblemente también trae un cierto cambio útil para la persona. Pero este cambio sería un cambio metodológico, en el sentido de lo que expuse antes acerca del “cruzar el río”, lógicamente, de un lado al otro. Sería un cambio metodológico intelectual, una apertura de los ojos de la persona al “alma” como una realidad en su propio derecho (por supuesto, no a una realidad literalmente existente o incluso metafísica, sino la realidad de otro punto de vista lógico). “¡Entonces, de repente, amigo! Uno cambió a Dos.” (6) En este sentido los sueños de iniciación quizás puedan ocasionar que un soñador moderno, de repente, se vuelva capaz de hacer este cambio intelectual. Sin embargo, un cambio metodológico no tiene nada que ver con la persona como un todo y con una transformación existencial.

Habiendo afirmado que las iniciaciones de pleno derecho no son posibles en la modernidad, ahora quiero trabajar esta afirmación un poco. Está el problema de la simultaneidad de lo no-simultáneo. Jung pensó que algunos que viven realmente hoy en día pueden no obstante psicológicamente pertenecer al siglo XIX, a la Edad Media, o incluso más atrás en la historia hasta tiempos prehistóricos. (7) Heino Gehrts también mostró en sus análisis de un ejemplo concreto que un hombre viviendo en la primera mitad del siglo diecinueve en un pueblo Alemán, concretamente Jacob Dürr (1777-1840), un sastre en Kirchheim/Teck, había sido un auténtico chamán (sin posar como tal). (8) Teniendo en cuenta estas posibilidades, también tenemos que permitirnos la posibilidad de que podría haber gente viviendo en la realidad presente que podría ocasionalmente, incluso si raramente, tener verdaderas iniciaciones. Pero, por supuesto, sin embargo serían eventos aislados, completamente fuera de contexto, y como tal no serían plenamente comparables a las iniciaciones en las culturas arcaicas.


Notas

2. “Puesto que las estrellas han caído del cielo y nuestros símbolos más altos han palidecido…” (CW 9i § 50).

3. C.G. Jung, Über Gefühle und den Schatten. Winterthurer Fragestunden. Textbuch, Zürich and Düsseldorf 1999, pp. 22 y 24s. Mi traducción o parafraseo, respectivamente.

4. El punto de esta frase es que la consciencia misma cambia su naturaleza, en sí misma volviéndose lo opuesto de sí. El Collected Works usa en su traducción la palabra “regresión”. Pero una regresión sería algo inofensivo comprado con lo que dice Jung.

5. Reseña por Jane St. Lawrence de: Marion Woodman, The Ravaged Bridegroom: Masculinity in Women, en: Jung at Heart (News and Views of Inner City Books) no. 7, Otoño de 1990, p. 3.

6. Una cita citada frecuentemente por Jung. Las líneas son de Friedrich Nietzsche, de su poema “Sils-Maria”, en: Lieder des Prinzen Vogelfrei.

7. Ver CW 11 § 463.

8. Heino Gehrts, “Jacob Für aus Kirchheim (1777-1840). Der letzte deutsche Schamane” y “Der Schneider von Kirchheim”, en: Der., Justinus Kerner und die Zeit der Aufklärung, Gesammelte Aufsätze vol. 2, ed. Por Heiko Fritz, Hamburg (IgelVerlag) 2015, pp. 183-192 y 193-207.