13.5.11

La psicología como disciplina de la interioridad

Por Greg Mogenson.

"Prefacio" a The Neurosis of Psychology [La neurosis de la psicología] de Wolfgang Giegerich, vol. 1 de sus artículos reunidos en inglés reunidos (New Orleans: Spring Journal Books, 2005, pp. xi-xiv.)

Traducción de Alejandro Bica y Enrique Eskenazi.


El pensador crítico, entregado en su compromiso a una escuela particular de pensamiento, se sentirá conmovido, incluso quizás inspirado y guiado, por la feliz expresión, tradicionalmente atribuida a Aristóteles, "Amo a Platón, pero más aún amo a la verdad". Esto ciertamente puede decirse del autor de los artículos reunidos en estos volúmenes. Una vez elogiado por James Hillman como la persona que lleva a cabo "el pensamiento junguiano más importante en la actualidad" (1), Wolfgang Giegerich desde hace más de tres décadas, se dedicó a lo que él ha llamado "pensar el mito junguiano aún más" (2). Amante de la psicología de Jung, especialmente con respecto a lo que ha elogiado como su auténtica noción de alma (3), Giegerich a la vez se ha sentido comeplido por un interés aún mayor por la verdad hasta convertirse en su crítico más riguroso. A veces, como me ha contado Giegerich, su tarea le ha resultado tan difícil como "cortar su propia carne" (4). Ha tenido que cuestionar rigurosamente los pensamientos seminales de Jung, en los cuales tenía un interés personal como analista junguiano. Pero así es como tiene que ser, porque sólo en tanto la psicología de Jung se refleje en sí misma a la luz de sus contradicciones internas puede destilarse alquímicamente su esencia vaporizada y encontrarse así el elixir dentro de ella.

Ahora, es importante acentuar que la verdad que ha de ser amada más que Platón, Jung, o cualquier otro pensador no es una verdad importada desde el exterior. La psicología, en tanto sea lo que Giegerich llama "la disciplina de la interioridad", opera estrictamente por medio de la aplicación a sí misma de la teoría en cuestión o del material a mano. Evitando piedras de toque externas (es decir, las normas de validez de otras disciplinas), una psicología que sea verdaderamente psicológica en su forma y enfoque procede por medio de una reflexión interna, de una crítica inmanente, leyendo a Platón en términos de Platón, a Jung en términos de Jung—y a los sueños, síntomas y otros fenómenos también en términos de sí mismos.

Claramente, no podría ser más fuerte el contraste que hay entre la psicología tal como se acaba de describir y los enfoques científicamente concebidos que operan en términos de la idea de objetividad y verificación externa. Y además de esto podría decirse que, desde el punto de vista de la primera, la psicología científica ha de ser juzgada como habiéndose establecido desde el principio en términos de una falacia. Comprometidos con una forma de reflexión externa, los enfoques científicos asignan el epíteto de "interior" a fenómenos tales como imágenes, emociones y recuerdos, mientras que ingenuamente continúan considerándolos como si simplemente estuvieran ahí enfrente de la conciencia, sin adulterar y puros. 
    
Pero entonces, ¿cómo vamos a proceder si no es por la ciencia? ¿Cómo puede la psicología, desde el comienzo mismo, llegar a la interioridad o al “alma" desde dentro de sí misma?
    
Trabajando mediante lo que en filosofía se conoce como deducción trascendental, Kant introdujo su filosofía crítica preguntando cómo ha estar constituida la mente para que nos sea posible tener los tipos de experiencia que tenemos. La psicología, operando con una forma más coloquial del mismo estilo de argumentación, hace preguntas similares con respecto a sus ideas, sus teorías. 
       
Los ejemplos son innumerables, ya que no hay un tipo particular de fenómeno sobre el que verse la psicología. Como ya hemos indicado, todo lo que se necesita es que el asunto, sea el que sea, se tome subjetivamente o hermenéuticamente en términos de sí mismo.
    
Tarareando algunos compases de esta música viene rápidamente a la mente una serie imaginativa de cuestiones del tipo deducción trascendental, expresada coloquialmente.
     
¿Qué tiene que decir la psicología acerca de su concepción de sí misma, habiendo formulado las ideas que tiene? ¿Y cómo se mantiene la balanza en equilibrio cuando cada uno es pasado respecto a sí mismo como si fuera respecto a una pluma? ¿Hay algún residuo cuando la matemática ha sido hecha? ¿Hay algo más de lo que haya que dar cuenta mediante subsiguientes actos de reflexión? Podemos preguntar más concretamente si ¿la crítica de la revista tiene una empuñadura lo bastante fuerte para la hoja que maneja? ¿El procedimiento que hemos inventado, la operación que hemos realizado, pueden aún considerarse exitosos, aún teniendo en cuenta que el paciente murió? E incluso el humo de este cigarro ¿tiene tanto cuerpo en su propia nueva forma como el habano del que por primera vez salió?
    
"Nunca olvidéis", aconsejó Jung, "que en psicología el medio por es cual juzgáis la psique es la psique misma". (5)
         
Aquí pueden citarse unas pocas frases de Hegel, el filósofo más mencionado por Giegerich. La primera de ellas se limita a expresar la forma lógica de las cuestiones que acabamos de preguntar: "... en lo que la conciencia dentro de sí designa como el An sich [en-sí] o la verdad, [en esto] tenemos el estándar por el cual la misma conciencia se propone medir sus conocimientos". (6) La segunda nos ayuda a comprender, con Hegel y Giegerich, que la reflexión, lejos de tener que ser rechazada cuando no está a la altura de sí misma, debe pensar sus contradicciones en un nivel completamente nuevo, transformándose de este modo a sí misma: "... [E]l Absoluto [como la forma sublada de las contradicciones que lo originaron] es ... la identidad de la identidad y la no-identidad, la oposición y la unidad están a la vez en él". (7)
   
En los siguientes artículos se aplican reflexivamente a sí mismos, de la manera recién descrita, temas tan diversos como la fantasiosa historia de la conciencia de Neumann, la teoría de la proyección de la psicología analítica, la idea del sí mismo de Jung, y la cuestión de una identidad junguiana. El resultado de esto es que en cada caso el tema en cuestión deja de ser un mero tema de la psicología. A la vez que ciertamente permanece en un nivel, al haber sido reflejado en sí mismo, cada tema se convierte, en un comentario esclarecedor respecto a la pregunta más importante de cómo, a partir de la profundidad de su propia noción, se constituye a sí misma una psicología que puede pensar por su propia cuenta. Como lo ha expresado Giegerich, "Lo que al principio aparece como un contenido de consciencia [por ejemplo, los temas antes mencionados de la psicología] es en verdad la semilla de lo que quiere ser una nueva forma de conciencia a gran escala" (8).
  
Las consideraciones que acabo de dar del movimiento reflexivo que está en juego en este primer volumen de los Collected English Papers de Giegerich se aplica también a través de los cuatro volúmenes. Efectivamente, como el lector descubrirá a medida que se ocupe de Technology and the Soul (vol. 2), Soul-Violence (vol. 3), y The Soul Always Thinks (vol. 4) la nueva forma de conciencia psicológica que comenzó como una semilla en el título del artículo del presente volumen, "La neurosis de la psicología", sale a su turno cada vez más a primer plano.
       
Hemos comenzado con un adagio de Aristóteles acerca de que su amor por la verdad era mayor que su amor por Platón. Esto luego lo extendimos a Jung. Volviendo ahora a los artículos de Giegerich, podemos volver a afirmar este adagio, esta vez con la psicología como asunto. Usualmente se considera que la psicología es idéntica a las cosas a las que se aplica, es decir, a los fenómenos psíquicos de diversos tipos. No se reconoce, no se establece, la diferencia entre tales fenómenos en su positividad y la lógica de la psicología como negatividad (reflexión dentro de sí misma). En cambio, tenemos una proliferación de diferentes psicologías. El problema aquí, como Giegerich ha señalado, es que cada una de estas así llamadas psicologías procede como si la psicología simplemente pudiera encontrarse ahí afuera en los objetos que observa empíricamente. Tal ingenuidad, sin embargo, esquiva drásticamente la intuición crucial de Jung de que toda experiencia está mediada psíquicamente de modo que ningún fenómeno, ya sea "interior" o "exterior", es observable inmediatamente independientemente de la constitución de la conciencia misma. Volviendo a esta idea (incluso sometiendo al mismo Jung a ella, como en su propia trampa), Giegerich ha mostrado que precisamente porque todos los fenómenos están reflejados desde el principio es que surge la cuestión de su lógica, la cuestión de su verdad. Como ha argumentado Giegerich, no podemos simplemente tener la psicología—“así como así”—en la forma de los temas fenoménicos que nos interesan, sino sólo en tanto que, en el caso de cada uno de ellos, y a través de la crítica de la inmediatez aparente de cada uno de ellos, lleguemos a amar más la verdad.

Si hay un hilo a través de las laberínticas vueltas de los Collected English Papers, se encuentra en nuestro reconocimiento de que la contribución más importante de Giegerich a la psicología reside en haber pensado rigurosamente la psicología en términos de la "diferencia psicológica" que acabo de describir. Recogiendo ahora este hilo como amantes de este fenómeno o de aquella psicología, aún podemos aprender con Giegerich que una psicología verdaderamente psicológica sólo puede fundarse por medio de nuestro amor aún mayor por la verdad.


Notas

1. James Hillman, "Una vez más en combate: una respuesta a 'Matanzas'" de Wolfgang Giegerich. Spring 56 (1994), p. 1.

2. Wolfgang Giegerich, "El 'descuido patriarcal del principio femenino': una falacia psicológica en la teoría junguiana", Harvest: Journal for Jungian Studies 45.1 (1999), p. 7.

3. Wolfgang Giegerich, La vida lógica del alma: Hacia una noción rigurosa de la psicología (Frankfurt am Main: Peter Lang, 1998), pp. 39-43. 

4. Comunicación personal, 20 de Octubre del 2000. 

5. CW 18, § 277. 

6. Citado en Hegel, Charles Taylor (Cambridge: Cambridge University Press, 1975), p. 135. 

7. Citado en Hegel, Taylor, p. 67.